German interlude
Estos días estoy con invitados a bordo; ayer por la tarde de cháchara con un catedrático alemán que me encontré en el Departamento, y luego se vino conmigo hasta el aeropuerto a buscar a una pareja de Professoren que vienen a un curso de doctorado y a un congreso; dentro de un ratito empieza la primera sesión. Luego los instalé en el Colegio Cerbuna, donde pasé yo mis años de carrera, y nos fuimos a cenar por allí. De milagro di con el camino al aeropuerto, que me lo han cambiado totalmente con una enorme superficie de naves comerciales donde sólo había descampado; de hecho acabé en el aeropuerto militar por error... Y así acabamos hasta altas horas divagando y discutiendo, supongo, diversos efectos de la globalización y de la reforma de Bolonia.
Lo más raro del día fue darme de narices con Moni-k al salir en el portal, justo cuando pasaba por delante de casa y estaba pensando en no llamar... serves her right.
Y hoy sesión intensiva de clases de doctorado, con mis alemanes, sobre los desarrollos recientes de la narratología... hasta me habían incluido (noblesse oblige) en uno de los subapartados, con aquel libro que publicamos hace diez años, la mitad de nada. El catedrático alemán, Ansgar, lleva una vida ajetreadísima, de proyectos e impresos y solicitudes, direcciones de instituto y de series académicas y de revistas, volando de congreso en congreso, dirección simultánea de muchísimas tesis a modo de Karpov jugando partidas múltiples... Uf. Es la dinámica perfecta en la que podemos acabar si somos competentes en esto de la competitividad que quieren fomentar ahora. Pero yo no puedo. Ni puedo ni quiero. O viceversa, que hoy estoy modesto: ni quiero ni puedo. Mañana tienen otra sesión extra-larga de doctorado, y luego me despido un par de días de mis invitados. Por cierto que los alumnos están desaparecidos mayormente, lástima, pero qué se le va a hacer. Sólo tenemos una pequeña audiencia de profesores aficionados a la narratología, pero... a los alumnos no se les puede cazar con red, ¿no?
Y tras una buena sesión de Gäste y otra de New Historicism en clase, me he vuelto a casa a ver si veía un rato a los nenes, que no los veo desde anteayer prácticamente. Y el pobre Álvaro está aún peor, parece salido de una película de terror con granos como judías por toda la cara, más la crema; un cuadro. No quiere que le haga fotos; esperemos que los granos no pasen a la posteridad a pesar de no ser fotografiados...
Por cierto, que la que está hecha un cristo también es la casa. Le están reformando la fachada, o sea que tenemos un andamio lleno de operarios montándolo que pasan por delante de las ventanas de las maneras más inesperadas. Lo malo es que se han pasado un pelín al clavar el andamio y nos han atravesado la fachada con un hierro. Bueno, más se perdió en Troya. De momento.
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