En Biescas
están estos nenes más contentos que chupita, la primera vez que se han quedado solitos fuera de casa sin los papás. (No la primera vez que se han quedado sin los papás, ni la primera vez fuera de casa, claro...). Se han quedado con los abuelos, y recibimos informes electrónicos sobre su comportamiento a intervalos regulares. Ivo ya se ha encargado de recuperar su regalo de cumpleaños atrasado; deberíamos haberle puesto, en vez de Ivo, Vivo. El viernes volvemos a buscarlos.
Mientras me dedico a ver procesiones, a explorar las posibilidades y limitaciones del nuevo ordenata, y esta noche seguramente a ver la última película de Spike Lee.
Por la tarde, paseo por las calles atestadas de gente, muchos aposentándose para ver las procesiones. Increíble la cantidad de gente que ha salido a pasear con el buen tiempo. Casi más increíble que después de llevar viviendo más de veinticinco años en la ciudad puedas salir por tu barrio a darte una vuelta, y todas las caras que veas sean nuevas, jamás vistas antes, y seguramente nunca más vueltas a ver. Ni una cara conocida. Lo malo es que hasta en Biescas empieza a pasar algo parecido, y más que pasará con los planes que hay trazados para expandir la urbanización del pueblo...
(Bueno, pues volvemos al pueblo el viernes; por primera vez en la vida, creo, conduciendo yo el coche. Normalmente tenemos dividida la tarea: yo calles, párkings y semáforos; ella rueda las carreteras).
Y volviendo, interrogamos a los nenes sobre su estancia:
- ¿Por qué nos vamos hoy, en vez de dentro de mil millones de años?
- Bueno, ya os vale para probar. ¿Os lo habéis pasado bien?
- Sí.
- ¿Y os habéis acordado alguna vez de los papis?
- Yo no. Bueno, sí, una vez pensé que qué horror que igual volvíais.
- Yo no me he acordado ni una vez.
- Ni yo.
Otro aniversario, en la portada del Heraldo: Se ha proclamado la República hace 75 años. UPTHEREPUBLIC, como diría Beckett.
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