Una vida por delante
Si os pide el cuerpo ver una bonita película sobre el perdón (a los demás y a uno mismo), la reconciliación, el fin del luto, la aceptación de la muerte, el desbloqueo emocional y el la recuperación de la esperanza tras una crisis… pues aquí hay una.
También es una película sobre el maltrato y la culpa interiorizada de la mujer maltratada. Cuando la protagonista (Jennifer Lopez, "Jean") deja a su pareja harta ya del maltrato, el malo la persigue, e intenta secuestrar a la hija de ella. Está bien llevado el tema, con aproximación gradual primero y retorno esperado y repentino al final. Y para alivio del espectador, al maltratador le sacuden entonces a gusto y la catarsis es satisfactoria. En la vida pasa menos, y normalmente se da más el ritual ya establecido de degollar a la mujer y luego intento de suicidio (allí ya les falla más la mano).
También es una película con oso insistente, para quienes les gusten las películas con oso insistente (Anthony Hopkins tiene una muy buena). Naturalmente, hay un paralelismo entre el oso insistente y el maltratador: los dos son pelirrojos. Oso sugerir además un tercer elemento para la triangulación simbólica: el oso es el peso del pasado que nos atrapa en sus garras una y otra vez, y que vuelve como un return of the repressed: así ve venir Morgan Freeman ("Mitch") al oso que le había atacado y dejado inválido el año anterior, como una pesadilla que se repite, corriendo hacia él,… pero no, esta vez el pasado se va al monte.
Morgan es el viejo trabajador fiel de la granja de Robert Redford ("Einer"), un sueco cascarrabias, resentido con su antigua nuera (la maltratada) porque su hijo murió en accidente de tráfico conduciendo ella, hace años. Ahora viene la maltratada a refugiarse a su casa, con la nieta que ni conocía el abuelo, y la recibe de muy mala gana. Sólo Morgan (en su papel de negro, la autenticidad emocional) trabaja a favor de la reconciliación, y al final lo consigue. De hecho Morgan era el único que mantenía atado a Redford a la vida, porque se sentía obligado a cuidarlo y freírlo a inyecciones de morfina. Cuando el oso le atacó, estaba Redford deprimido y zorro como una cuba. Ahora su remordimiento es grande, y a la vez que despotrican uno contra otro, hace todo lo que le ordena o sugiere Morgan Freeman. "Libera al oso" (que estaba en el zoo local), le ordena. "Vale". Y lo libera, y el oso, pasado traumático, regresa por la carretera a por Morgan… pero como digo ya estaba el trauma en vías de curación, menos mal.
En parte se supera el trauma porque el oso también le magulla a Redford. Arriesga éste su vida por salvar a su nieta del oso (la había adoptado como sustituta de su hijo, y le hacía hacer labores de chico, pero mete ella la pata mientras liberaban al oso…). En fin, con su castigo en el cuerpo, ya está Redford más curado. También va superando su misoginia aceptando a la nieta primero, y a la exnuera Jennifer poco a poco. Toda una reeducación emocional a los setenta años.
"Entiérrame con tu hijo", le dice Morgan. "Te pensarás morir primero, ¿no?" le contesta Redford. Pero como se ve, la comunidad armoniosa final pasa por integrar a los negros en la familia (y a los hispanos, supongo). Es esa la América política de esta película, cuando Freeman se atreve a bantear con su patrón llamándole advenedizo, "inmigrante de segunda generación".
El trauma luctuoso de Redford requiere repetir el pasado con las posiciones cambiadas, para ser superado. Su hijo murió por accidente, lo ha de aceptar ahora que la niña, por accidente, lo compromete a él con el oso. Así perdona Redford a la madre Jennifer, y acepta que se eche de novio al sheriff del pueblo; también en eso hay final feliz (otro tío decente en su vida, por fin, después de autocastigarse yendo con castigadores). Durante toda la película iba RR a intervalos regulares a hablarle a su hijo a la tumba, donde pone en la lápida An unfinished life (título inglés de la película). Ahora terminará esa vida por fin, suponemos, y si vuelve Redford a hablar con la tumba de su hijo ya no será en el mismo tono; la muerte volverá a estar por delante de Redford (por ejemplo la de Freeman, o la suya) y ya no anclándolo al pasado, viviendo un tiempo pernicioso postmortem de luto inacabable. Mientras esté la muerte por delante, también lo estará la vida (de ahí el título español), en lugar de ser algo que tuvo lugar en otro momento, antes de que llegase esa muerte que paralizó el tiempo.
Una película sobre trauma, por tanto; y que necesita una catarsis para volver a poner las relaciones y la esperanza en movimiento. No sorprenderá que la catarsis sea también a base de tortas, las que recibe Redford del oso, y las que le arrea al otro oso, al maltratador. Primero lo despacha del pueblo a punta de rifle cuando rondaba a su exnuera, con un diálogo de enmarcarlo en esa escena, mientras se baja del coche del maltratador, con rifle, y le dice que siga camino y no vuelva. Este le contesta
- Me parece que ha visto demasiadas películas del oeste, abuelo.
- Quizá. Pero eso no trabaja precisamente a favor tuyo.
No captando la frase, el maltratador vuelve… y aunque los tiros se los lleva su coche, RR le parte la cara a base de bien; y entendemos que esta vez no volverá más. Ni él, ni el oso que sube monte arriba, más allá de la tumba del hijo, con Redford mirándolo con cara de aceptación de cómo son las cosas.
Una película, pues, sobre cómo el trauma bloquea el tiempo y nos enreda en una fenomenología temporal perniciosa, de las que analiza Gary Saul Morson en Narrative and Freedom. Las relaciones humanas, reelaboradas, resimbolizadas, repetidas con diferencia, desplazadas, vienen a ser aquí una psicoterapia viviente, un simbólico de las emociones que buscan su lugar adecuado mediante fusiones de los símbolos de lo deseado y de lo abyecto, desplazamientos simbólicos que buscan reestablecer una relación sana con la propia vida y con los demás, y permitir que las emociones fluyan hacia los vivos, en lugar de hacia los muertos (lo cual viene siempre a ser dirigirlas hacia nosotros mismos). Así supera Reford su egoísmo, gracias al puente que le tiende Freeman hacia la humanidad que lo necesita.
Y hace falta lo suyo para el flujo de emociones, porque en el ambiente de pueblo rutinario en que vive Redford (vivir en un pueblo es casi vivir en el día de la marmota, y esto lo capta muy bien la película), las relaciones no se basan en comunicación abierta, sino en sobreentendidos—lo que permite por ejemplo el banter despiadado con Freeman. No es un sitio muy propicio a hablar las cosas directamente, sino que se presta precisamente más bien a lo que hace la película: mostrar cómo pequeños gestos significativos simbolizan lo que se empieza a sentir pero no se querrá confesar nunca. Yo es que también soy de pueblo. De hecho, hasta el paisaje de Wyoming de esta película se parece bastante al de mi pueblo; quizá por eso me haya gustado tanto la película.
An Unfinished Life. Dir. Lasse Hallström. Screenplay by Mark Spragg and Virginia Korus Spragg. Cast: Robert Redford, Jennifer Lopez, Morgan Freeman, Becca Gardner, Josh Lucas, Damian Lewis. Cinematography by Oliver Stapleton. Prod. des. David Gropman. Art dir. Karen Schulz Gropman, James Steuart. Ed. Andrew Mondshein. Music by Deborah Lurie. Exec. prod. Su Armstrong et al. Prod. leslie Holleran, Alan Ladd Jr., Keliann Ladd. 2005.
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