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Vanity Fea

Dream Machines

Este era el título de un libro de Ted Nelson sobre las posibilidades creativas de los ordenadores; sus ideas fueron uno de los gérmenes de la WWideW. Amplias posibilidades, todavía sin explotar plenamente, claro. Nuestras tecnologías nos desbordan; nos amplían la mente, pero cuesta trabajo sacarles partido: la ampliación mental no se hace por el rápido proceso de añadir una pastilla de memoria adicional.

Ayer veía en el Muy Interesante una fotoshop cualquiera ("oye, hazme una imagen molona para este artículo para mañana, algo sobre el tiempo y las mareas")—era la imagen de una esfera de reloj gigantesca medio sumergida en la línea de marea de una playa, viéndose en parte a través del agua. Vale. ¿Cuánto ha costado pensar una imagen así? La podía haber pintado un pintor renacentista—por poder, digo. Tenía pinturas, mareas, y relojes en el campanario. Pero una imagen así (genial hubiera sido en el siglo XVII, vulgar es ahora) tenía que esperar al Photoshop, y antes de eso a Dalí, para hacerse posible. La tecnología estaba, pero la cabeza andaba muy por detrás. Ahora se hace fácilmente gracias a una tecnología que desborda ampliamente los límites necesarios para esa imagen—a cañonazos matamos las moscas fácilmente.

Cuesta interiorizar las tecnologías. En realidad no se acaban de inventar hasta que no se interiorizan. La mitad del trabajo la hacen los diseñadores de programas, de chips o de interfaces. La otra mitad la han de hacer los usuarios: esa no la puede hacer una sola persona, ni un equipo genial—nada puede hacer una sola persona, ni un sólo equipo genial, sin los protocolos y la economía ambiental— pero esto de la apropiación de las tecnologías, y sacarles partido, es un trabajo de comunicación e interacción social. Para nada sirve un móvil si lo empleamos (como hago yo) como un teléfono fijo, es decir, si no lo empleamos. Para nada sirve un móvil con cámara de fotos si no lo empleamos para ver qué tal nos queda el peinado por atrás, o para preguntar si prefieres que te compre este bonsai o este otro. No se me ocurren ejemplos, yo es que no lo empleo y no me peino, pero seguro que tiene alguna utilidad que nos desborda, algo que tenemos delante de las narices y somos incapaces de imaginar. Tecnologías vendrán, y nos llevarán a otros lugares—de la mente: "Yet it creates, transcending these,
Far other worlds, and other seas"... y así la realidad se hace cada vez más humana, o sea, más compleja, wor(l)ds within wor(l)ds—mas intertextual e intermedial, gracias a las tecnologías de manipulación de la realidad. Que como todo el mundo debería saber, es un artefacto semiótico.

Una cualidad de los humanos, gracias a la cual manejamos herramientas, es la manera en que las incorporamos a nuestro esquema corporal. (O viceversa: nuestras herramientas han transformado nuestro esquema corporal y la manera en que tiene nuestra mente de procesarlo y concebirlo). Nuestro martillo, o pistola, o bolígrafo, o teclado, es como la prolongación de la mano. Las tecnologías tranforman el cuerpo no siempre por el procedimiento espectacular de implantarnos un brazo mecánico, sino porque ya son, de por sí, una extensión de nuestro cuerpo, y de nuestra mente. Empezando por el lenguaje, o la escritura, y siguiendo por las tecnologías de manipulación de la representación y la percepción. O del tiempo. Las tecnologías son un sitio más donde la frontera entre cuerpo y mente se vuelve difusa, o donde podemos decir que la mente está en las actividades del cuerpo enviándose señales a sí mismo y a los demás.

Los pequeñajos, observo, incorporan a su lenguaje y pensamiento los esquemas perceptuales enmarcados por la tecnología. El pequeño Ivo le dice al pequeño Oscar, jugando a perseguirse, "Kschiouuu.... cambio de canal, desaparezco"—o "¿vale que yo abría una ventanita en el aire y me escapaba por allí?" Hasta en los sueños los incorporamos. Esta noche soñaba yo con un texto incorporado de estos—manipularlo era como escribirse en el cuerpo, las letras eran como postillas o cicatrices, y se podía seleccionar y arrancar un trozo de texto como quien arranca una tirita. Debe ser que me estoy metiendo demasiado blog en el cuerpo, o en la mente, o en los dos. Pero en fin—hasta en sueños nos vamos apropiando de las nuevas tecnologías. Ni dormidos descansamos, ni para la máquina.

Blógica onírica


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