Invasión
Remake, se supone, de la Invasión de los Ladrones de Cuerpos (Don Siegel, 1956) basada en la novela de Jack Finney The Body Snatchers, 1955, que se ha reeditado en español convenientemente a rastras de esta película. Es básicamente una regresión a las histerias de la guerra fría, que provocaban en los años cincuenta esas angustias paranoicas de comunistas/marcianos infiltrados entre los americanos de teléfono negro, sombrero y cigarrillo; entes inquietantes que se hacían pasar por gente normal y robaban la mente, o el cuerpo, o las dos cosas. Ahora es la histeria terrorista quizá la que nos hace volver a ese tipo de argumentario.
Los infiltrados de los años 50, zombis sin podre, eran fácilmente identificables por un supuesto je-ne-sais-quoi; en la práctica, por un andar rígido, abducido e hipnotizado, una carencia de sentido del humor y de movimientos de ojos (te miran al centro de la frente), y unas actitudes sonámbulas y coordinadas por las calles. Bien, pues como digo volvemos a lo mismo. Añadiendo, sí, más suspenses de agresión física, acoso sexual y acorralamiento en espacios cerrados, y toques de manías persecutorias y divorcios ("mi marido ya no es mi marido") —todo lo cual contribuye a actualizar el complot y multidimensionalizar la angustia, inyectando una dosis de abyección histerizada. Sobre todo si se añaden desórdenes urbanos por saqueo, y bombas terroristas, y vagas amenazas de epidemias televisadas, vacas locas y comités de expertos gubernamentales secretistas y manipuladores. O accidentes de los transbordadores espaciales, que con eso empieza todo. Lo que se dice un remake, vamos, como si pasas la película por Corporación Dermoestética y le hacen un lifting integral con implantes mentales. Lástima que no hayan cambiado las actitudes de los abducidos, pues hacen un tanto retro.
La Kidman da bien de punto histérica, acosada y divorciada, así que funcionan adecuadamente las escenas de claustrofobia y persecución. El amigo negro se salva, y encima—toma ya—descubre la vacuna para esta gripe espacial que te convertía en zombi descerebrado. Esto de la supervivencia del negro sí que llega como una auténtica sorpresa, en el genocida Hollywood. Vamos, es que el tío ni se contagia del virus. Los zombis, por otra parte, son igual de exterminables que siempre... aunque lástima por ellos, porque luego resulta que con una vacuna se curaban, y se ha cargado la Kidman a un buen número de probos ciudadanos. Pero bueno, eran mayormente exmaridos antipáticos—por ahí empezó el daño. Todos los exmaridos tienen algo de abducidos, ya se sabe. Mucho mejores son sus sustitutos, siempre, como el nuevo ligue de Kidman, que acabará haciendo de nuevo padre para su hijo (al que que ella corre corre intenta salvar de los marcianos). Este nuevo amor de Kidman sólo recibe un tiro en la pierna, cuando empieza a decir eso de "debes unirte a nosotros". Luego pinchazo y como nuevo.
Lo que más inquieta (pandemias y gripes del pollo aparte) es el mensaje que quiere proyectar la película. Comienza con informativos televisivos (muchos hay, imagen dentro de la imagen; ya se sabe que esto intensifica el efecto de realidad). Informativos que van sobre lo que suelen ir los informativos: atentados, bombas en Irak, etc. Los chicos del "ven con nosotros" prometen convertirnos en una raza superior, deshumanizada y sin guerras—"todos seremos uno" dicen, como si estuviesen en la versión de Los Simpson. Un toque fundamentalista-sectario sí que tienen estos ciudadanos, sí: lo curioso es la ambivalencia de toda la situación, no se sabe si los perseguidores son maccarthystas bienpensantes acorralando comunistas y disidentes, o si los vainas son los propios comunistas-terroristas que estan ya por todas partes. (Aquí las vainas por cierto son una especie de moco repugnante que exuda el cuerpo cuando duermes, y caes víctima del control mental alienante—alusión por otra parte a los contagios de sida; también son seropositivos perseguidos, tanto los vainas como los últimos hombres cuerdos).
Pero lo peor no es que se infiltren fundamentalistas o psicópatas en la sociedad americana, o que cualquiera pueda ser un ruso o un terrorista, sino que al final, restablecida la normalidad, se supone que nos tenemos que alegrar de que haya bombazos en Irak: señal de normalidad, de la humana condición de la que no debemos querer salir. Es nuestro ámbito de actuación: los americanos tenemos una parte inherente de mal, pero eso nos hace humanos, menos da una piedra. Así que podemos casi casi emprender la siguiente invasión con la conciencia más tranquila. Ven con nosotros, Irán.
The Invasion. Dir. Oliver Hirschbiegel and James McTeigue. Written by David Kajganich, based on the novel The Body Snatchers by Jack Finney. Cast: Nicole Kidman, Daniel Craig, Jeremy Northam, Jackson Bond; Jeffrey Wright, Veronica Cartwright. Photog. Rainer Klausmann. Ed. Joel Negron and Hans Funck. Music by John Ottman. Prod. des. Jack Fisk. Prod. Joel Silver. USA: Warner, 2007.
Los infiltrados de los años 50, zombis sin podre, eran fácilmente identificables por un supuesto je-ne-sais-quoi; en la práctica, por un andar rígido, abducido e hipnotizado, una carencia de sentido del humor y de movimientos de ojos (te miran al centro de la frente), y unas actitudes sonámbulas y coordinadas por las calles. Bien, pues como digo volvemos a lo mismo. Añadiendo, sí, más suspenses de agresión física, acoso sexual y acorralamiento en espacios cerrados, y toques de manías persecutorias y divorcios ("mi marido ya no es mi marido") —todo lo cual contribuye a actualizar el complot y multidimensionalizar la angustia, inyectando una dosis de abyección histerizada. Sobre todo si se añaden desórdenes urbanos por saqueo, y bombas terroristas, y vagas amenazas de epidemias televisadas, vacas locas y comités de expertos gubernamentales secretistas y manipuladores. O accidentes de los transbordadores espaciales, que con eso empieza todo. Lo que se dice un remake, vamos, como si pasas la película por Corporación Dermoestética y le hacen un lifting integral con implantes mentales. Lástima que no hayan cambiado las actitudes de los abducidos, pues hacen un tanto retro.
La Kidman da bien de punto histérica, acosada y divorciada, así que funcionan adecuadamente las escenas de claustrofobia y persecución. El amigo negro se salva, y encima—toma ya—descubre la vacuna para esta gripe espacial que te convertía en zombi descerebrado. Esto de la supervivencia del negro sí que llega como una auténtica sorpresa, en el genocida Hollywood. Vamos, es que el tío ni se contagia del virus. Los zombis, por otra parte, son igual de exterminables que siempre... aunque lástima por ellos, porque luego resulta que con una vacuna se curaban, y se ha cargado la Kidman a un buen número de probos ciudadanos. Pero bueno, eran mayormente exmaridos antipáticos—por ahí empezó el daño. Todos los exmaridos tienen algo de abducidos, ya se sabe. Mucho mejores son sus sustitutos, siempre, como el nuevo ligue de Kidman, que acabará haciendo de nuevo padre para su hijo (al que que ella corre corre intenta salvar de los marcianos). Este nuevo amor de Kidman sólo recibe un tiro en la pierna, cuando empieza a decir eso de "debes unirte a nosotros". Luego pinchazo y como nuevo.
Lo que más inquieta (pandemias y gripes del pollo aparte) es el mensaje que quiere proyectar la película. Comienza con informativos televisivos (muchos hay, imagen dentro de la imagen; ya se sabe que esto intensifica el efecto de realidad). Informativos que van sobre lo que suelen ir los informativos: atentados, bombas en Irak, etc. Los chicos del "ven con nosotros" prometen convertirnos en una raza superior, deshumanizada y sin guerras—"todos seremos uno" dicen, como si estuviesen en la versión de Los Simpson. Un toque fundamentalista-sectario sí que tienen estos ciudadanos, sí: lo curioso es la ambivalencia de toda la situación, no se sabe si los perseguidores son maccarthystas bienpensantes acorralando comunistas y disidentes, o si los vainas son los propios comunistas-terroristas que estan ya por todas partes. (Aquí las vainas por cierto son una especie de moco repugnante que exuda el cuerpo cuando duermes, y caes víctima del control mental alienante—alusión por otra parte a los contagios de sida; también son seropositivos perseguidos, tanto los vainas como los últimos hombres cuerdos).
Pero lo peor no es que se infiltren fundamentalistas o psicópatas en la sociedad americana, o que cualquiera pueda ser un ruso o un terrorista, sino que al final, restablecida la normalidad, se supone que nos tenemos que alegrar de que haya bombazos en Irak: señal de normalidad, de la humana condición de la que no debemos querer salir. Es nuestro ámbito de actuación: los americanos tenemos una parte inherente de mal, pero eso nos hace humanos, menos da una piedra. Así que podemos casi casi emprender la siguiente invasión con la conciencia más tranquila. Ven con nosotros, Irán.
The Invasion. Dir. Oliver Hirschbiegel and James McTeigue. Written by David Kajganich, based on the novel The Body Snatchers by Jack Finney. Cast: Nicole Kidman, Daniel Craig, Jeremy Northam, Jackson Bond; Jeffrey Wright, Veronica Cartwright. Photog. Rainer Klausmann. Ed. Joel Negron and Hans Funck. Music by John Ottman. Prod. des. Jack Fisk. Prod. Joel Silver. USA: Warner, 2007.
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