Y recobrar todo lo que perdí
31 de agosto de 2008
Cosas perdidas con mi memoria USB, en el Ciber Dobleclic:
- Casi todas mis publicaciones, éditas e inéditas, en versión original. ¡La Obra de mi vida, en edición de bolsillo! Por suerte no creo que me robe mis escritos el ladrón que se quedó con mi memoria, pues hasta la fecha no han despertado ningún interés entre los ladrones. Más bien borrará todo para hacer sitio a vídeos porno. Por otra parte, yo ya había puesto todos esos textos a libre disposición del público, aquí. Así que más se perdió en Cuba.
- Todavía no colgada: la traducción de La Filosofía del Presente que ya tenía tan avanzada y que tardará en volver a su estado presente—presente en algún sitio. Aunque me imagino que el feliz nuevo propietario habrá borrado todos mis archivos para ponerse empetreses de Pereza. Habrá que tomárselo con filosofía.
- He reconstruido, en cambio, la versión en Word que he perdido, de mi artículo sobre Crítica Acrítica, Crítica Crítica (por suerte éste acababa de colgarlo en PDF). Otro de los trabajitos de este verano, a falta de hacerme kilómetros de agua salada a nado—que estaba fría.
- He perdido también todo el blog de agosto y mitad del de julio. Suerte que también estaba colgado en la red, en otra versión. Para algo sirve hacer copias de seguridad, y más que debería hacer.
Otra cosa que pensaba hacer y no he hecho es leerme En busca del tiempo perdido... a cambio, "je me suis couché de bonne heure".
Hoy es el último día en Portonovo, que viene a ser Sanjenjo en menos pijo—un sitio agradable donde no hay gran cosa que hacer. Aunque de hecho he estado casi más tiempo en Pontevedra, en el fisioterapeuta. El resto del tiempo, leer y poco más—pasear, poco puedo. Veremos si vuelvo a buenas con los aceites y emplastos de hierbas y masajes y ejercicios que me han recetado. En todo caso, mañana bajamos de la Axiom y volvemos a la tierra, gordos pero morenos. Hoy apuramos hasta el último día de las vacaciones. Aunque nos toca batallón de limpieza.
Hoy comemos con unos amigos de por aquí. Aparte, la vida social veraniega es una ruina—una burbuja de irrealidad, como digo. A cambio llevo varias noches soñando con escenas y ambientes del curro. El cerebro también busca su propia adaptación gradual, para evitar el síndrome de la gravedad súbita.
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