Reconstruyendo poquito a poco
estoy, el blog de este verano que perdí... menos mal que lo tenía colgado aquí. También vamos apareciendo ya por la Universidad con paso tentativo... para que no haya shock postvacacional, que amaga. Esta tarde ya cae el primer examen, y aún tenemos todas las maletas por medio. Y seguimos con la rehabilitación del cojo, con lo cual lo del paso tentativo ya no es sólo por la universidad sino por todas partes. Peor está mi hermano Eduardo, que se iba de vacaciones a Cádiz y se ha tenido que quedar en el fisioterapeuta de Zaragoza con la espalda hecha polvo. A los noventa habrá que vernos, le decía yo. "A los noventa estaré bailando jotas", dice. Un optimista. Atrás va quedando el verano—qué depre. A mí me van a empezar a dar lloreras inexplicables cualquier rato.
The longest journey
Nuestro coche aprovecha los días de los largos viajes de ida y vuelta de vacaciones para petar. Esta vez emprendemos viaje desde la ría de Pontevedra a Zaragoza, y antes de perder de vista la ría nos fallan las bujías y la pieza amiga en la que se encastran. Y aún menos mal que encontramos un taller llevado al parecer por un judío y una vikinga, que nos soluciona el problema por la mañana. Comemos con vistas a la ría que queríamos perder de vista—un paisaje de maravilla—y luego conducimos sin pausa y sin incidentes hasta llegar a Zaragoza, según previsto, a la 1 de la madrugada.
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