Adam's Tongue 12: El arbolito se convierte en un roble
Adam's Tongue 12: El arbolito se convierte en un roble
Reseña del libro de Derek Bickerton sobre el origen del lenguaje, Adam's Tongue (2009)
Hay dos maneras de unir palabras: con una mera secuencia como cuentas en un collar, o con relaciones de jeraquía aparte de la mera secuencia: o sea,
A + B + C ....
o bien
A + (B + C) ....
En el pidgin, el protolenguaje o el lenguaje infantil usamos la primera; luego se desarrolla la segunda para estructurar oraciones, y la primera queda relegada a unidades supraoracionales. Las oraciones tienen estructuración jerárquica. (Claro que habría que especificar que hay jerarquías de otro tipo para las unidades supraoracionales... la cuestión es que la jerarquización de la sintaxis está más rígidamente codificada, gramaticalizada. Pronto escribiré un artículo sobre esta cuestión: sobre unidades, límites sintácticos, marcos y signos complejos).
Bickerton cree que el desarrollo de la sintaxis jerárquica (o sea, de la sintaxis propiamente dicha) no se dio antes de la aparición de nuetra propia especie (Homo sapiens)—"y es por entonces cuando las primeras señales de comportamiento realmente humano se vuelven manifiestas" (232). Hay señales de herramientas más complejas, y de comercio—instrumentos hallados muy lejos de su origen. Esto requeriría contacto entre protolenguajes diferentes.
La psicolingüística del protolenguaje es diferente a la del lenguaje: en el lenguaje se estructura mentalmente el mensaje antes de emitir la primera palabra; en el protolenguaje no se construye una frase antes de emitir la palabra. Este nuevo proceso mental requeriría el establecimiento de enlaces neurales entre representaciones de diferentes palabras: de lo contrario no es posible una estructura jerárquica. También se require un proceso que por así decirlo fije la atención mientras se estructura la frase—puesto que la estructura jerárquica puede ser confusa: esto lo compara Bickerton a un coro—una sola voz puede desentonar pero no se nota. Así, el "coro de neuronas" coordinadas forma la atención necesaria para estructurar un mensaje complejo. Esto es un desarrollo complejo, pero el resultado es más competitivo: la comunicación es más eficaz con estructuras jerárquicas, y por tanto es adaptativamente competitiva.
Es muy tajante Bickerton al distinguir estas dos modalidades (—y éste es un punto sorprendentemente flojo y arbitrario de su teoría). Insiste en que no hay pasos graduales entre estructura jerárquica y no jerárquica: o bien usas una o bien la otra—
(—pero claro, hay jerarquías simples, antes de haberlas compuestas, y no es difícil suponer de dónde pueden haber salido: de las combinaciones más frecuentes de términos, que pasan a percibirse como una unidad virtual compleja ya combinable en secuencia con otras. Parece claro que, contra lo que dice Bickerton, el desarrollo de estructuras jerárquicas fue gradual, con la aparición y difusión de formas sintácticas simples antes de la aparición de las complejas. La evolución no puede funcionar de otra manera).
Bickerton identifica la aparición del auténtico lenguaje, con su psicolingüística propia, con la aparición de la "fusión" o "ensamble" (merge) descrita por el minimalismo de Chomsky. Antes, sólo había protolenguaje con secuencias de unidades sueltas. Y era un tipo de estructura que de por sí no podría soportar un pensamiento complejo y claro. El lenguaje con sintaxis jerárquica sí lo permite, pues facilita la claridad de relaciones entre elementos y permite más anticipación mental a la hora de estructurar y de procesar. Se desarrollan marcas de estructura, líneas de entonación que marcan los límites de las unidades, etc. Los individuos capaces de procesar el lenguaje complejo, arguye Bickerton, serían más competitivos socialmente que los otros, y serían seleccionados.
La estructura jerárquica se implementa y desarrolla en cada lengua mediante una serie de plantillas o esquemas gramaticales, que determinan las relaciones entre términos: por ejemplo el orden de núcleos y modificadores en la frase nominal, o los roles admitidos por un verbo (agente, objeto directo, objeto indirecto...) en la frase verbal—así hay verbos que no admiten agente, otros que sólo admiten agente y objeto directo, etc.
Extraña historia de recursión— Hace poco, se habló mucho del lenguaje Piraha, supuestamente un lenguaje sin recursión. Causó mucho debate la cosa puesto que los chomskianos veían en la recursión la característica fundamental del lenguaje humano. Ahora bien, Bickerton arguye que hay una gran confusión entre los lingüistas sobre el sentido y alcance de este concepto de recursión. Cuando lo propuso Chomsky por primera vez, tenía sentido en la primera versión de su gramática generativo-transformacional: una serie de reglas de reescritura se aplicaban recursivamente. Pero al simplificar su modelo, y reducir todas las operaciones al Ensamblaje o fusión (merge), ya no estamos hablando de la misma recursión en la teoría chomskiana. El ensamblaje ensambla directamente palabras, no etiquetas categoriales... y aunque Chomsky dice no estar interesado en la psicolingüistica y en las operaciones efectivas de los cerebros, su "ensamble" o fusión sí proporciona un modelo creíble sobre cómo los las palabras se juntan en la mente para hacer frases en tiempo real. Con el concepto del ensamble, Chomsky, lo admita o no, mató su propio concepto de recursión.
Bickerton también arguye que con el ensamble o fusión se prescinde de la inserción de unidades dentro de unidades. (Aunque a mí me parece que vienen a ser dos maneras alternativas de describir la misma estructura— y lo mismo la recursión, si hablamos de la complejidad jerárquica como una aplicación recursiva del proceso de fusión de unidades, para dar lugar a una jerarquía: en el ejemplo de Bickerton— [[la [chica [que [tú [conociste ayer]]]]]] [habla francés] todo es describible como fusión secuencial, o como recursión de inserciones—y si bien es posible que la fusión esté más próxima a una descripción psicolingüística del proceso, difícilmente se puede interpretar sin más como una transcripción directa de las operaciones cerebrales).
Sigue quitándole importancia Bickerton al concepto de recursión, arguyendo que "Contra lo que Chomsky ha sostenido y la mayoría de la gente ha dado por supuesto, no hay ninguna capacidad especial que haya evolucionado en la especie humana para desarrollar procesamientos recursivos" (244). Y asegura que en todo esto no hace sino aplicar la propia lógica de la última teoría minimalista de Chomsky: "Es precisamente la ausencia de cualquier restricción sobre qué tipo de objeto pueda ensamblarse la que permite que exista la ilusión de un procesamiento recursivo" (245). Y es inútil para Bickerton estudiar analogías del procesamiento recursivo en otros animales para entender el lenguaje. (Aunque esto no deja claro por qué no habría de ser útil estudiar capacidades de ensamblaje mental en otros animales, y capacidades mentales de creación jerárquica de signos complejos, en la medida en que las haya...)
Claro que, dice Bickerton, hay muchos más elementos en la gramática de un lenguaje: flexiones, concordancias, casos, anáforas... Pero con este instrumental minimalista de fusión se puede montar el esquema básico de un lenguaje humano. Y con esta capacidad de pensamiento complejo, nuestra especie empezó a producir artefactos novedosos. Un desarrollo que sería gradual desde la aparición de nuestra especie hasta el desarrollo de la cultura simbólica—aunque cada vez se encontrarán restos de cultura simbólica más antiguos, predice Bickerton, amortiguando así ese misterioso desfase entre el comienzo de la especie y el del desarrollo cultural. Fue la competencia con una especie de capacidades casi equivalentes, los neanderthales, la que estimuló el desarrollo de los cromañones: un cambio ya de comportamiento, no genético. Y a partir de allí, la conquista de nuevos nichos ecológicos siguió un ritmo imparable.
O parable: porque en la teoría de construcción de nichos de Odling-Smee et al., se contempla el agotamiento de un nicho en el que se encierra una especie. "Lo cerca que estemos de eso está abierto a especulación", dice Bickerton.
Y termina el libro con una especie de epílogo ominoso—"¿De simio a hormiga?"— Ya desarrolló nuestra especie un comportamiento parecido al de las hormigas al desarrollar a la vez el lenguaje y un tipo parecido de explotación ecológica del territorio. También las hormigas han desarrollado formas de agricultura y ganadería, y han construido enormes ciudades organizadas. No son coincidencias, arguye Bickerton. El nicho ecológico humano se está creando todavía, y habría que preguntarse si todavía nos sigue cambiando. ¿Acabaremos desarrollando un comportamiento y organización colectiva similar a las hormigas? Los mecanismos de disciplina colectiva, control social y regimentación llevan en esa dirección—eliminando sistemáticamente a los sujetos menos acomodables al orden social. Se han desarrollado sistemas de castas en muchas sociedades. Es prematuro creer que esto son aberraciones primitivas superadas—puede que no sean sino primeros ensayos de lo que serán las castas humanas en el futuro. La noción de que vamos a un mundo más democrático e igualitario puede que sea peligrosamente ingenua y optimista.
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