My Own Private Idaho
viernes 20 de agosto de 2010
My Own Private idaho
En el cineclub nos vemos esta película de Gus Van Sant, que la tenía yo atrasada. Película de cierto culto semifringe, tanto por su estética un tanto errática como por la temática marginal de chaperos, drogadictos y demás. Casi lo que más me gustó fueron los colores y la fotografía. El protagonista, Mike (el malogrado River Phoenix) es un desvalido prostituto narcoléptico—vamos, que se cae dormido o desmayado constantemente en los momentos más inoportunos. Esto no le facilita la vida, aparte de que el muchacho no tiene ni muchas luces ni formación ni oficio ni beneficio ni talento visible aparte de vender el culo, y hasta eso se le da mal. No es sorprendente que siempre se encuentre en la vida como perdido en una carretera que va a ninguna parte (una imagen en concreto, la de esa carretera en Idaho, que se repite al principio, a mitad y a final de la película). Depende de quienes se apiadan de él o le cogen afición, para ir tirando unos metros más allá. Ahora, que el chaval no mueve nunca un dedo para superar su situación, no da para más—es tan inútil y de nivel tan bajo que en cierto modo está más allá de la moralidad. De hecho es un niño mal crecido que nunca llegará a madurar, y lo más proactivo que hace es de hecho regresivo—volver a intentar localizar a su familia, una mierda de familia que debió dejar en algún recodo de esa carretera. Su padre, o quizá no sea su padre, es un pintorzuelo dejado que vive en una caravana, y su madre, al parecer una destalentada que cometió un asesinato pasional, se pierde en el pasado en algún viejo super 8 que es la imagen inalcanzable de un cielo infantil, inalcanzable y más que dudoso. El futuro no promete más: la película acaba con River (que tampoco parecía tener mucho más criterio que su personaje) tumbado en la carretera, saqueado por dos malos samaritanos y rescatado por un buen samaritano que se lo lleva a un horizonte vaquero demasiado bonito en ese último fotograma. Es que las valoraciones de la película van un poco a voleo—el director (como algún otro personaje) parece encariñado en demasía con Mike, por una mezcla de pura piedad y de cara bonita, o por su pura indefensión— porque no da para más el chaval. Igual el director está más cerca de Scott Favor, uno de los buenos samaritanos de Mike—del cual éste se enamora, pero Scott no es homosexual y es chapero sólo por vicio, no por gusto. Scott está forrado, hijo de un alcalde, prohombre y magnate, y se mete en la mugre de la prostitución como forma de hiperreacción adolescente contra el mundo de su padre. Pero volverá a por la herencia. Esta parte de la película repite (literalmente a veces) la historia del príncipe Hal y su padre Enrique IV en la obra de Shakespeare. El personaje de Mike no pega mucho en esa historia, por cierto—no sabemos que nadie se enamorase de Hal, a no ser Falstaff. El papel de Falstaff aquí lo hace Bob Pigeon, un viejo ratero que es el jefe extraoficial de la banda de chaperos drogatas—entre Fagin y Falstaff está el hombre. El tema shakespeareano, teniendo su interés inherente (el hijo pródigo que vuelve al mundo del padre, se hace cargo de la herencia, rechaza a sus malas compañías.... etc.) rechina un tanto en varias ocasiones—sobre todo cuando caes en la cuenta de que ninguno de estos personajes tiene la menor noción de teatro clásico, pues si no se verían a sí mismos repitiendo paso por paso las escenas de Enrique IV, incluyendo el robo de Gadshill (dios mío, hasta con trajes de fraile). En fin, que la película toca muchos palos, y siempre tiene algo interesante, pero a veces no acaban de combinar bien los ingredientes del guiso. El director, como decía, parece colocarse más en el papel de Scott (Keanu Reeves), como alguien que ve ese mundo marginal desde dentro pero sabe que lo tiene superado, que madurará y saldrá de él en cuanto elija, o que ya ha salido—tiene topsight—mientras hay otros como Mike, o como River, que son desvalidos y no tienen la capacidad de abrirse camino en la vida. La de Mike, por mucho que se lo lleven al horizonte infinito de Idaho, va a ser corta, sin dirección, y vivida como en un sueño. Al fin toda vida viene a ser vivida como un sueño en una carretera infinita, igual viene de allí la fascinación que despierta el protagonista, aparte de ser delgadito y con buen peinado.
Una sombra, una ficción
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