Los abrazos rotos
Me gusta Almodóvar, me gustan sus películas y esta es de las que más me han gustado. A ver, es quintessential Almodóvar, con todas sus virtudes y defectos, así que a disfrutarla en su género. Como siempre, una historia de pasiones desenfrenadas, de personajes que hacen elecciones estúpidas y precipitadas, y de vitalidad sin prejuicios ni concierto. Visualmente magnífica, que en eso (y en otras cosas también) se va superando a sí mismo con el tiempo; y lo más flojo el trabajo de actores, que oscilan entre producirte la sensación de estar en la vida misma o en una película de Almodóvar, y a veces en otra peor. Una cierta torpeza en este sentido ya forma parte de la estética asimilada—como también las escenas innecesarias y de puro recreo, o los mariquitas obligatorios, cosas que se pueden disfrutar más, ciertamente—como también la inventiva incesante a la hora de combinar cosas en una pantalla. Pongamos el polvo embozado entre sábanas de la Penélope, por ejemplo. De lo que no sabe uno si poner en las virtudes o defectos, los autohomenajes: es divertido el remake alternativo de Mujeres al borde de un ataque de nervios que hace aquí el protagonista, mejorando su obra anterior, pero crea algunas interferencias cognitivas, del tipo, "¿Es que Almodóvar piensa que ahora haría mejor esa película? ¿Le parece ahora torpe? —que lo era, en la línea de torpezas agradables de la casa— ¿o no es aplicable a Almodóvar nada de todo esto de que si la película sería mejorable.... ? ¿entonces para qué coge precisamente ésta?"—etc. Bonita la idea del director de cine ciego, homenaje a Woody Allen supongo esta vez—desde luego exprime la idea y le saca partido, en escenas no digo ya como la de la seducción inicial de su lectora... más me gustó cuando consulta internet con el lector automático, y más aún cuando, en puro fetichismo de Almodóvar a la imagen, el ciego acaricia la pantalla donde le dicen que está saliendo su último beso a su chica.... Es genial el uso que hace de la intermedialidad, imágenes dentro de imágenes, con el plasta ese gay que les va haciendo a la pareja un documental permanente... y muy especialmente la escena del celoso que ha contratado a una lectora de labios para que le vaya descifrando lo que se decían su pareja con el amante, en la película que les han grabado. Memorable. También está muy bien llevada la doble secuencia temporal, la historia de amor y su secuela catorce años después, cuando recupera las películas que entonces se grabaron, las que él hacía con ella, y la del accidente en la que ella murió y él quedó ciego. Es especialmente buena la caracterización del protagonista y el maquillaje, y la manera en que el diector se recrea cambiando de imagen a Penélope Cruz. Los cameos se ponen con talento y se disfrutan; Penélope sale fantástica, y, en fin, una película excelente de la factoría del Deseo. Me quedo como imagen final con esa caricia ciega a una imagen que no se puede ver, imagen imaginada y deseada, como expresión no sólo de una nostalgia infinita por lo que se ha perdido, sino también de una pasión por el cine, y por atrapar la fugacidad de la vida y sus momentos imprevisibles, una pasión que parece querer llevarnos a una dimensión más allá del propio cine—apoderándose de esos momentos conservados, si pudiera ser.
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