Never Let Me Go
domingo 27 de marzo de 2011
Never Let Me Go
 Es ésta película, basada en la novela homónima de Kazuo Ishiguro,  un producto tristón y desilusionado, no apto para quienes gusten de  finales felices. Aquí el final es como el principio: es una película  "distópica", basada en el retrato de una sociedad que rechazamos, pero  en la que no se ofrece un remedio narrativo a ese mal social en la forma  de una derrota del sistema opresivo—ni siquiera en la forma de una  huída del sistema, posibilidad que ni llega a plantearse. Más bien se  nos sugiere (al final, y durante) que la sociedad hipócrita y cruel  retratada allí es fundamentalmente igual a la sociedad en la que  vivimos. O, aún más: que toda sociedad humana es así. En este sentido,  la película nos propone ponernos unas gafas de lucidez que (aceptando  que su perspectiva y su verdad sobre lo humano sea sólo una de las  posibles) son a la vez unas gafas distorsionantes; nos revela y nos  oculta la realidad. Y se plantea como una pequeña agresión a los  educados occidentales, únicos que irán a ver la película, y únicos  dispuestos a pagar por la autoagresión.
 
 Es una película de clones (descubrimos al rato, si no nos ha llegado la  onda preliminar). Los crían como ciudadanos infrahumanos, con el fin de  abastecer de órganos a la industria de transplantes. Y hasta aquí, y no  más, se parece a La Isla. Hay  granjas de clones, en forma de internado estilo señorita Rothenmeier—en  las que el agobiante ambiente de colegio hiperregulado se mezcla con una  dinámica de campo de exterminio. Los niños se hacen a su ambiente, sin  embargo, y se les educa para aceptar su destino, que van conociendo poco  a poco. Incluso cuando una profesora algo desencantada les precipita la  revelación de la verdad, no hay pánico ni angustia, sólo disciplina  condicionada...  y un ambiente parecido a cuando se les dice a los niños  que Dios no existe, o cuando reciben información sobre el uso de sus  genitales. Recuerda mucho el ambiente de limitación mental a las  discusiones que llevan los chavales sobre si habrá otra vida en el más  allá, o si existe la reencarnación, o si cada uno tenemos un alma gemela  en algún sitio.
 
 Nos dice Roger Ebert: "One of the most dangerous concepts of human  society is that children believe what they are told. Those who grow out  of that become adults, a status not always achieved by their parents." Y  esta película usa casi a la perfección este concepto—se nos muestra un  sistema educativo manipulador, que mantiene a los niños ignorantes de  las cosas más importantes que se pueden saber. (Por ejemplo, en nuestro  sistema educativo nunca se enseña a los niños cómo el mundo está  dominado, en general, por tiranos, mafiosos y criminales, que son los  que llegan a los puestos de poder—y es una verdad que muchos no llegan  nunca a descubrir por sí solos). Nos muestra la película cómo ellos van  organizando sus vidas, viviéndolas humanamente, en la medida en que  pueden, moviéndose en ese mundo disminuído y en esa nube de ignorancia.  Se sugieren muchos paralelismos simbólico-alegóricos, claro, y es eso lo  que tiene la película de crítica a la sociedad occidental actual. Por  ejemplo, la crianza para extraer órganos se asemeja, por desplazamiento  simbólico, a la fabricación de sujetos aptos para la maquinaria  social—para ser órganos adecuados en sus puestos de trabajo que ni les  van a aportar satisfacción ni plenitud, sino que van a suponer un lento  desgaste en el que los individuos, generalmente hablando, no van a  extraer todo el potencial de sus capacidades. Es la historia de una vida  disminuida, y de personajes que (como dice Ebert) nunca llegan a  madurar, en el sentido de que nunca cuestionan al sistema ni se plantean  una huída, un cambio, una rebelión. Son conformistas, creen en el orden  social en el que han crecido, aceptan sus valores aunque les asigne de  entrada el puesto de perdedores. Son como negros bien mandados en una  sociedad de apartheid, o como  los esclavos romanos—pero en unos años 70-80-90 retratados de modo muy  deprimente y aburrido. E irreal, claro, todo hay que decirlo: apenas se  nos muestra la sociedad "externa" al mundo mental de los clones, aunque  ellos son libres de moverse por ella dentro de un orden, llevan vidas  muy reguladas. La protagonista, Kathy (Carey Mulligan), se hace  "cuidadora", o sea, clon con ventajas especiales para pastorear clones,  hacer de mediador entre los opresores y los oprimidos y ayudar a  mantener el sistema. Nunca cuestiona ella este papel—lo más crítico que  se le oye decir o pensar es que "en realidad, los originales (los  ciudadanos de primera para quienes ellos se sacrifican) no llevan una  vida muy diferente de la nuestra". Y es verdad, y es mentira—y en ese  dilema se construye la película. 
 
 Como digo, tiene mucho de falsaria, por su misma osada elección de no  mostrar un mundo diferente al nuestro, en el que sin embargo hay esa  diferencia tan notable entre seres humanos. Eso no es posible, como no  serían posibles tantas cosas: un control de la información tan férreo,  una plaga de nazismo clónico uniforme en todo el planeta, una tal  unanimidad y falta de sentido crítico ante tal estado de cosas... O por  lo menos ofende pensar que fuera posible eso, y la idea disminuye al ser  humano—y de ahí extrae también su potencia la película. Se nos hace  pensar en regímenes no ya espectacularmente pervertidos como el nazi,  sino grises y desengañados y mal peinados, como el comunismo de Alemania  Oriental. Y pensamos que es posible, que la gente después de todo sí es  así, que funciona con ideas recibidas y que en general no las  cuestiona, ni crece. 
 

 Otras  analogías surgen: las granjas de clones que recuerdan a criaderos de  pollos nos recuerdan, claro, a los criaderos de pollos, o de cerdos, y  los activistas de los derechos animales harán su lectura de la película  en este sentido, porque el desengaño con la humanidad es libre, y toda  sociedad vive presa de sus convenciones éticas y de sus definiciones  sobre lo que es aceptable o no. Surgirán, por supuesto, analogías con  los movimientos de la "muerte digna" tan a menudo asociados actualmente a  la donación de órganos de muertos casi vivos, con elecciones terribles  que hay que hacer en los hospitales—la película también nos coloca  frente a esas situaciones desagradables que surgen de tener demasiado  control sobre el cuerpo humano y sus partes. Cuándo deja un humano de  ser humano, y pasa a ser considerado despiezable. Cuándo empieza a  serlo—y también nos hace pensar la película en la relativa unanimidad  occidental ante la cuestión del aborto. No tanta unanimidad, claro, como  aquí— que la película busca irritar mostrando una unanimidad excesiva,  —y sin embargo, no sé cómo lo diga, la hace inefectiva lo mismo que la  hace efectiva.  De la misma manera que, retratando a unos pobres  ignorantes, pasivos y bastante patéticos, en sus amores torpes y en su  pequeño mundo disminuido, también nos muestra lo que son las relaciones  humanas en sus limitaciones, en términos generales. Y divierte verlo, y  aburre—porque son aburridos y limitados ellos, y ahí está otra fuerza y  limitación simultánea de la película. Emplea una sociedad alternativa,  posible e imposible a la vez, para mostrar ciertos aspectos de la  nuestra, y criticarla—pero a la vez la crítica va más allá, y nos lleva a  una desilusión fundamental con los seres humanos, con lo que es la vida  en sí, siempre vivida de manera disminuida frente a los ideales. Y no  se ve salida, porque en la sociedad hay que ser un sujeto, y todo sujeto  está sujeto a su puesto. 
  
 Never Let Me Go. Dir.  Mark Romanek. Screenplay by Alex Garland, based on the novel by Kazuo  Ishiguro. Cast: Carey Mulligan, Andrew Garfield, Keira Knightley, Izzy  Meikle-Small, Charlie Rowe, Ella Purnell, Charlotte Rampling, Sally  Hawkins, Nathalie Richard. Exec. prod. Alex Garland, Kazuo Ishiguro,  Tessa Ross. Associate prdo. Joanne Smith. Coprod. Richard Hewitt. Prod.  Andrew Macdonald and Allon Reich. Music by Rachel Portman. Photog. Adam  Kimmel. Ed. Barney Pilling, Prod. des. Mark Digby. DNA Films / Film 4 /  Fox Searchlight, 2010.
 
 
 
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