Freud ante la esfinge
jueves 28 de julio de 2011
Freud ante la Esfinge
Con su lectura de la tragedia de Sófocles Edipo Rey, Freud convirtió a Edipo en un everyman—un individuo cuya historia epitomiza el desarrollo de todo ser humano. La leyenda ya contenía un germen (más que un germen, diría Freud) de este paso, al hacer que Edipo no entienda cómo el enigma de la Esfinge, que él acierta en parte, se refería no sólo "al hombre", sino a él—muy particularmente, y no sólo en tanto que parte del género humano.
Freud iría más allá, incluyendo en el destino general del hombre, tal como es representado por Edipo, no solamente el paso del héroe por las etapas de la vida (andando a cuatro patas, luego sobre dos piernas, luego con tres pies)—sino también la historia completa de Edipo: la muerte inconsciente del padre, y el deseo hacia su madre. El complejo de Edipo, en suma, que para Freud viene a ser determinante en la formación del sujeto humano y en su socialización simultáneamente, en el seno de la familia como pequeña sociedad. A la vez se forma la estructura del sujeto en tanto que ego socialmente aceptado e inconsciente antisocial, pulsional y sujeto a represión—pero que puede aflorar mediante extraños síntomas en la conducta consciente del sujeto.
Hay quien ha acusado a Freud de proyectar una historia personal, o una obsesión particular suya, al nivel de una interpretación general de la conducta humana. Y se le dé el valor que se le dé a la tesis edípica de la socialización, y de la formación del carácter y de la identidad socio-sexual, sí habrá que reconocer una cosa. Que Freud tenía un fuerte complejo de Edipo, de la modalidad más clásica y acusada, con rivalidad frente a un padre al que siempre representa en su obra como tiránico y autoritario (Totem y Tabú es otro modelo estándar del parricidio elevado a categoría hermenéutica). El mismo Freud reconoció en sus cartas a Fliess cómo de su propio autoanálisis había emergido este complejo de Edipo del cual él sufría, reconociendo su hostilidad inconsciente hacia su padre y sus deseos reprimidos en la infancia hacia su madre. En fin, que Freud se propone a sí mismo como modelo de libro para el complejo de Edipo—algo que nos puede hacer sospechar, cuanto menos, que la generalización del modelo como marco para la generación de todo sujeto puede tener, como poco, un elemento de proyección o de distorsión subjetiva, por las tendencias del propio analista.
Hay que señalar que, en todo caso, Freud tiene más complejo de Edipo que el propio Edipo—pues la historia del griego no da lugar al desarrollo de rivalidades inconscientes con su padre y de deseos hacia su madre. Sus padres para Edipo eran otros, y el hombre que mató y la mujer con la que se casó eran unos desconocidos, no familiares suyos. Freud mismo comenta que en los mitos las tendencias psicológicas están por así decirlo despsicologizadas, presentadas de modo objetivado y dramatizado en las acciones de los personajes, no en sus intenciones ni pensamientos. En suma, que Edipo no tiene por qué tener complejo de Edipo, más bien es imposible que lo tenga—lo que tiene que hacer es ofrecer con su historia un modelo que representa o expresa esas pulsiones identificadas por Freud. Que por su parte no es griego sino victoriano de Viena, y sí encuentra en su familia la situación patriarcal y edípica ideal para el complejo.
Así pues, Freud elige el mito de Edipo como modelo de la psicología del sujeto, y se presenta a sí mismo como un nuevo Edipo que ha descifrado un enigma—el enigma del hombre también, el enigma de la formación del sujeto. Freud y Edipo se ven a sí mismos como descifradores de enigmas: lo cual no deja de tener cierta ironía, visto que la interpretación de Edipo había sido incompleta y parcial… verdadera, pero engañosamente verdadera. El libro de Nicholas Ray Tragedy and Otherness (2009) examina algunas disfunciones de la interpretación freudiana. Y recoge esta anécdota tan reveladora contada por Ernest Jones en su biografía de Freud. Un "curioso incidente", lo llama Jones. Era por el cincuenta cumpleaños de Freud, y se reunieron un grupo de sus discípulos y seguidores para hacerle un regalo: un medallón que por un lado llevaba una imagen en bajorrelieve con el perfil de Freud, y por el otro una ilustración griega de Edipo frente a la Esfinge, respondiendo su acertijo, figuras rodeadas con este lema:
OS TA KLEIN AINIGMAT EDEI KAI KRATISTOS EN ANER
- es decir, "El que adivinó el célebre enigma y fue un hombre muy poderoso". Son palabras del Coro en el éxodo de Edipo Rey, de Sófocles. Pues bien, resulta que cuando Freud vio la medalla con la inscripción,
Nos cuenta el propio Jones, al parecer ajeno a la dimensión inquietante de su propio relato, cómo él mismo se encargó de llevar la profecía autocumplida hasta sus últimas consecuencias, pues cuidó de que cuando (en efecto) se erigió un busto a Freud en el claustro de la Universidad de Viena, se le añadiese la inscripción sofocleana del medallón. "Es", dice, "un ejemplo muy raro de que una ensoñación de la adolescencia se vuelve cierta en cada detalle, aunque le costase ochenta años el realizarse" (1955, 2.14, cit. en Ray 60). Jones, como vemos, se centra en la autosatisfacción de la profecía cumplida, mientras que la propia escena que describe parece sugerir una dimensión más inquietante. Unheimlich, por ser más precisos. También es simplista que Jones observe que la profecía adolescente se ha cumplido al detalle pasando por alto su dimensión de profecía autocumplida, su propio papel en autocumplirla, o el trayecto en concreto (inesperado y reflexivo) por el cual llega a cumplirse.
Puede uno preguntarse qué enigma era el que Freud quería desvelar, siendo estudiante. También pueden aducirse explicaciones diversas para esta especie de déjà vu, o momento inquietante, como se le quiera llamar. Supongo que el propio interés continuado de Freud por Sófocles, ya desde estudiante por lo que se ve, fue captado sobradamente por Federn y los otros discípulos, y puede aducirse que el símil entre Edipo y Freud no era ya por entonces ajeno a la mitografía psicoanalítica. Ray explora algunos paralelismos entre Freud y Edipo como racionalistas presuntuosos. Sea como sea, el momento en que Freud contempla el medallón tiene algo de oracular—es una de esas coincidencias que permiten leer un destino; es significativo en todo caso, y algo tiene la escena que sugiere una revelación potencial de sentidos ocultos—quizá inesperados y desagradables, como si la coincidencia relativa a los enigmas fuese un nuevo enigma que requiriese interpretación, y anunciase, de manera autodesconstructiva, el propio fracaso de la teoría, o una dimensión indeseable de la misma, en el momento justo de celebrar su triunfo. La alteración de Freud puede ascribirse quizá sólo a la coincidencia, y a la emoción de ver una profecía realizada, o quizá pueda verse en ella (es lo que sugiere la descripción de Jones) una especie de desbaratamiento, un paso en falso dado por alguien con buena intención pero con resultados inesperados. Lo inesperado podría ser que el enigma está a medio resolver, y que el que se precia de adivinador de acertijos (Edipo, Freud) quizá tenga una trabajo interminable por delante, pues la interpretación misma se convierte (como decía T. S. Eliot) en un fenómeno que ha de ser interpretado de nuevo, volviendo el trabajo hermenéutico potencialmente interminable e irresoluble.
La frase del coro tiene una dimensión irónica, no para el coro mismo, sino para el espectador reflexivo de la obra, que ve en ella una versión incompleta y blanqueada de los hechos y de la carrera de Edipo, así como de su capacidad en tanto que descifrador de enigmas. La obra misma es la historia de cómo la presunción de Edipo, confiado en su propia perspicacia como intérprete, le lleva a buscar al causante de los males de Tebas, sin saber que tras la pista del asesino se encuentra él mismo. Pero no es ese secreto desvelado cuya solución celebra el coro, diciendo cómo "adivinó el célebre enigma". Es una frase que celebra una solución incompleta e irónica. Freud nunca cuestionó seriamente, al parecer, que tras la resolución de su propio enigma, el del sujeto humano, pudiera hallarse no sólo Freud en tanto que sujeto humano, que es la solución que creyó encontrar en su autoanálisis, sino Freud como Freud. Es decir, que en el enigma que se le propuso, y en la solución que él dio, al margen de su aplicación al "hombre en general", la más dolorosa y significativa respuesta fuese, una vez más, gnothi seauton. Quizá en su agitación y sorpresa al encontrarse con el momento casi mítico de la profecía autocumplida pueda leerse también una sospecha de que siempre queda un enigma por resolver, una vez se han resuelto los enigmas, y una inquietud porque el destino aún tiene secretos por desvelar. Secretos que pueden ser dolorosos de sacar a la luz, pues se refieren a la propia historia del intérprete, la que lo ha llevado hasta ese enigma que sólo a medias ha quedado resuelto—diga lo que diga el coro.
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