Hacia los confines del mundo
Hacia los confines del mundo
Hoy nos damos un paseo hacia uno de los confines del mundo, el antiguo—y el actual, suponiendo que los siga teniendo, un mundo redondo. Es un fin del mundo que nos cae cerca—en Cabo Home, al final de la península del Morrazo, pasada la ría de Aldán. A lo lejos hemos visto Vigo, y unos gigantescos cargueros llevando coches a miles, seguramente, al otro lado del mar. Pero donde estábamos siguen los pueblos viejos de siempre, un sitio que parece nórdico, o del norte de escocia, me acuerdo de Ullapool y de Stornoway. Del Cabo Norte... Aunque ahora se empiezan a ver chalets, hasta con amago de pequeña urbanización en algún pueblo, llegamos más y más los turistas. Pasando por Hío primero y Donón después, hemos subido hacia O Facho—está en un monte en la parte alta de la costa, se ven los pesqueros faenando abajo, frente a las Cíes—una buena fila de Cíes, por cierto, se ve desde allí, y una panorámica tremenda de niebla y sol poniente, parece que te has metido talmente en un cuadro de Turner. O Facho es un faro romano, en el mismo confín de la tierra—allá donde llegaban los romanos y se les acababa el mundo, sólo queda un horizonte enorme donde se pone el sol, como en Finisterre, y también van las parejas y los perroflautas a ver la puesta de sol en plan New Age, o quizá Old Age. Siempre ha ido la gente allí—están las ruinas de un castro amurallado, con piedras de formas extrañas, excavado hace unos pocos años. Más quedará por excavar. "Mirad, Ivo y Oscar, restos de una antigua civilización. Esto fue en tiempos como Rohan—o igual como el pueblo de Astérix". Alguna estela romana que salió se la han llevado, han dejado una foto. El Facho es quizá un faro romano, una construcción no muy alta pero muy recia, de bloques de esos que los ves y dices "—romano". Al parecer hubo un santuario romano, años después de que quedase deshabitado el poblado primitivo. Y hay de hecho una vía romana que sube—romana tiene que ser, porque se ven siglos y siglos de erosión en el enlosado, muy deformado ya, pero cuidadosamente recortado en sitios donde el suelo es de rocas enormes, para acondicionarlo para el paso de carretas. Y allí hemos visto nuestra puesta de sol a lo Turner, Álvaro encima del faro en cuestión, posando como un Buda o un alien teleportado; yo abajo, que yo no estoy ya con ganas de escaladas. Luego hemos bajado por un camino de helechos y eucaliptos, a donde llegan en coche los adoradores del sol y jipis de camioneta—que al Facho sólo hay camino de mulas. Y se prolonga la puesta de sol, en esta Noruega hispana, por estas fechas del año, aún no era de noche cuando hemos vuelto a Bueu, a tiempo de ver Los Misterios de Laura. La gente que peregrinaba a Santiago seguramente iba en parte hacia el fin del mundo, y muchos seguían camino hasta Finisterre, por eso de ver dónde termina la tierra del todo. América es otra historia, reciente. Al parecer aquí en Cabo Home hubo otro Finisterre, al menos muchos se molestaron en subir aquí ya en tiempo de los romanos. Y algunos siguen haciéndolo. Viendo la puesta de sol à la Turner, se entiende cómo terminaba el mundo entonces, y el misterio o la nada que había más allá de cada una de las Ultimas Thules.
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