Nuestro futuro tras el Cénit del Petróleo
martes 6 de diciembre de 2011
Nuestro futuro tras el Cénit del Petróleo
Comparación de dos posibles escenarios una vez superado a nivel global el techo máximo de producción de petróleo. (Fuente: Peak Oil: The End of Cheap Oil - http://www.peak-oil-crisis.com)
La sociedad moderna está atada al petróleo más que a ninguna otra fuente de energía y de materiales. El cénit global en la extracción del petróleo supone una producción en constante disminución—sin una fuente alternativa, ni una combinación de fuentes, que sea capaz de reemplazar al petróleo, ni de cerca, en cuanto a resultados en energía neta, en ritmo de flujo, o en volumen. En la década de 1950, el conocido geólogo norteamericano M. King Hubbert observó que un gráfico de los descubrimientos de petróleo a lo largo del tiempo tendía a formar una curva en forma de campana. Supuso que el índice de producción petrolífera formaría una curva similar, conocida ahora como la "curva de Hubbert":
A pesar de abundantes críticas en sus tiempos, Hubbert predijo con éxito que los estados continentales de los EE.UU. alcanzarían su máximo de producción a principios de los 70—una realidad desalentadora que ha hecho que la economía norteamericana dependa cada vez más de importaciones de petróleo para cubrir la creciente demanda doméstica.
A pesar de un acuerdo creciente en que la teoría de Hubbert es fiable en términos generales, sigue debatiéndose bastante la cuestión de cuánto durará el declive inevitable en las reservas de petróleo, y de cuáles serán las consecuencias para la sociedad en general. Aquí presentamos de modo esquemático dos teorías contrapuestas:
1. la teoría del "colapso catabólico" del autor John Michael Greer, que predice que el descenso de la energía seguirá un esquema general de descenso en forma de escalones, puntuado por breves periodos de recuperación económica, y
2. la teoría del "petrocolapso" del analista del petróleo Jan Lundberg, que postula una caída pronunciada, a modo de precipicio, en la producción del petróleo, con consecuencias dramáticas para nuestra economía.
Hundimiento catabólico: Declive en forma de escalones
Resumido de la reseña de The Long Descent (El largo descenso), de John Michael Greer, hecha por Frank Kaminski.
En su libro El largo descenso (2008), John Michael Greer prevé un periodo de desindustrialización glacial, impulsado por un proceso que denomina "colapso catabólico". Greer empieza exponiendo con algunos preliminares sobre el punto máximo de la producción petrolífera, el estudio del Club de Roma Límites del desarrollo, con algunas lecciones extraíbles de colapsos sociales anteriores, y con la diferencia entre los problemas (que tienen solución) y las situaciones difíciles (que no la tienen). Sostiene de modo convincente que el máximo de la producción petrolífera es más bien una situación difícil que un problema.
Basándose en la teoría del colapso o hundimiento catabólico, Greer traza el cuadro de cómo es probable que esta situación difícil se vaya desarrollando a lo largo de las décadas y de los siglos que tenemos por delante. Su teoría muestra cómo las civilizaciones encaminadas al hundimiento tienden a declinar de una manera escalonada, descendente, con sucesivas crisis y recuperaciones. No sufren la caída libre repentina y catastrófica que plantean los más irredentos profetas del final de la era del petróleo.
¿Cómo tendrá lugar el hundimiento catabólico de nuestra propia sociedad? Greer nos ve al borde de un par de décadas de contracción económica, escasez crónica de energía, declive en los servicios sanitarios públicos, conflictos políticos y desaparición gradual de las tradiciones culturales y conocimientos. Este periodo de crisis, predice, será seguido por un respiro de quizá unos 25 años, durante los cuales habrá un poco de margen una vez la sociedad se haya aliviado de los despilfarros energéticos producidos por la motorización y electrificación universales, por los edificios climatizados, por la medicina moderna y por otras comodidades actuales. Pero este respiro irá seguido, a su vez, por otra ronda de crisis que irán despojando a nuestra civilización de más capas de complejidad social, y así sucesivamente.
A la larga, el mundo desarrollado adoptará un modo de vida agrario articulado en torno a comunidades locales y recursos sostenibles. Pero este cambio sucederá tan lentamente que nadie que viva hoy estará para ser testigo del resultado final. Así pues, sostiene Greer, deberíamos orientar nuestros esfuerzos no a sobrevivir al final de la civilización industrial, sino a conseguir superar el periodo de crisis inminente que será sólo un breve intervalo en el seno de este contexto más amplio.
Con este fin, Greer expone algunas estrategias y tecnologías que permitan sobrellevar las décadas de crisis que vienen. La respuesta más adecuada ante los retos que se presentan, cree Greer, no es plantar enclaves de supervivencia ni comunidades-salvavidas, sino rehacer nuestras actuales ciudades, pueblos y campos para enfrentarnos mejor a estos retos.
A nivel individual, todos tenemos que limitar drásticamente el gasto en energía, y encontrar maneras de hacer las cosas con poca tecnología, preparándonos para la inevitable escasez. También tenemos que posicionarnos en nichos de empleo que atiendan a las necesidades humanas efectivas, ya que serán estos los trabajos que probablemente seguirán teniendo demanda. Ante la decadencia de los sistemas públicos de salud, cada persona debería aprender a hacerse responsable de su propia salud. Por último, debemos ayudar a fomentar el establecimiento de redes sociales locales en nuestra comunidad, que serán esenciales para conservar servicios básicos tales como la seguridad pública, el agua y el alcantarillado cuando el gobierno de la nación resulte ineficaz.
El petrocolapso: Una caída pronunciada del petróleo
por Jan Lundberg, CultureChange.org
Nos enfrentamos a un futuro sin petróleo inminente y abrupto, con un consumo per cápita de energía dramáticamente más bajo que el actual. La mayoría de la gente con estudios ha oído hablar del techo de producción del petróleo, pero a muchos se les ha llevado a creer que habrá una pendiente descendente lenta de extracción de reservas, una vez se haya superado el pico. Esto es teórico, basado en cálculos de las reservas que quedan en el suelo, que pueden ser exactos o no.
En lo que hay que fijarse es en la dinámica de abastecimiento al mercado y en funciones de la industria petrolífera tales como las necesidades que imponen las refinerías. Estas inflexibilidades darán lugar no sólo a escaseces repentinas y paralizadoras, sino también a la incapacidad de que la industria del petróleo mantenga un flujo de productos a un nivel sostenido y a largo plazo—un escenario que denomino "petrocolapso".
En 1979 mi compañía Lundberg Survey predijo con exactitud que una descenso en la producción del 9% llevaría a que se disparasen los precios, hubiese compras guiadas por el pánico, y almacenamientos para tiempos de escasez—lo que el banquero inversionista del petróleo Matthew Simmons llama "una carrera al banco de la energía". Cuando se dé la siguiente crisis mundial de abastecimientos, sin que puedan acudir al rescate ni la industria del petróleo ni el gobierno, los efectos socioeconómicos serán rápidos y devastadores. En cuestión de días, los supermercados y los huertos locales se quedarán sin existencias, y los trabajadores no residentes no podrán coger el coche para ir a su puesto de trabajo. Cerrarán negocios, en parte debido a su dependencia de los repartos puntuales. El derrumbamiento no tocará fondo hasta que la producción local de alimentos pueda abastecer al número de habitantes que queden. El único modelo conocido por la industria del petróleo es el crecimiento. El único modelo socioeconómico a gran escala que se conoce es el del crecimiento, que ha sido posibilitado en el pasado por una producción petrolífera cada vez más abundante. Estas fuentes se están hundiendo en los países productores, y la demanda nunca será compensada por los esquistos, los aceites pesados o el biocombustible. Al ir cayendo en picado la reserva de petróleo, la industria será incapaz de adaptarse. No puede frenar sin más su producción de refinado adaptándola a la escasez para seguir una curva suave descendente. Las refinerías tienen que utilizar su capacidad a niveles altos para producir un equilibrio de producto (gasolina, destilados, fuel oils). Esta necesidad se mantendrá constante a medida que se cierren los pozos menos productivos y que las instalaciones ya oxidadas vayan requiriendo inversiones y adaptaciones cada vez mayores.
La rápida caída del negocio y del empleo, junto con la demanda y destrucción de las reservas de petróleo, son las características del petrocolapso. Estamos en una fase temprana, y será inevitable una contracción repentina e inmensa de la producción. La esperada "recuperación" no podrá tener lugar, sin energía barata y sin otros recursos para una población creciente. Es sólo una cuestión de tiempo antes de que llegue la siguiente Crisis Masiva del Petróleo, y haya una enorme demanda y destrucción de petróleo y de otros productos básicos de consumo. Esto transformará el estilo de vida moderno en un modo de vida post-industrial y local.
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Puede también leerse el artículo de la Wikipedia sobre el Pico petrolero o Cénit del Petróleo.
Este artículo es de 2008, año en el que se disparó el precio del petróleo sólo para caer pronunciadamente de nuevo—una caída que, vista con perspectiva, puede que sea más engañosa que la subida que le precedió.
Hay que esperar que estas predicciones sean todo lo catastrofistas que parecen, y que Occidente logre evitar un hundimiento masivo, y salvar sus muebles, aunque es obvio que tendrá que cambiar sus hábitos derrochadores. No sé si hay razones para ser optimista. Aunque es difícil calcular la fecha del pico del petróleo—un cálculo que sólo se podrá hacer retrospectivamente de modo exacto—parece plausible que estamos en el cénit, y que la crisis financiera y de deuda pública actual tiene sus raíces, no muy confesadas, en una crisis de confianza en el futuro—que es, en el fondo, una crisis energética. El modelo de crecimiento indefinido y de globalización creciente ya no inspira la confianza que inspiraba antes, y todo el mundo va haciendo sus apuestas a la baja. En cuanto a España, la salida de su propia crisis no va a ser fácil, pues va a enlazar con una crisis mundial mucho más profunda, cuando los Estados Unidos se vean colapsados a su vez por la deuda pública y la recesión. Un desarrollo éste que, me temo, es inminente.
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