Según Darwin (Charles). Un pasaje de su libro sobre la selección sexual; en concreto sobre los factores que modifican la selección sexual entre los salvajes y los bárbaros. Hoy en día hemos adelantado mucho, hemos cambiado el infanticidio por la anticoncepción—y por el aborto, claro.
Infanticidio. Esta práctica es ahora muy común en todo el mundo, y hay razones para creer que estaba mucho más extendida en épocas anteriores. Los bárbaros encuentran difícil sostenerse a ellos y a sus hijos, y un método sencillo es matar a los niños. En América del Sur algunas tribus, según Azara, destruían antaño a tantos niños de ambos sexos que estuvieron al borde de la extinción. Se sabe que en las islas de la Polinesia las mujeres han matado desde cuatro o cinco hasta diez de sus hijos, y Ellis no pudo encontrar ni una sola mujer que no hubiera matado al menos uno. En una aldea de la frontera oriental de la India, el coronoel MacCulloch no encontró ni una sola niña. Allí donde el infanticidio domina, la lucha por la existencia será menos grave, y todos los miembros de la tribu tendrán una oportunidad casi igualmente buena de criar a los pocos hijos supervivientes. En la mayoría de los casos se elimina un número mayor de niñas que de niños, porque es evidente que éstos son de mayor valor para la tribu puesto que, cuando sean mayores, ayudarán a defenderla y pueden mantenerse. Pero las dificultades que las mujeres padecen cuando crían a los hijos, la consiguiente pérdida de su belleza, la mayor estima que se deposita en ellos cuando son pocos y su destino más halagüeño, son motivos adicionales para el infanticidio, según reconocen las mismas mujeres y diversos observadores.
Cuando, debido al infanticidio femenino, las mujeres de una tribu eran pocas, el hábito de capturar esposas de ls tribus vecinas habría surgido de modo natural. Sin embargo, como hemos visto, sir John Lubbock atribuye la práctica en gran medida a la existencia previa de matrimonio comunal, y a que en consecuencia los hombres capturaban mujeres de otras tribus para tenerlas como propiedad única. Se podrían asignar causas adicionales, como que las comunidades eran muy pequeñas, en cuyo caso las mujeres en edad casadera serían a menudo deficitarias. El que esta costumbre se practicaba de manera muy gneeral en épocas pretéritas, incluso por los antepasados de los países civilizados, lo demuestra claramente la conservación de muchas costumbres y ceremonias curiosas, de las que mister M'Lennan ha ofrecido una interesante relación. En nuestros propios matrimonios, el "padrino de boda" parece haber sido originalmente el principal instigador del novio en el acto de la captura. Ahora bien, mientras los hombres se procuraban habitualmente las esposas mediante violencia y astucia, se habrían contentado con capturar a cualquier mujer y no habrían seleccionado a las más atractivas. Pero tan pronto como la práctica de procurarse esposas de una tribu distinta se consiguió mediante el trueque, tal como en la actualidad ocurre en muchos lugares, genralmente se habrían comprado las mujeres más atractivas. Sin embargo, el cruzamiento incesante entre tribu y tribu, que necesariamente se sigue de cualquier forma de dicha costumbre, habría tendido a mantener a todas las personas que vivieran en el mismo país casi uniformes en sus caracteres, y ello habría interferido con el poder de la selección sexual a la hora de diferenciar las tribus.
La escasez de mujeres, consecuencia del infanticidio femenino, conduce asimismo a otra práctica, la de la poliandria, todavía común en diversas partes del mundo, y que antaño, según cree mister M'Lennan, predominaba de manera casi universal; pero esta última conclusión la ponen en duda mister Morgan y sir John Lubbock. Siempre que dos o más hombres se vean obligados a casarse con una mujere, es seguro que todas las mujeres de la tribu se casarán, y no habrá selección por parte de los hombres de las mujeres más atractivas. Pero en estas circunstancias, sin duda las mujeres tendrán la capacidad de elección, y preferirán a los hombres más atractivos. Azara, por ejemplo, describe cuán detenidamente una mujer guana regatea para obtener toda suerte de privilegios, antes de aceptar a uno o más maridos; y, en consecuencia, los hombres prestan un cuidado inusual a su aspecto personal. Asimismo, entre los toda de la India, que practican la poliandria, las muchachas pueden aceptar o rechazar a cualquier hombre. En estos casos, un hombre muy feo quizá no consiga nunca una esposa, o laa consiga a una edad avanzada, pero los hombres más hermosos, aunque tendrán más éxito a la hora de conseguir una esposa, no dejarán más descendientes, hasta donde sabemos, que hereden su belleza que los maridos menos bellos de las mismas mujeres.
Compromismos tempranos y esclavitud de las mujeres. En muchos salvajes es costumbre comprometer en matrimonio a las mujeres cuando todavía son niñas, y ello impediría efectivamente que se ejerciera preferencia, por una y otra parte, en función del aspecto personal. Pero no impediría que las mujeres más atractivas fueran posteriormente raptadas o tomadas a la fuerza de sus maridos por los hombres más poderosos; esto es lo que ocurre con frecuencia en Australia, América y otros lugares. Las mismas consecuencias con referencia a la selección sexual se producirían en cierta medida cuando las mujeres son valoradas casi exclusivamente como esclavas o bestias de carga, como ocurre con muchos salvajes. Sin embargo, los hombres preferirán en todos los casos a las esclavas más hermossas según su patrón de belleza.
Vemos así que entre los salvajes predominan determinadas costumbres que han de interferir mucho con la acción de las selección sexual, o frenarla totalmente. Por otra parte, las condiciones de vida a las que se hallan sometidos los salvajes, y algunas de sus cosstumbres, son favorables a la selección natural; y ésta entra en juego al mismo tiempo que la selección sexual. Se sabe que los salvajes padecen mucho más de hambrunas recurrentes; no aumentan su comida por medios artificiales, raramente evitan casarse y por lo general se casan siendo jóvenes. En consecuencia, deben estar sometidos a fuertes pugnas ocasionales por la existencia, y sólo sobrevivirán los individuos favorecidos.
En un período muy temprano, antes de que el hombre alcanzara su actual situación en la escala, muchas de sus condiciones debían ser diferentes de las que en la actualidad prevalecen entre los salvajes. A juzgar por la analogía de los animales inferiores, entonces o bien vivía con una única hembra, o bien era polígamo. Los machos más vigorosos y capaces serían los que mejor obtuvieran hembras atractivas. También tendrían más éxito en la lucha general por la vida, y en defener a sus hembras, así como a sus descendientes ante toda clase de enemigos. En este período primitivo, los antepasados del hombre no debían estar lo bastante avanzados en intelecto como para prever contingencias distantes; no podían barruntar que criar a todos sus hijos, en especial a sus hijas, haría que la lucha por la existencia fuera más severa para la tribu. Estarían gobernados más por sus instintos y menos por la razón que los salvajes de la actualidad. En aquel período no habrían perdido parcialmente uno de los institos más poderosos, común a todos los animales inferiores, a saber, el amor por sus hijos pequeños, y en consecuencia no habrían practicado el infanticidio femenino. Así, las mujeres no se habrían hecho escasas y no se habría practicado la poliandria; porque apenas ninguna otra causa, excepto la escasez de mujeres, parece suficiente para quebrar el sentimiento natural y ampliamente dominante de los celos y el deseo de cada macho de poseer una hembra para sí. La poliandria sería un escalón natural para los matrimonios comunales o las uniones casi promiscuas, aunque las mejores autoridades creen que este último hábito precedió a la poliandria. Durante los tiempos primordiales no debía haber compromisos matrimoniales tempranos, porque ello implica previsióin. Tampoco las mujeres debían valorarse simplemente como esclavas útiles o bestias de carga. Ambos sexos, si a las hembras se les permitía igual que a los machos ejercer alguna selección, elegirían a sus parejas no por sus encantos mentales, o por la propiedad o la posición social, sino casi exclusivamente por su aspecto externo. Todos los adultos se casarían o se emparejarían, y todos los hijos, hasta donde fuera posible, se criarían, de modo que la lucha por la existencia sería periódicamente severísima. Así, durante estas épocas, todas las condiciones para la selección sexual habrían sido más favorables que en un período posterior, cuando el hombre había progresado en sus facultades intelectuales pero había retrocedido en sus instintos. Por lo tanto, sea cual fuere la influencia que la selección sexual tuviera en producir las diferencias entre las razas del hombre, y entre el hombre y los Cuadrumanos superiores, dicha influencia habría sido más poderosa en un período remoto que en el momento actual, aunque probablemente todavía no se ha perdido del todo.
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