Hace ya más de un año que se murió The Valve, supongo que de una mezcla de sobreinformación ambiental e infraparticipación local. Lo digo porque últimamente empiezo a ver signos de muerte en este blog, que empecé en 2004. Ya prácticamente no escribo artículos, ni organizados ni divagantes. Ya no comento las películas que veo; las veo y ya está, como hacía antes. Anuncio viejos materiales—me anuncio a mí mismo, por así decirlo, quiero decir que nunca hay reacciones a esos autoanuncios. De cosas personales nunca he hablado mucho, a pesar de las apariencias. Sí, sigo navegando por ahí, y cortopego y enlazo... (y, bueno, así empezaron los blogs, como colecciones de enlaces y curiosidades de la web) pero eso parece indicar que como poco este blog está cambiando de naturaleza. Pego fotos, pero ya están en otras partes, es redundante. Tengo un microblog, pero eso ya está en mi twitter. La función del blog como centro de operaciones no parece ser tan importante que justifique su existencia, y menos por triplicado. Sobre todo cuando mi ratio de posts/comentarios debe ser la más baja del planeta. Requerirá un replanteamiento, o sacudirse la inercia. Pero en suma, prefiero que muera de muerte natural, y eso significa por ahora seguir rodando cuesta abajo lentamente, rechinando y tambaleándose, mientras los ejes se van gastando.
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Por otra parte, tengo la sensación de que mis intereses no son ni muy compartidos ni muy conducive to life. El ver las cosas a escala global, o cósmica, el tener una idea clara de a qué se debe todo y de qué está compuesta cada esquina del mundo, cada gesto y cada intervención, es muy beneficioso para el conocimiento, pero no tanto para el entusiasmo. Con lo cual, no sólo es que el estudio de tus propias motivaciones te conduzca a una especie de nirvana inactivo—es que ni siquiera entran muchas ganas de difundir ese insight into the true nature of reality. No aspiramos a ser meméticos, una vez sopesado todo. Let things slowly drift—they will do so anyway.
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