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Retropost - El poema de la semana - 'To Hear with Eyes'

domingo, 24 de enero de 2016

Retropost #568 (25 de octubre de 2005): El poema de la semana - "To Hear with Eyes"



En realidad ni me comprometo a poner un poema cada semana ni éste se titula "To hear with eyes". Hoy lo hemos comentado en clase (bueno, hemos mayestático, porque los alumnos para variar no se lo habían leído y no tenían por tanto mucha opinión al respecto). Es el Soneto 23 de Shakespeare:


As an unperfect actor on the stage,
Who with his fear is put besides his part,
Or some fierce thing replete with too much rage,
Whose strength’s abundance weakens his own heart;
So I, for fear of trust, forget to say
The perfect ceremony of love’s rite,
And in mine own love’s strength seem to decay,
O’ercharged with burthen of mine own love’s might:
O let my books be then the eloquence
And dumb presagers of my speaking breast,
Who plead for love, and look for recompense,
More than that tongue that more hath more expressed.
O learn to read what silent love hath writ:
To hear with eyes belongs to love’s fine wit.

Vamos a traducillo, aunque recomiendo otra traducción, la de García Calvo (que no soy yo, a pesar de lo que pueda pensar algún malintencionado).


Igual que un actor imperfecto en la escena
que por su miedo se sale del papel
o alguna cosa fiera repleta de tal rabia
que su exceso de fuerza le afloja el corazón,
Así dejo no dicha, por miedo a confianza,
la ceremonia entera del rito del amor,
y parece que me hundo en la fuerza de mi amor
cargado con el peso de toda su potencia.
Oh, que sean pues mis libros la elocuencia
y presagios mudos de mi alma que habla,
que ruegan amor y buscan recompensa
más que esa lengua que más y más se expresa.
Aprende a leer pues lo que el amor callado ha escrito:
Oír con ojos es en el amor saber más fino.

Muchos lectores parecen sentir que el soneto trata del contraste entre la palabra y los gestos; sobre el lenguaje gestual o no codificado como una expresión más sincera de la verdad del corazón que el lenguaje hablado. Así parece funcionar la imagen inicial del actor, que no sólo se olvida de su papel sino que expresa vívidamente en su gesto el miedo que lo embarga: nos muestra el auténtico personaje, digamos, no el personaje que quería interpretar. Las palabras de amor convencionales quedan así desacreditadas como una retórica sospechosa de ser sólo eso, retórica.

Pero el problema es que el soneto no pone en contraste explícito "eloquence" contra "body language", sino "eloquence" contra "books". Vaya. Aquí hay algo que no pega, y muchos editores han procedido a corregirlo por la vía rápida. En el verso 9, donde el original dice "books", interprétese error del copista o del cajista, y póngase "looks", es decir, gestualidad, proxémica, expresión, miradas lánguidas, body language, etc. Todo perfecto... salvo que no hay acuerdo (ni lo habrá, adelanto). Sobre las disensiones de los editores en torno a esta letra ha escrito Igor E Klyukanov ("What’s in a Letter? Shakespeare’s 23rd Sonnet Revisited." Analecta Malacitana 19.1 [1996]: 111-20). (Y aún tengo que ver qué dice al respecto George T. Wright, "The Silent Speech of Shakespeare’s Sonnets", en Shakespeare’s Sonnets: Critical Essays, ed. James Schiffer; Nueva York: Garland, 1999, 135-60... hmm, interesante, sobre el desarrollo de la poesía como voz de la interioridad, aunque no dice gran cosa sobre este soneto en concreto, sí parece relevante).

Propongo una interpretación que reconcilia los dos sentidos: el soneto pide "looks", pero tenemos "books." El soneto se basa en una tradición petrarquista de sonetos anteriores donde los gestos del amante son más elocuentes que sus palabras. "Looks" no es necesario, es redundante. Está escrito en la cara del soneto. El poeta recomienda a la persona amada que lea sus libros para enterarse de su amor... pero no leerá ahí, blanco sobre negro, las palabras que es incapaz de pronunciar cara a cara. Los libros hablan de ese amor pero sólo entre líneas, para quien sabe leerlos: quizá aún más, para quien quiere leerlos así, quien se ha dejado convencer por la petición del poeta y se entrega a ese ejercicio de complicidad.

La literatura también tiene su gestualidad. Lo que leemos entre líneas, el espacio de la interpretación, es para Shakespeare el espacio donde puede tener lugar el encuentro erótico-textual con su lector. Le plaisir du texte, que diría Barthes. No hay contradicción entre el lenguaje y el gesto: el lenguaje también es gesto, precisamente porque en su uso comunicativo, que siempre es también poético, el lenguaje se recrea a sí mismo: no puede reducirse a un código sino que siempre fuerza el sentido literal de las palabras para expresar algo más a donde no llega lo ya dicho hasta entonces.

O, podíamos decir, haciéndonos eco de Eco: "te amo" es lenguaje apropiado para Barbara Cartland. Shakespeare dice, más bien – esto que escribo tiene una mirada febril. (Vamos, mírala).


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