Retropost (2006): Biescas bajo la luz amarilla
Biescas bajo la luz amarilla
Publicado en Personales. com. José Ángel García Landa
Me acabo de leer La Noche con Alice, cuando Julia merodeaba por la casa, de Botho Strauss. Género digamos Beckett/Kafka/Burroughs. Sin línea argumental, sólo una sucesión de escenas más o menos grotescas o análisis de psicologías donde la normalidad roza la anormalidad. Me ha gustado un párrafo que dice así:
Una sola persona es sin duda un gigantesco montón, una colosal aglomeración de enlaces, que lo conectan con mil otros ,en cada uno de los cuales por otra parte están almacenados miles de enlaces más, que lo conectan con una verdadera infinidad de muchos otros. Pues nadie pertenece a otro. Ya nadie encaja bien en una historia aislada. Una persona huye donde la siguiente. Ésta huye donde la subsiguiente. Y así sucesivamente. En alguna parte, en medio del trayecto, en plena huida de uno al siguiente, se detiene de pronto, pasamada en una figura quieta: entonces ya pasó. Entonces ya no corres peligro. Conmigo nunca corres peligro. (68)
Pero es difícil pensar que una persona que escribe con tanta voluntad de estilo va a decir algo verdadero jamás. Si tuviese que contar nuestra excursión a Biescas a la Botho Strauss. Sería necesario hablar de la luz amarilla que invadía el pueblo, y que llevaba a los habitantes no sólo a fotografiarse bajo ella, solos o en parejas, sino seguidamente a especular sobre las razones de esa luz amarilla. O, quizá, nos fijaríamos (pero no las parejas que se fotografiaban bajo la luz amarilla) en cómo los niños no se fijaban en la luz amarilla, enfrascados en juegos de ordenador, simulaciones bélicas. Y así había muchos mundos distintos, bajo la ilusión de que todos convivían en el mismo: el mundo de quienes fotografiaban la luz, el de quienes especulaban sobre su naturaleza, y el de quienes la ignoraban. Otras cosas eran ignoradas, o aparcadas, a veces frases, a veces trozos inmensos de la geografía, o del tiempo. La atención requiere seleccionar, subrayar, falsificar quizá. También la atención a los otros. Y así la luz amarilla creaba su propia verdad, y su propia mentira.
Encontré un poco cargante a Botho Strauss, quizá porque todos podamos escribir párrafos como el anterior o como cualquiera de los de su libro sin mayor necesidad de organización. Quizá sólo porque compré erróneamente el libro creyendo que era una novela (quizá porque se venda como si fuese una novela) en lugar de prosa poética. Poesía a la manera de los cuadros de .... de ... un artista centroeuropeo cuyo nombre no me sale ahora, imágenes desagradables llenas de gente embarcados en actividades absurdas, una especie de desfile de ciegos de Brueghel adaptado a la vida moderna.
Llegamos con tormenta, con rayos cayendo alrededor "¡Mira ese! Ese es de los que lanza Tor, no de los de Júpiter. Los de Júpiter se dibujan así rotos en el cielo, pero los de Tor caen, Zas, como un bólido. Ese te fulmina en un momento". - "Esperemos que no nos fulmine ninguno". - "Aquí en el coche estamos seguros". - "Yo he visto otro" - "Y yo otro, ese ha caído justo delante del coche". Y luego cayó tormentón como hace... diez años. 1996. "A mí que no me entrevisten, les dije. Ya vale, podían hablar de otra cosa, ¿no? Es que de Biescas siempre van a hablar por lo mismo. Y fijo que te sacan en las noticias al mismo señor andando desnudo de todas las veces". "Bueno, es el que tienen. Es lo que tienen. Eso y el cabezazo de Zidane". - "Sabes que los nenes han encontrado un videojuego nuevo. Sale Zidane atacado por Materazzi, y le da un cabezazo, y luego atacan cada vez más Materazzis, y los vas matando a cabezazos como si fuesen marcianos, y ganas puntos". - "Sí, se ganan puntos". - "Siempre, saltándose ligeramente las reglas, se ganan puntos".
Vemos a Nolan trepar por los muebles, intentando saltar por la ventana. Se toman medidas de redistribución de mobiliario. Es un niño invadido por los moluscos: también a eso hay que buscarle solución. In the Flesh, conocemos a Linza; en videoconferencia, a Elsa. No esperábamos verla en Biescas, o desde Biescas, pero hoy la realidad se mueve de modos inesperados. Alfonso contentísimo, Pilindrín, agotada. En la pantalla vemos en un recuadro lo que pasa en Madrid, en otro el maremágnum de caras de Biescas que aparecen y desaparecen del campo de la cámara. También me escribo a mí mismo un correo adjuntando "CUBOS: nuevo método de lectura", desarrollado por mi padre. Que me enseñó a leer, y a escribir, en su escuela de Biescas. Hoy nos dice que la religión tiene que evolucionar; le replicamos que Lutero ya dijo lo mismo hace cientos de años. Aunque bien sé que, para quienes se han criado en la España de Franco, Lutero y Luzbel son dos personajes apenas diferenciables, emocionalmente hablando. En cuanto a mi madre, ahora es pintora (a ratos) y me regala un cuadro del río Subordán. Hacemos todo un reportaje fotográfico de Linza, y Blanquita baila ballet por el salón.
Y bajamos oyendo hablar del diálogo del Presidente con la ETA. "Tu taza de té", me dice ácidamente mi cítrica mitad. Más sorpresas al llegar a casa. No podemos entrar en la cocina, casa tomada, y hay que desmontar la cerradura. También el cerrajero acabará apareciendo por aquí, inesperadamente.
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