Retropost (2007): Han Jodido el Planeta
Este era un famoso verso de Allen Ginsberg. Lo mismo parece opinar James Lovelock, el de la teoría Gaia, pues nos dice que el calentamiento global es irreversible. Bueno, tan irreversible no será cuando otros nos aseguran que a lo primero que puede llevar el calentamiento global es a una nueva Edad del Hielo (como en El día de mañana) por la alteración de las corrientes marinas... Vamos, que no tengo claro yo aún el alcance de estas previsiones a largo plazo.
Lo que sí parece es que el tiempo anda revuelto, muy revuelto, a plazo más corto (hablemos de la vida humana). Cuando yo era jovenzuelo, los cierzos de Zaragoza y ventoleras de Biescas eran de aúpa, y al parecer habían sido una constante del clima local desde que se inventaron estos sitios (cosa que habría que contrastar, claro). Los inviernos, nevaba, si no en Zaragoza, sí invariablemente en Biescas. Íbamos a esquiar a las afueras del pueblo; a veces, hasta por las calles del pueblo. Los cañones de nieve eran no sólo una idea inconcebible, sino absurda por lo superfluo. La nieve aguantaba meses en los pirineos; los glaciares no parecían peligrar. En primavera y verano había, quieras o no quieras, tormentas de verano. En otoño llovía, mucho. En abril, aguas mil.
Al quedarnos sin nieves, y sin vientos, y con lluvias erráticas, nos hemos quedado, algunos, sin agua (pequeño detalle en África...). Y, además, sin puntos de referencia, sin valores fijos, en un estado de flotación postmoderna donde las viejas certidumbres no sirven, y parece que todo vaya a tener que improvisarse o descubrirse de nuevo. Parece que no nos valgan los refranes, que estemos fuera del alcance del sentido común y del orden de las cosas. Y, bueno, sí; quizá estemos en pleno vuelo libre o huida hacia adelante, o salto del trampolín hacia el futuro... pero la modalidad del aterrizaje aún no está bien estudiada.
El futuro es fundamentalmente imprevisible. Quizá dentro de cuarenta años se hablará de cuando creían en el calentamiento global. Mayores sorpresas ha habido. Pero con los datos de más a mano, por no hablar del Protocolo de Kyoto, parece oportuno apagar todas las luces y aparatos eléctricos hoy, de ocho menos cinco a ocho, según pide la Alianza por el Planeta:
The Alliance for the Planet [a group of environmental associations] is calling on all citizens to create 5 minutes of electrical rest for the planet. http://www.lalliance.fr
People all over the world should turn off their lights and electrical appliances on the 1st of February 2007, between 13.55 pm and 14.00 pm in New York, 18.55 for London, 19.55 for Oslo and 19.55 for Paris, Bruxelles, and Italy. 1.55pm in Ottawa, 10.55 am on the Pacific Coast of North America, 1.55 and 2.00 am in Vietnam.
This is not just about saving 5 minutes worth of electricity; this is about getting the attention of the media, politicians, and ourselves.
Five minutes of electrical down time for the planet: this does not take long, costs nothing, and will show all political leaders that global warming is an issue that needs to come first and foremost in political debate.
Why February 1? This is the day when the new UN report on global climate change will come out in Paris.
This event affects us all, involves us all, and provides an occasion to show how important an issue global warming is to us. If we all participate, this action can have real media and political weight.
Please circulate this call to your utmost ability to your network.
Never doubt that a small group of thoughtful, committed citizens can change the world.
Indeed, it is the only thing that ever has. M. Mead
Cambiar el mundo... de hecho es lo que hemos estado haciendo; demasiado deprisa lo hemos cambiado. Tampoco parece que Occidente vaya a parar por voluntarismo, y Bin Laden con sus VHS y su jaima no parece una alternativa ni deseable ni viable (¡esperemos! Según los filmes futuristas tipo Mad Max, es lo que nos espera en el futuro, la barbarie feudal otra vez... e Irak como prototipo).
Sea como sea, lo importante no es salvar el planeta. El planeta se salva muy bien él solito, hasta que le toque perecer en el Fuego Final, cosa que le dará igual, por otra parte. El equilibrio ecológico no es deseable por el bien del planeta, diga lo que diga Lovelock. El planeta se siente igual de bien poblado de bacterias que de dinosaurios o de humanos. A los rinocerontes no los va a echar de menos ningún rinoceronte, ni ningún chimpancé. Sufrirán los individuos antes de morir, pero eso siempre lo hacen, y todos mueren. El dolor por las especies y por el orden del mundo es un dolor propiamente humano. Todas estas preocupaciones y valores ecológicos son valores puramente humanos, pues sólo a los humanos les preocupa la diversidad ecológica, el equilibrio climático, etc. Nos preocupa, en última instancia, para preservar la sociedad humana tal como la conocemos, queremos y nos gusta—o nos gustaría. Un cambio climático provocará, sí, extinciones masivas (ya estamos en ello), pero por quien nos debería preocupar eso es, sobre todo, por nosotros.
Sin duda, a río revuelto, ganancia de pescadores. También habrá a quien las catástrofes, la alteración ecológica mundial, los desequilibrios súbitos, las migraciones masivas, etc. le hagan feliz y le permitan prosperar. Pero lo que promete este cambio global unido al transporte y comunicaciones globalizados es mucho sufrimiento y angustia global. Y es la expectativa de esa angustia global lo que nos va angustiando ya. Peores años vendrán. No necesariamente para los ricohombres occidentales, que flotamos sobre la mayoría de los tsunamis como un corcho. Pero sí para el ciudadano de a pie. Crucemos los dedos. Sólo con el tiempo veremos si éramos unos alarmistas, o unos irresponsables que se peleaban en la cabina mientras el avión caía en picado. Ahora sólo podemos anticipar retrospecciones: "Si lo hubiéramos sabido entonces... "
Una gran historia, el cambio climático, con interesantes dimensiones narratológicas. En realidad, es la historia, porque en ella culminan las pequeñas historias de cómo se forman e interaccionan sociedades, hasta crear una sociedad global. Y de cómo esa sociedad global logró o no logró encontrar una relación con su medio ambiente, es decir, consigo misma, que la hiciese viable durante otros cuatro mil años de historia, por poner una fecha poco ambiciosa, o durante los millones de años que duraron los dinosaurios, si nos ponemos optimistas. Pero ese punto de vista retrospectivo es demasiado hipotético, y lejano. Nunca conoceremos el final de la historia, y nos conformamos con pensar, de momento, en qué mundo les tocará vivir a nuestros hijos cuando tengan nuestra edad, y qué expectativas tendrán al respecto para sus hijos, para seguir mirando al futuro con esperanza, a finales de este siglo que tan incierto empieza.
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