Retropost (2007): Wash your hands, put on
 
 
 Aunque aún seguimos sin clases, en la "pausa de exámenes", tampoco  estoy mano sobre mano. Para empezar, hoy madrugo excesivamente, para  llevar a Abo en moto al autobús; se iban de excursión colegial a  Candanchú. Y luego llevo a Pibo al cole, en un segundo viaje. Parece la  Hormiga Atómica con el casco. Se lo pone pocas veces, pero hoy estaba  Otas malito, se ha quedado en casa y he podido llevar a Pibo en moto en  vez de en coche. Luego me releo un ratito a Goffman, para hacer mañana  quizá un post sobre la internalización del teatro social cotidiano como  origen de la subjetividad. Seguidamente, un café con churros en el  Universal, y una visita a la asesora jurídica de la Universidad, y al  Secretario General. Para aclarar que el célebre recurso que ganamos sí  tiene consecuencias, y que el Departamento ya sabe oficialmente que  tiene que modificar el programa de doctorado del cual pretendía  excluirnos a unos cuantos. Aunque no sé si va a haber muchos doctorandos  en el futuro. Luego, más Goffman y más Pibo, y a casa a comer. Y otra  vez en la moto con Pibo; en la gasolinera me encuentro a mi banquero,  que me alaba la moto. "Ya tiene añicos..." le digo, pero bonita sí que  es. Luego, examen sobre Shakespeare, tres horas de la tarde. Aprovecho  para leerme la mitad de The End of the Affair, de Graham Greene, una  autor que ya no se lleva. Bonitas maniobras temporales de retrospección  larga y corta, pero este narrador no piensa nunca en el presente, ni en  el futuro; yo sí, por mucho que me inquieten, y por más que prefiera la  retrospección. Más curioso aún el juego del autor entre su propia vida y  la de su personaje... al que presenta como aficionado a maniobras  arriesgadas. Anochece mientras hacemos el examen. Catorce se han  presentado. En la pizarra quedan como huella de nuestro paso unas  palabras de Macbeth, que aparecían mal escritas en el texto: "Wash your  hands, put on". Y así se genera una de esas frases curiosas que a veces  descubrimos en las pizarras. La Facultad, un desierto. La semana que  viene se anima más la cosa. Abo ha vuelto sin novedad de Candanchú;  único accidente, que se ha llevado a Amalia por delante en el trineo, no  sabemos si calculadamente o no. Por la noche, vamos de propio al garaje  a coger la lectura favorita de Pibo, Gerónimo Stilton, que se lo había  dejado en el coche. Tenemos la calle invadida de largas filas de  Ferraris rojos, todos (menos uno histórico) idénticos para mí. Yo  preferiría uno verde uva. Optar por tanta exquisitez para acabar en tal  uniformidad. No somos nadie.
 
       
		
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