Blogia
Vanity Fea

Recuerdos

Grüss Gott, liebe Kinder!

jueves 14 de julio de 2011

Grüss Gott, liebe Kinder!

Se ha puesto Alvarillo a estudiar el método de alemán con el que empecé yo a estudiar hace treinta y tantos años.  Lo compró mi padre, uno de varios. Ya tenía otro anterior, que también acabé haciéndolo, aunque era muy años cincuenta—me lo tomé con aplicación y aprendí bastante, echándole una hora al día durante años. A clases de alemán con un profesor nunca fui, menos un año allá por los ochenta, que le pedí a Susanne Hübner si me podía colar en su clase de oyente, y me dejó. El resto, lo aprendí por mi cuenta, menos las primeras lecciones, que esas me las enseñó mi padre, sin saber mucho él, pero siempre decía que conseguía enseñar cosas que no sabía, y algo tenía de cierto. Empeño ya le echaba: conseguir un curso de alemán, con discos y demás, en nuestro pueblo, en los años sesenta y setenta, pues como que no se llevaba. Y también nos compraba tebeos, en inglés, francés, alemán y hasta en latín hay alguno. Oíamos los discos en tocadiscos clásico, o bien los grababa mi padre en magnetófono de bobinas al principio, de esos tamaño maleta, y en cassette después. Si le faltaban los discos, pues hacía él mismo la grabación leyéndola, y cantando las canciones. Y estudiamos así Peter and Molly, cursos de la BBC por correspondencia, alemán Vergara, Assímil inglés, francés, alemán y ruso.... uf, cuántas horas invertidas, a veces con resultados medianos. Pero a mí me sirvió para encauzarme en los idiomas, y para hacer la carrera que me permite ganarme la vida—a mi padre se lo debo, que me enseñó no sólo las lecciones, sino la constancia y la disciplina de ponerme a trabajar un poco cada día, en cosas cuya utilidad inmediata no se veía por entonces. Mi padre capturaba a los hijos y a los sobrinos por turnos cada día, y ponía a unos a seguir la lección en el magnetófono mientras a otros les hacía leer él en el libro amarillo de francés primero, luego en el azul, luego en el verde. Y hacía luego vídeos, en cuanto salió el aparato, filmando los libros con sus ilustraciones y leyéndolos. Unos años nos tocaba inglés, otros francés. Y algunos pasamos al alemán—los primeros allá por el año 1974.
leyendo
El curso éste de Grüss Gott, liebe Kinder! está forrado de plástico, y tiene dentro de la portada un sobre pegado, que dice "Facturas". En la primera página está anotada también la factura, con la letra de mi padre: "Pagado el 15-4-74 — 1750 pts. Curso alemán elemental— 1200. Tomo 7º serie Dime, 550. Total 1750 pts." (Lo de la serie Dime supongo que también la editaría la editorial Vergara: eran esos libros de Dime quién es, Dime dónde está, Dime qué es, Dime cuál será mi profesión...  Ahora los vemos a veces en las bibliotecas gallegas). El curso éste de Grüss Gott es del año 1965; luego compró mi padre otro Alemán Vergara, que sólo estudié yo, y luego un curso de Salvat en varios volúmenes, que anotó el pacientemente durante años. Ese también se lo he cogido a Álvaro, por si se anima a seguir con el alemán a pulso—hasta ahora no hemos dado señales de matricularlo en la Escuela de Idiomas, aunque todo se hará, quizá—también me llevó mi padre allí durante años, a examinarme por libre. Eran nuestros viajes anuales a Zaragoza, a casa de tío Agustín—y así me acabé sacando los títulos de inglés y francés; con el alemán no pude.

Al final de Grüss Gott, liebe Kinder! hay un disco microsurco, uno que les ha extrañado mucho a los niños—es como un viaje en el tiempo: un disco blanco y flexible, que parece de broma: "parece un protector de discos, no un disco", dice Álvaro. Es un "Disco-obsequio ASSIMIL"—anuncio de Deutsch ohne mühe, El alemán sin esfuerzo: por analogía debió ir a parar aquí. También se hizo mi padre con el curso ese de Assimil y con sus discos, y varias veces me lo repetí yo, antes de pasar al volumen dos, y a escribir mis apuntes en cursiva gótica. Luego pasé al Assímil ruso. Y luego a otros métodos que me iba comprando yo, ya metodizado y embarcado en mis estudios—allá por los años de la guerra fría estudiaba yo mucho ruso, luego lo fui dejando.
Algunas personas opinan que tengo una facilidad especial para los idiomas—eso es que no saben las horas que le he echado a cada uno de los que he aprendido, y de los que no.  El paso lógico siguiente era el chino, creo, pero ese no llegó a tentarme nunca. Seriamente.  

No aprendiendo ruso
 


No aprendiendo ruso

No aprendiendo ruso


Los años que estuve aprendiendo ruso por mi cuenta, o mejor dicho, no aprendiendo, porque a pesar de mis esfuerzos y de los años de dedicación, no conseguí aprenderlo ni medianamente. Ya se me había fosilizado el cerebro para los idiomas, o quizá no necesitaba el ruso para nada práctico, o quizá las dos cosas. Empecé (y casi terminé) con libros como el Assímil, El ruso sin esfuerzo (ya me había estudiado el inglés, el francés y el alemán). También con libros importados de Rusia, y otros de Inglaterra, que aquí no había ni mucho ni poco material para estudiar ruso, hablo de los años ochenta, que fue cuando le pegué fuerte. Aunque no tenía mucha pegada, por lo visto. En la mili iba con mi manual de ruso por allí, despertando supongo la desconfianza de los sargentos y oficiales del Regimiento de Infantería Tarifa nº 33, donde me destinaron. Leí algo de crítica marxista soviética en los USA y me compré libracos sobre estilística del ruso y realismo socialista. russiangrafMás adelante, en los 90, me compré
me compré el diccionario Rubiños, un libro de Dostoyevski que no llegué a leer, y trabajé un texto de Nabokov en su original y en su traducción inglesa. Pero mi ruso estaba a nivel de supervivencia mínima, como un náufrago que no sabe nadar y que patalea por mantenerse a flote. Ahora ya hace tiempo que está en el fondo, mirando los peces con ojos de ahogado. Hasta este año pasado no hablé con un ruso, un tal Alex que me viene a oír tocar la guitarra a veces—y nos entendemos poco y en español (que él no habla tampoco).  Lo más ruso que he hecho últimamente ha sido leerme Un roman russe, pero en francés. Hoy veía en el blog de un antiguo director de mi departamento, Carlos Inchaurralde, este artículo sobre cómo él está aprendiendo ruso. Allí recomienda manuales, lecturas, etc. Él dejó familia y trabajo, se casó con una rusa y se fue a Rusia, o viceversa—no sé si lo volveremos a ver por aquí, aunque en teoría sigue siendo miembro del departamento. De si ayuda a aprender el idioma eso de casarse con una rusa e irse a vivir a Rusia no dice nada, pero lo recomiendo yo como la vía más viable para aprender ruso. Yo no los pienso aplicar, esos remedios, ni creo que lo vaya a necesitar nunca al ruso, visto lo que lo he necesitado estos primeros cincuenta años. Así que mi ruso, suponiendo que se pueda hablar de mi ruso, seguirá en suave e invisible decadencia, hasta disolverse del todo, antes de la no más lamentada disolución final de todas las cosas.



A los ochenta años

3 de mayo de 2011

A los ochenta años


Camino de los ochenta años, en mayo del año pasado,
mi padre empezó un blog, que pronto ya no pudo continuar. Tal vez sabía que no llegaría a cumplirlos, y por eso sin esperar más tituló esta entrada "Aragón visto a los ochenta años". Hoy los hubiera cumplido, y esto es lo que decía de Aragón hace menos de un año:

1.- La mayoría de los aragoneses no percibe estar viviendo en una comunidad que tenga que valerse por si misma, sino en tres provincias dependientes de Madrid, que es quien debe buscar la solución a sus problemas. Las comunidades que nos rodean hace tiempo que buscan por si mismas la solución a los mismos.

2.- Ningún aragonés considera una perdida de riqueza el que los aragoneses tras una larga y costosa formación emigren a Cataluña u otras comunidades que se enriquecen con solo recibir a la gente ya formada.

3.- Aragón es no solo un centro de dispersión de aguas, sino también de talentos, que no encuentran en su tierra la mas mínima protección o ayuda, a diferencia de las comunidades que nos rodean que no dejan escapar sus talentos y se benefician de esta falta de visión.

4.- Hace 40 años rompimos nuestras relaciones fronterizas con Francia al cortarse la línea del ferrocarril por Somport, cuyo túnel costó más de 400 obreros muertos en su construcción. Desde su construcción nada se ha hecho por mejorar la línea. Desde Zaragoza hasta la frontera no debería haber más de 2 estaciones. Fuera apeaderos.

5.- No solo no se ha reabierto la línea férrea sino que ni siquiera un microbús mantiene unidas dos ciudades como Pau y Zaragoza, con 100.000 y 800.000 habitantes, pertenecientes a dos naciones supuestamente civilizadas.

6.- Aragón es la comunidad mas desequilibrada de España con una capital de 800.000 habitantes y solamente los 500.000 restantes viviendo en un inmenso desierto, que no permite crear servicios y los obliga a acudir a la capital a resolver sus problemas más elementales.mi padre

7.- Zaragoza, a pesar de su crecimiento en tamaño, ha perdido calidad y no tiene una Universidad que tenga la importancia relativa que tuvo hace 40 años. Sigue creciendo más en cantidad que en calidad y no ha sabido aprovechar la ventaja que le da ser el centro de gravedad de la economía española. Su Universidad es la más próxima a Europa en idioma español exclusivamente y esto debería darle ventajas a la hora de captar alumnos extranjeros y en conseguir editoriales que no maltraten el idioma.

8.-El aeropuerto, la estación de ferrocarril y la de autobuses debería estar lo más cerca posible y una autovía hacer posible la unión con el centro y comunicaciones urbanas. Seria interesante distinguir las comunicaciones urbanas de las interurbanas.
El aeropuerto debería tener unos equipamientos que no obligaran a desviar los vuelos a Reus ante la menor circunstancia adversa.

9.- Esperar que desde Madrid resuelvan nuestras comunicaciones transfronterizas revela una gran candidez. Al gobierno Central no le interesa ponerse a mal con Cataluña o Euskadi quitándoles una parte de su comercio internacional. Harán bien ellos en defender sus ventajas. No hay que esperar por ahí las ayudas.

10.- No podemos dormirnos si pretendemos que nuestros hijos y nietos puedan seguir en nuestra tierra o tendremos que empezar a enseñarles el catalán o el eusquera para pasar a ser ciudadanos de 2ª.

11.- Mañana más.

MI JOTA
No somos ni catalanes
ni franceses ni navarros
somos sólo aragoneses
no nos llameis castellanos  


—Aclararé que esto último se refiere a que siempre quiso que se llamase al idioma que aquí hablamos, y escribimos, español—no castellano (ni aragonés, claro). Pero ya se echa de ver por lo que escribe que veía a España, y a Aragón, en una triste deriva, y apuntando por debajo de sus posibilidades.

Dar ejemplo


Homenaje a Don Ángel

Homenaje a Don Ángel

Hoy hay una jornada de recuerdo y homenaje a mi padre organizada por el Ayuntamiento y la escuela de Biescas.

homenaje don Angel
 

Aquí sale mi padre hacia 1970, con una de las numerosas promociones de chavales de la escuela de Biescas que pasaron por sus clases, entre los años cincuenta y los noventa. Creo que yo soy (era) uno de los de la fila de delante.

___________

El la web de Biescas (del 22 de marzo) aparece la noticia de la jornada; también en Europa Press y en el Diario del Alto Aragón lo anunciaron.

En esta noticia de Europa Press aparece él en una foto en lo suyo—enseñándonos a esquiar. Y hoy salía esta noticia en el Heraldo de Huesca:

homenaje a don Angel



________


Pues en Biescas estuvimos, y fue un acto muy sentido y conmovedor. Estaba el salón de actos lleno a rebosar, con gente de Biescas y de otros pueblos, pues por la escuela de mi padre pasaron la mayoría de los habitantes del Valle de Tena. Le dieron a mi madre una placa de recuerdo a mi padre como maestro y un ramo de flores que le llevó mi ahijadica Lucía. Y hubo aplausos y un vino al final, donde puede hablar con viejos amigos que veo raramente, y también con gente que no conocía yo pero que sí que conocían a mi padre, y todos lo recordaban con cariño y admiración. Hacía poco que había sido el pregonero de las fiestas de Biescas.

Sus antiguos compañeros de la escuela habían hecho un video entrevistando a gente del pueblo y del valle, donde recordaban cómo era mi padre, su carácter especial, altruista y dedicado, su vocación de enseñar y ayudar y conciliar conflictos donde los hubiese, la manera en que se salía de su camino para solucionar los problemas que él veía, y cómo conseguía aunar las voluntades de la gente para hacer pueblo entre todos y para buscar soluciones donde cada cual aportase algo... Y hubo momentos de llorar recordándolo y viendo el aprecio que todos le tenían—a poca gente se nos recordará así, desde luego... Y también hubo risas con las salidas que tenía la gente, sus antiguos alumnos rebeldes que ahora lo recordaban con agradecimiento—uno que acabó de socorrista, y le decía mi padre: "Ves cómo  por fin acabaste ayudando a los demás en lugar de fastidiar", y se reía. Sus viejos colegas del pueblo recordaban su empeño en sacar adelante proyectos que mejorasen el pueblo: que si la piscina, que si el centro de mayores, y su manera de convencerles para que colaborasen para evitar conflictos, cuando fue juez de paz. Y su vida en el pueblo día a día, hablando con todos, interesándose por sus problemas, buscando ayudar, siempre dando ejemplo, que es como él entendió su profesión y su vida. El vídeo, en menos de media hora, dio para mucho: risas, lloros y recuerdos agradables. Fernando Gracia, el director, y uno de los autores, hizo además de maestro de ceremonias con sencillez y soltura; comenzó recitándonos el abecedario (que tanta ocupación le dio a mi padre, por cierto, con sus métodos para enseñar a leer), y a cada letra le atribuyó una cualidad que tenía mi padre: todas buenas, y a veces muchas salían en cada letra. Lo bueno es que además de ser ingenioso y divertido, era todo verdad. Nos puso muy alto el listón, mi padre—pero Fernando y sus amigos han sabido demostrar que no era tan incomprendido como parecía a veces, sino que mucha gente le apreciaba, ayudaba y apoyaba. Y que de bien nacidos es ser agradecidos. Fue quizá uno de los momentos más conmovedores, y que mejor retrataron a papá, cuando sus colegas en la escuela, los demás maestros, dijeron que habían tenido en él no sólo a un excelente compañero y amigo, sino también a un maestro también para ellos.

La jornada había empezado en las pistas de esquí, a donde habían subido los chavales de la escuela con sus maestros para pasar un día de juegos en la nieve, de concursos y de esquí. Subió con ellos mi tío Agustín (que por cierto abría y cerraba las entrevistas del vídeo) y me contó lo bien que lo habían pasado allí los chavales y lo bien que esquiaba esta generación. Mi padre y él empezaron a esquiar subiendo a los montes andando, y aserrando un árbol para hacerse los esquís, eran otros tiempos desde luego.  Todos recuerdan a mi padre, además de como una persona muy sociable y atenta a los demás, como alguien que también se encontraba a sí mismo y feliz subiendo solo a un monte, o yéndose a esquiar. En recuerdo de lo que hizo por promocionar este deporte, cantaron al final los niños la canción de los esquiadores de Panticosa, que yo aún recordaba perfectamente, de cuando estuve en la Operación Aguilucho hace... pues eso, cuarenta años. Lo recordamos como un momento feliz más de la vida de mi padre, que fue una vida feliz y ejemplar.

Cuando amanece, y huyen las estrellas
Y en Panticosa empieza a clarear
La vista al frente, al hombro los esquíes
A Selva Verde nos vamos a esquiar
Vámonos ya, que el día nace
Y el blanco manto solo está
Y si no vamos a poblarlo, muy solitario quedará
Y si no vamos a poblarlo, muy solitario quedará


Desde Petrosos cantamos tu grandeza
Valle de Tena tendido a nuestros pies
Y la gran mole de Peña Telera
Su blanco manto nos brinda por doquier
Y al descender por la pendiente
Ligeros vuelan los esquís
Y mientras bajo voy pensando que en Panticosa soy feliz
Y mientras bajo voy pensando que en Panticosa soy feliz

La maestra


Nunca he estado en Atlantic City

Nunca he estado en Atlantic City


 
beach
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

He soñado, o soñé, que mi padre era el director
y el cámara, y productor (no el guionista,
pues no había guión preescrito) de una película,
que muchos años después veía la gente, y preguntaban,
quiénes eran esos que salían en la película y actuaban,
Si vivir puede llamarse actuar. Era en Atlantic City.
Tan poco control hay sobre lo que son nuestras vidas
y sus públicos futuros (nosotros entre ese público futuro).
Y los sitios donde estamos en los sueños.
Desde luego no parecían conscientes los actores
de nosotros y de en qué rollo estaban, ellos en su película.
Ni el director lo tenía eso pensado.
Y les explicaba yo a mis niños quiénes eran,
esas personas apenas reconocibles del vídeo casero,
y las irreconocibles,
quienes éramos. —Ah. Vale.
Y preguntaban, en el sueño, —¿y siempre estábais en Atlantic City?
Ahí decía yo, contra toda evidencia, que no,
Que yo nunca había estado en Atlantic City—Ah.
Y era cierto también, en cierto modo sólo,
Porque nunca he estado en Atlantic City.
Son sueños sin embargo que pueden soñarse.

Los Guardianes del Sueño
 

Navegando

lunes 11 de octubre de 2010


Navegando


 
trotamar

Yo no, que soy de tierra firme—pero encuentro inesperadamente a mi vieja compañera de clase del instituto Ana Claver, navegando por esos mares en un velero llamado Trotamar III. Aquí sale el barco frente a las costas de Tasmania —qué bonito, pero qué aventuras y qué esfuerzos... Yo los delfines que tenga que ver los veré, me parece, desde el sofá del salón. Con otros navegantes, ni llegaremos a cruzarnos.

Pero me gustaría saber en qué y a dónde han ido a parar los que entonces éramos chavales, y ahora algunos igual ya ni son, y otros nunca lo sabremos, siendo que no somos dados (ni yo ni mis antiguos compañeros al parecer) a organizar reuniones de promoción. De esas que quizá producen más desilusión que bonitos reencuentros. Porque aunque nos resistamos, todos somos barquitos que salieron a navegar por el mundo, desde el mismo puerto, para no encontrarse ya, normalmente, nunca más--ni en la red de navegantes, siquiera. Estaba en nuestros tiempos esa canción de Los Diablos: "Cuen-tá-mé, cómo te ha ido, si has conocido la felicidad". Creo que la han empleado para una serie de la tele, pero hace muchos años que no veo la tele.

Hoy la playa sigue vacía, pero el mar está más nadable. Igual me bajo a ver qué hay por allí.  Esta mañana, por cierto, hemos estado con mamá en la iglesia de Santa María de Pontevedra-- la de los mareantes. No sé si los de Internet entrarán en sus competencias.

 A pedra de avalar

Para Ángel García, el maestro de las montañas

angel garcía

Me envía esta nota de recuerdo a mi padre su amigo Joaquín Callabed, que guarda de él, como todos los que lo conocieron, un excelente recuerdo:

Para Angel García, maestro de las montañas

El Rincón de Prometeo de mi casa de Biescas, lugar de encuentros y tertulias junto a la chimenea, se ha quedado mudo y las palabras se congelan. Allí solo está tu recuerdo y tu presencia.

Mientras crepita el fuego, los bellos recuerdos se entrecruzan y compiten en salir. De tu bella biografía quiero destacar un pasaje que habla de tu latido humano y social: educador de los gitanos que vivían bajo el puente en Biescas y su posterior integración social. Ese fue tu alfa y tu omega. Se explica lo que se estudia y se enseña lo que se es. Ya venias de una noble saga de maestros muy queridos por todos los biesquenses. Después pasaron 40 años de magisterio impecable esculpiendo cada día las palabras educación, valores y solidaridad. Recuerdo cuando me presentaste para dar una conferencia en el Ayuntamiento. Un catedrático de la humildad. Florecieron en tu caminar los hijos, los nietos y los amigos. Los ancianos de Biescas y de la comarca también saben mucho de tu iniciativa y generosidad con la creación del Centro de Mayores. Eras un amigo especial con tu vibración positiva de cada día Machado diría “mas que un sabio al uso que conoce su doctrina es, en el buen sentido de la palabra, bueno”.

Recuerdo algunas ideas tuyas cuando decías que
“las personas hacen a las estructuras y no las estructuras a las personas”. También te recuerdo cuando sosegadamente indicabas que “no hay que confundir el nacionalismo con la descarga de adrenalina y la zafiedad”. “Y de las personas resultados que las palabras son baratas”. Eras militante de la honradez, la honestidad, la prudencia y la palabra justa.

Tengo cerca de mí la Odisea de Homero, una especie de Biblia de emociones humanas. Es el primer libro que se leyó públicamente en las ágoras griegas. Homero es un océano exquisito por recorrer. Es uno de los libros más respetables de la historia de la literatura. Quiero dedicarte un párrafo de este libro escrito para un hombre excepcional. Lo he leído aquí, en voz alta para ti:

“Entonces llegó tu madre del mar con las inmortales diosas marinas, después de oír la noticia y un lamento intenso se levantó en el Ponto. Te rodearon llorando las hijas del viejo mar y lamentándose se pusieron vestidos inmortales y cantaban alternativamente unos cantos funerarios con hermosa voz. En aquel momento no había ningún argivo sin lágrimas.

“Dieciocho noches te lloramos e igualmente de día los dioses inmortales y los mortales hombres. El día dieciocho te entregamos al fuego que te envolvió sobre tus vestiduras de dioses en abundante aceite y dulce miel. Muchos héroes aqueos circularon con sus armas alrededor de tu pira a pie y a caballo y se levantaba un gran estrépito. Al amanecer recogimos tus restos envolviéndolos en vino sin mezcla y en aceite pues tu madre nos donó un ánfora de oro. Y levantamos un monumento grande y perfecto. Así podrás ser visto de lejos, desde el mar, por los hombre que ahora viven y los que vivirán después”.


Adiós querido y admirado amigo. No sé decirte nada más.

 Joaquín Callabed



Muchas gracias a Joaquín y a todos los que nos han acompañado en la despedida a mi padre. Una cierta despedida—porque la verdad es que a mí por lo menos me sigue haciendo mucha compañía. 

(Tras recibir la nota de Joaquín he soñado esta noche que me leía su libro El Rincón de Prometeo, en el que recoge una entrevista que le hizo a mi padre, y he soñado que lloraba un montón, que también es llorar. Ni dormidos nos libramos de eso. Pongo el texto de su nota que ha aparecido a finales de septiembre en Andalán. Me ha gustado ver la foto de mi padre coincidir en la misma página con la de Labordeta, por cierto, otra persona que ha dejado buen recuerdo de sí a mucha gente).

Lo que dice Joaquín de los gitanos, ahora que me acuerdo, me lo comentaba hace poco mi padre, recordando que allá por los años cincuenta no había costumbre ni de que los gitanos mandasen a sus hijos a la escuela, ni de que viviesen en una casa—debajo del puente estaban, en efecto, aunque no exactamente por vocación. Mi padre consiguió que el ayuntamiento les edificase una casa o especie de casa, por cierto con la oposición del cura, y cuidó de que los gitanos enviasen a sus niños y niñas a la escuela, año tras año, hablando a menudo con los padres con mucha paciencia, pues muchas veces el interés no existía ni por parte de los gitanos ni de nadie más por supuesto. Y aunque muy dados a los estudios nunca han salido los hijos de esas familias, por lo menos fueron escolarizados todos, y aprendieron a leer y a escribir muchos chavales, a veces con gran aplicación de ellos mismos, especialmente de las niñas, en un ambiente que no favorecía mucho el estudio, y donde la discriminación era más que palpable.

Dar ejemplo


La Maestra

miércoles 11 de agosto de 2010

La Maestra

Este texto lo escribió mi padre para el libro Maestras (Zaragoza: Prames, 2004), un libro colectivo de relatos, recuerdos y notas sobre las maestras de los pueblos. En la portada de este libro aparece mi tía Angelines, su hermana, como maestra arquetípica, en la clásica foto rodeada de los niños de la escuela.

LA MAESTRA

(A Eusebia Pomar Guillén)

¿Un relato? ¿Una historieta? ¿Una historia? La realidad supera a la ficción. Allá va.

En un lugar del Pirineo, cuyo nombre tendrás tú que averiguar, bastante más de cien años ha nació una maestra. Y digo que nació maestra porque eso quiso ser desde que balbuceó sus primeras palabras, aunque al principio sólo lograba decir que quería ser ’maeta’. A ese fin dedicó todos sus afanes. Vosotros juzgaréis.

Su padre, Benito, agricultor en los Monegros, había hecho el servicio militar en Cuba y al regreso, cansado de ver sequías y deseoso de ver España, compró una galera y unas mulas y, junto con uno de sus hermanos, durante varios años, ése fue su menester.
maestras
Para sufragar los gastos compraban lo que más abundaba en el país que atravesaban e iban vendiéndolo a lo largo del camino. Naranjas en Valencia, mantas en Palencia... Decía su hija, la maestra, que contaba anécdotas de cualquier lugar de España donde llegase una carretera, de carro, lo mismo de Galicia como de Andalucía.

Pero todo tiene su término y a él se le acabó la carretera antes de llegar a Sallent de Gállego. Era lógico porque en aquél entonces estaban empezando a construirla. Y, cosa atípica, empezaron a construirla por el fin. En Sallent decían que que si se empezaba por el final siempre se encontraría presupuesto para llegar a enlazarla si éste se acababa. Como siempre, tenían sus buenas influencias y las emplearon.

Sallent estaba rebosante de obreros con dinero y sin tiendas donde comprar. Así pues, allí llegaron, aunque no me explico cómo, nuestros incansables viajeros y, encontrando un vacío comercial, montaron el primer comercio fijo del Valle de Tena de que tengo noticia. Eso fue hacia 1880-84.

Allí, con Dámasa, una sallentina vecina, fundaron su familia. Pero aquí no nació la maestra sino un hermano suyo. Valle abajo avanzó la carretera, con ella los obreros y la tienda tras ellos. En el pueblo de esta segunda tienda del Valle de Tena nació la maestra que nos ocupa.

Al bautizo no asistieron sus abuelos, tíos ni parientes de Sallent, porque aquel año, por Todos los Santos, cayó una gran nevada. Su madre tampoco fue a la iglesia, pues no era prudente salir de casa con esa gran nevada y un parto tan reciente. Pero sí tuvo una gran sorpresa:

—¿Sabes cómo se llama tu hija? —le preguntó la madrina al regresar de la iglesia.
María, como dijimos—contestó la madre.
—No; se llama Eusebia. El cura ha dicho que no se le debía quitar un nombre tan bonito como se ha traído.

Dos años más tarde, en 1892, finalizadas las obras de la carretera, comercio y familia se trasladaron a Biescas.

Aquí hicieron una gran amistad con dos maestros jóvenes que acababan de llegar y que pronto contrajeron matrimonio: D. Amadeo y Dª Maximina. Ambos influyeron grandemente en el destino de nuestra maestra.De los 6 a los 13 años Eusebia asistió a la escuela de Biescas con toda normalidad. Debe subrayarse, eso sí, su aplicación y sentido de la responsabilidad.

Por aquel entonces, no existía el Ministerio de Educación, ni con este nombre ni con los que sucesivamente se le van adjudicando, y los maestros, aunque conseguían su plaza por oposición, dependían económicamente del Ayuntamiento. Según costumbre recibían, al final del año, un canastillo lelno de duros, pesetas, perras gordas (10 céntimos), perras chicas (5 céntimos) y céntimos propiamente dichos (gordos y chicos).

Al comercio de Biescas acudían muchos clientes, siendo habituales los de Sallent, que no pasaban sin visitar a su paisana. El más destacado de todos, al menos por su estatura, era el Gigante de Sallent, que también era admirado por su fuerza. Los sacos que un hombre normal llevaba apurado en sus espaldas los llevaba él sin esfuerzo bajo el brazo, y no uno, sino dos. Cuando entraba en la cocina debía instalarse encogido, con la cabeza entre dos vigas. Tapaba con la punta del dedo pulgar un dur ode los "Amadeos" sin que pudiera verse nada en absoluto. Destacaba también por su carácter bonachón.

En 1903, cuando Eusebia contaba 13 años y sólo le quedaba uno de ir a la escuela, murió el Maestro, idóneo, o enseñante que se ocupaba de los niños de 4 a 6 años, y a D. Amadeo y Dª Maximina se les vino el cielo encima de pensar que sus nuevos alumnos ingresaran sin distinguir siquiera las vocales. He de aclarar que, por aquellas fechas, la matrícula normal en las escuelas de Biescas rondaba los 130 alumnos y otras tantas alumnas, atendidos por un maestro y una maestra. Se hicieron muchas gestiones para mantener la escuela de 4 a 6 años abierta, pero nadie en el pueblo quería hacerse cargo de esa tarea.

Como la alumna, Eusebia, de 13 años, era despierta, aplicada, responsable y tenía una indudable vocación de Maestra, D. Amadeo le propuso que se encargara de esa clase. Tras muchas dudas por parte de todos, pues había que buscar también un local, prepararon una sala grande en lo alto de la casa, y ayudada por su madre, que de tanto en tanto subía de la tienda para colaborar, empezó su tarea.

Cobraba una peseta al mes por cada niño. Esto lo pagaban los padres. Si el niño se constipaba o tenía el sarampión, se reducía la aportación a 80, 60, 40... céntimos.

Todo lo que ganaba lo dedicó, desde el primer momento, para sufragar sus estudios de maestra.

Sus estudios de Magisterio los hizo por libre, ayudada principalmente por Dª Maximina, su vecina y maestra y que, con el tiempo, llegaría a ser su cuñada. Pero con sus 130 alumnas, la casa, los hijos y preparando las labores de costura, que entonces se hacían en la escuela, quedaba muy poco tiempo. Así pues, tuvo que afrontar sus estudios casi sin ningún apoyo. La vida era sencilla y en las largas y oscuras tardes de invierno se juntaban las dos familias para contar los sucesos del día, narrar cuentos o leer historias del periódico, a la luz de la vela o de las teas, aunque, a partir de 1901, ya pudieron hacerlo a la luz de las bombillas. Cuando Eusebia acabó sus estudios, comenzó a preparar las oposiciones al Magisterio. El lugar más cercano para hacerlas era Zaragoza y ya debía haber tren, pues no recuerdo oírla hablar de ir en diligencia. Dª Maximina, en 1890, vino a Biescas, desde Huesca, en diligencia de caballos, haciendo noche en Santa María de la Peña.

Seis veces se presentó a las oposiciones, con sus correspondientes desilusiones, pero siempre fue tenaz y constante y al final, a sus 26 años, fue destinada a Otal. Hoy ahí no vive nadie. Llegó la lluvia amarilla.

Otal tenía entonces 16 hogares. Entre 100 y 120 habitantes en verano. En invierno, solamente quedaban en el pueblo los ancianos, las mujeres y los niños. Los hombres iban con el ganado a la tierra baja. Saliendo de Biescas, al este, tras una montaña cubierta de nieve la mitad del años, se encuentra Otal. Para llegar a Otal, que está a 1470 m. y es el pueblo más alto de toda la comarca, si se va andando, lo mejor es subir a Erata por Barbenuta y Espierre. Una vez en la punta, a 2005 m., ves el pueblo abajo en un valle muy solano. Esta es la ruta que eligieron Eusebia, sus padres, D. Amadeo y los acompañantes que desde Otal vinieron a buscarlos con caballerías.

Como siempre, con los machos cargados a tope, les costó 6 horas llegar al pueblo. Todos alabaron la valentía de la maestra, que sin descabalgar, había llegado al pueblo atravesando los tramos más peligrosos, donde era frecuente que las caballerías resbalasen e incluso cayesen. Había una explicación: la maestra iba aterrorizada y confiaba más en el instinto del animal que en sus propias fuerzas. Por otra parte, si se desmontaba, no había en todo el trayecto un punto donde volver a montarse en aquellas bestias enormes, tranquilas y sensatas.

Todo esto aconteció el día de San Ramón, 31 de agosto de 1916, en plena Primera Guerra Europea. Cuando llegaron ahí, sólo se escuchaban la bandurria, guitarra y acordeón, usuales en las fiestas de los pueblos en aquél entonces, y qes que ese día se celebraba la fiesta en Otal. Del sol de la montaña llegó roja y quemada, y, visto el panorama de aislamiento y soledad que le esperaba, le entró tal llantina que, a pesar de la fiesta, los halagos de todos y su natural comedido, no se pudo contener. A esto habían venido a parar todas sus ilusiones, todos sus esfuerzos, todos sus sacrificios, estudiando después de las horas de clase, incluso a la luz de la luna, ahorrando peseta a peseta, céntimo a céntimo, para poder desplazarse a Zaragoza a unas oposiciones tantas veces fallidas.

Ya más calmada, pues, eso sí, sabía sobreponerse a las situaciones más adversas, se hizo cargo de la situación y resolvió que tenía que aceptar la realidad por dura que le pareciese. Para consolarla, los vecinos le explicaron que en invierno, durante muchos días, a veces meses, no se abría la escuela a causa de las nevadas y las ventiscas que envolvían las puertas de nieve y por lo tanto no tendría que ir a trabajar.

"¿Ve Vd. esa borda? Pues cuando nieva en invierno todo se queda parejo y los terneros, cuando salen a beber, se pasean por el tejado lo mismo que por la calle".

A Eusebia, que ante todo estaba allí para ser maestra y no concebía pasarse el invierno sin trabajar, no le gustó la perspectiva, así que, cuando llegaron las grandes nevadas, consiguió que le abrieran camino hasta la escuela, adonde iba a veces por trincheras de nieve más altas que ella, y no era pequeña.

En las Navidades y Pascuas, las únicas salidas que hacía durante el curso, el paso a través de la montaña de Erata, con la nieve, estaba impracticable. Hacían el viaje por Escartín, Ainielle, Berbusa, Oliván, Orós Bajo y Orós Alto, con paradas en las casas de familiares y conocidos de los acompañantes, lo cual, unido al paso seguro pero cansino de las caballerías, hacía que empleasen todo el día.

Llorando entró y llorando se marcó de Otal, tras seis años de estancia. Todo el pueblo salió a despedirla. Allí djaba, enterrado en el pequeño cementerio, a su padre, que la acompañó en sus últimos años y que, tras haber recorrido todas las carreteras habidas, vino a terminar sus días en un pueblo en el que ni siquiera llega, hoy en día, una pista forestal.

Por concurso salió destinada a Belber de Cinca, un pueblo ya mayor y con mejores comunicaciones, de donde recordaba las grandes celebraciones que hacían para la fiesta del árbol.

Durante su estancia en Belber, contrajo matrimonio con Ángel, hermano de sus antiguos maestros y vecinos, con los cuales seguía teniendo una estrecha relación. Era el amor de su vida.

Fue ahí donde se le presentó un gran dilema: debía escoger entre marchar a vivir a Escuer (hoy Escuer Alto), sin carretera, y abandonando la profesión que tanto esfuerzo le había costado, o bien continuar en Belber, separada de su marido. Sin dudarlo, pero con gran duelo, optó por lo primero.

En el año 1930, en un concurso de traslados, consiguió la escuela de Biescas, que además acababa de estrenar edificio. Todo iba de frente.

Su marido, Ángel, animó al Ayuntamiento, y tras muchas gestiones en Madrid habían conseguido trasladar el pueblo de Escuer, muchas de cuyas casas presentaban grietas por corrimientos de tierras, al actual emplazamiento junto a la carretera. Muchos de sus vecinos, que trabajaban en las obras de los barrancos de Arás y Arratiecho, vieron acortada sensiblemente la distancia al trabajo, y él mismo podía desplazarse y vivir en Biescas. Pero eso es otra historia, y larga: sigamos con la Maestra.

Y llegó la guerra. A los quince días de comenzar ésta, cuando aún nadie sabía muy bien por dónde venían los tiros, Eusebia se enteró bien de dónde iban a parar. Su marido fue la primera víctima de toda la comarca.

Llorando, sin consuelo posible, comprobó que perdía la vista. No podría dar clases. Era viuda y con tres hijos a su cargo. Tomó la determinación de no llorar más. Se hizo a sí misma un pacto silencioso de silencio. Ese tema era tabú y nadie quiso en adelante provocar más llantos.

Respetaremos el pacto. Pasarmos por alto los momentos y escenas más tristes, y nos ceñiremos en lo posible a los aspectos más profesionales.

Toda Maestra lleva en su interior un instinto de segunda madre. Muchas de las maestras, durante la guerra, tuvieron, bien a su pesar, que ejercerlo a tope.

A ifn de sacar a los niños de los peligros del frente, se crearon las Colonias Escolares. A una de ellas, en las Vilas del Turbón (Huesca) fueron a parar los niños y maestras de Biescas. Allí la dedicación a los alumnos era exclusiva, incondicional e ineludible. Día y noche. 24 horas.

Era la supervivencia. Era suplir a cada madre, que estaría llorando y que sólo tenían el pequeño consuelo de pensar que sus hijos estaban en manos de personas en las que siempre habían confiado y que no los abandonarían. Pero era la guerra...

Fueron maestras y madres de día y de noche, con los enfermos y con los díscolos, procurando sufrir la falta de amor maternal y los momentos tristes que a veces embargaban sobre todo a los más pequeños. Nadie estaba seguro de que volviesen a ver a sus padres y eso los niños instintivamente lo percibían.

Como premio a esta gran labor, al reincorporarse con sus alumnos a la zona llamada nacional, fueron suspendidas de empleo y sueldo, probablemente por haber ejercido su profesión en el bando contrario.

Esta situación duró varios meses. El dinero ya no valía, pues había una nueva moneda, los ahorros se acababan y su situación no se resolvía. Así pues Eusebia, que como maestra siempre había impartido la justicia entre sus alumnos, creyó que aquella nueva sociedad no podía funcionar sin, al menos, un atisbo de justicia. Se armó de valor y junto con Maximina, su antigua maestra y ahora inseparable compañera de desgracias, ésta no muy convencida, solicitaron una entrevista con el entonces Director General de Enseñanza Primaria.

Hasta el año 1959 ejerció su labor en Biescas, luchando tenazmente por que sus hijos alcanzasen al menos los mismos estudios que ella. No era tarea fácil. En primer lugar, sólo había un Instituto Oficial en Huesca y en aquellos tiempos de racionamiento ya era un logro conseguir la supervivencia. Para desplazarse a Huesca se necesitaba un salvoconducto de fronteras cuyo costo venía a ser bastante más de la mitad de un jornal y sólo valía, cuando más, para 15 días.

Jamás profirió Eusebia una palabra de odio o venganza. Fue cristiana en el sentido más profundo de la palabra. No concebía la mentira ni como broma.

Entre 1929 y 1959, junto con su cuñada que ejerció cincuenta años, todos ellos en Biescas, fueron maestras de abuelas, hijas y madres de toda esta villa. En total, desde 1903 hasta 1960, fecha en que se jubiló a los setenta años, transcurrieron cincuenta y siete, todos dedicados a la enseñanza. Quizá vosotros sepáis de otros récords.

Tras una permuta, acabó su carrera en Saqués, y justamente aquel día, tras un gran temporal de lluvias se cortó, en el Zoque, la carretera que construían cuando nació. Hoy, desde el pueblo en que nació hasta el que finalizó su profesión (quién iba entonces a pensarlo), como dice la Ronda de Boltaña, puede uno desplazarse en un barquito de vela. Pero esta vez de verdad.

Sirvan estas líneas de homenaje, aunque breve, para estas dos y en general todas las maestras que, muchas veces incomprendidas, han dejado su vida y su alma esparcida por los yermos, como decía, no hace tanto, una de ellas.

Tres han sido los motivos que me han llevado a escoger a esta maestra.
1) La conocía muy bien.
2) No tengo noticia de nadie que haya dedicado más tiempo a la enseñanza.
3) Era, y seguirá siendo siempre, mi madre y maestra.



Ángel García Pomar
Biescas (Huesca)
marzo 2004