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Valkiria

Valkiria

Película histórica con Tom Cruise en el papel del oficial alemán Claus von Stauffenberg que, parche al ojo, prepara un atentado con bomba contra Hitler—un atentado fallido al salir Hitler prácticamente ileso de la explosión. Stauffenberg y sus aliados pretendían utilizar para hacerse con el poder un plan de emergencia por el cual el ejército tomaría el mando—la operación Valkiria—utilizarían así los instrumentos del régimen contra sí mismo, y pactarían luego una paz con los aliados. Fueron todos fusilados (o ahorcados lentamente), pero hay quien dice que salvaron el honor de Alemania... Aunque eso es discutible, visto que para muchos alemanes son culpables de alta traición durante la segunda mitad del siglo XX. Que manda huevos, Alemania. Tardaron años en reconocerle la pensión a la viuda de Stauffenberg, en la nueva Alemania tras la guerra, y muchos opositores al régimen nazi fueron ignorados o despreciados toda su vida.

Películas sobre este tema había ya varias. Ya hice una reseña de lo que podríamos llamar la predecesora inmediata, la película original alemana de este remake, Stauffenberg u Operación Walkiria, o sea que procuraré evitar repetirme. En muchos puntos sigue a la historia, y a la película anterior con Sebastian Koch muy de cerca. En otros hay interesantes divergencias.

La de Hollywood es más estilo Hollywood, mientras que la europea era (creo que no sorprenderá a nadie) más tipo cine europeo. Siendo de Tom Cruise, es esperable que la crítica le zurre al remake sin piedad, como hacen en Salon o en Village Voice (dice Robert Wilonsky de Valkyrie que la película, "Like the operation itself, it’s a good idea—just not well-executed"). Como película de intriga y acción, el ritmo de la de Cruise es más trepidante, y está muy bien llevada la creación de suspense (teniendo en cuenta que sabemos no sólo cómo acaba, sino cómo se desarrolla punto por punto, es una obra de arte lograr esto).  Y la actuación de Cruise está muy medida, para nada tan chulonazi como esperaba yo—los fallos de exceso de arrojo suicida vienen del guión, como cuando le anuncia a un subordinado al que acaba de conocer que "voy a cometer alta traición, y espero que te apuntes". En general, bastante mejor que eso va la cosa.

Peor está la película hollywoodiense cuando decide heroificar a su héroe un poquito más todavía que la alemana, alejar posibles antipatías para fomentar la identificación. Así, no vemos que Stauffenberg fuese un imperialista militarista antidemócrata, lo que podría alienarnos al personaje; sólo se insinúa esto con los motivos aducidos para sus acciones, más de honor patriótico y militar que de naturaleza humanista o humanitaria. También hace más romántico su personaje la película a la hora del trato con su familia: mientras que en la película alemana su esposa le reprochaba a Stauffenberg su actitud, como una traición a su familia (al ponerse a él y a ellos en peligro de muerte y deshonra pública), aquí la esposa de Stauffenberg es toda comprensión y abnegación, una mujer que no entra en política pero que no cuestiona las opciones de su marido. Puede que de todo hubiese un poco... aunque estas cosas de familia no salen a la luz con claridad, y se prestan a interpretaciones. Otra cuestión es que si bien a muchos conspiradores les repugnaban los crímenes nazis, y eran un motivo de su rebelión, otros estaban más preocupados por el honor de Alemania, y era intención de los conspiradores pactar con los aliados que nos se juzgase a ningún alemán por crímenes de guerra—cosa que aquí no se menciona. Estos dos detalles cuestionables del enfoque dado al personaje de Stauffenberg muestran que la película alemana es en general más compleja y realista en sus actitudes y en el retrato que da del personaje y su ambiente—la de Synger más de buenos y malos, la alemana más comprometida con la complejidad del asunto, que les toca de cerca.

Pero no desmerece la película de Singer en el aspecto caracteriológico, gracias a muchas excelentes actuaciones, por mucho que ladre la crítica. Está muy bien Tom Cruise, y también está muy bien su maquillador y amputador por cierto, según esperábamos. Está genial Bill Nighy dándole un toque temblón e indeciso a Olbricht, y Terence Stamp como un intenso y serenamente desesperado Beck, ambos dos jefes del complot; y también clava el papel Goebbels, digo, Harvey Friedman—es que deberían arrestar a este actor y juzgarlo por los crímenes de Goebbels. Muy bien muy bien Tom Wilkinson y su papel, el del ambiguo y vilmente oportunista general Fromm,  que ni se sabe si está a favor o en contra, según convenga—más de estos debería haber en la película, porque sin duda los hubo en la realidad: a patadas. Es la clave de la supervivencia en estas situaciones terroríficas, donde hay que tomar postura en una elección de vida o muerte. Que nos veamos libres de ellas.

Termina torpemente la película con unos títulos de crédito explicativos de cómo hubo 700 detenidos y 200 ejecuciones tras el fallo del plan Valkiria. Podrían mejor habernos mostrado alguna escena de la Alemania de postguerra despreciando el gesto de Stauffenberg y sus compañeros, y manteniendo contra ellos la acusación de alta traición.

Alta traición a la canalla, claro—que la hay bajo Hitler y también la hay sin Hitler.

El libro negro

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