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Vanity Fea

En Tropelías (sic)

Me he acercado los ratos que he podido por el Seminario de Investigaciones Culturales "Tropelías", organizado por el área de Teoría Literaria de nuestra universidad (Túa Blesa, Alfredo Saldaña et al.), y aparte de ponencias de días anteriores sobre Espinosa, Javier Marías y otros, he escuchado esta mañana a Túa hablando sobre Gimferrer y a Darío Villanueva sobre la poética de la novela de Francisco Ayala. Y además de escucharlos con mucho gusto, también me he escuchado hacer preguntas o comentarios desde el público (con una voz que siempre suena un tanto ajena en estos casos, y que no la escucho con todo el gusto que esperaba pero que debe de ser la mía).

Bueno, pues Túa hablaba sobre la poética de innovación permanente de Gimferrer, su herencia de tradiciones rompedoras (entre otras de mis lecturas de adolescente modelnista, Rimbaud y Lautréamont)—la de Rubén Darío, la del surrealismo, el modernismo à la Saint-John Perse, Eliot y Pound... y su autor-reinvención con cada libro, en una trayectoria que quiere evitar el "autoepigonismo" y mantener a la poesía en una búsqueda permanente que es su misión.... "su misión: insumisión", apostillo, y especulo sobre maneras de figurar las trayectorias creadoras de los escritores, siguiendo la inspiración matemática de las trayectorias e inflexiones de Túa:

- El punto y parado, o el círculo vicioso, para los escritores que no salen de lo mismo, los autoepígonos.
- La ideal línea recta, para los escritores que siguen siempre adelante, westward ho, sin volver a pisar terreno ya pisado.
- Pero claro, en la Tierra (decía Bonilla) siguiendo adelante volvemos a donde ya estábamos. Igual así hemos trazado un círculo inabarcable para nuestra vista. Quizá haga falta otra persona que nos diga cuál es el centro del círculo que hemos trazado mientras creíamos trazar una recta, en sucesión de estilos, maneras y nuevas identidades y preocupaciones... Sublunarmente, no me parece la recta una opción realizable; toda recta es ideal.
- A mí me gustan las espirales (Nota 1). La espiral tiene algo de progreso y algo de retorno; da vueltas sobre un centro, sin por ello ser un círculo vicioso. Va abarcando cada vez más terreno, abre espacios nuevos sin por eso dejar de tener un centro de gravedad. Creo que seguramente todos nos movemos en espirales, alrededor de nuestras estructuras de personalidad, o temáticas centrales o métaphores obsédantes, auque las vayamos ampliando con nuevas preocupaciones y conocimiento, en nuestro viatge a esa Ítaca que a la vez está en el centro y en la periferia de nuestro mundo a la que nunca llegamos. Queda para un tercero, para un crítico quizá, el ver el trayecto espiral o la amplia circunferencia que describe lo que nosotros percibimos como una recta, o como un divagar en direcciones diversas. Esa figura geométrica es, quizá, una función de la percepción.

Darío Villanueva da un repaso admirable al contexto intelectual de la teoría de la novela de Ayala dentro de los parámetros del pensamiento teórico del siglo XX: sus preocupación por el lector ficcionalizado, ideal en el sentido de implícito en la comunicación narrativa; las concomitancias de este modelo con las ideas de Booth, las de Bajtín, las de Ingarden e Iser, o de los narratólogos franceses. (Apunta también, cosa con la que concurro, los problemas de Iser a la hora de determinar la relación entre el lector implícito y el lector efectivo). Señala DV la influencia por la fenomenología por sus estudios en Alemania. Su continuación de la herencia de Cervantes, y de ese pronunciamiento crucial del Cura sobre la verdad de la ficción: que reside su éxito en el encuentro de autor y lector sobre el texto, sobre unas convenciones de comunicación compartidas. Describe Villanueva un curioso texto de Ayala: tras Muertes de Perro, en El fondo del vaso nos presenta lo que Booth llamaría un narrador no fiable... y lector no fiable a la vez, pues es uno de los lectores de Muertes de Perro que toma la defensiva del dictador contra lo que para él son los infundios que se han publicado en Muertes de Perro, así como contra la manera solapada en que se comunican esos infundios por medio de la ironía.

Yo sugiero que podría verse ahí un síntoma de la hiperconsciencia de Ayala frente a sus lectores: el exiliado teme que sus textos no van a ser bien leídos, sabe que van a encontrar una lectura hostil, quizá; y responde apoderándose del lector hostil, del lector imprevisto, para volverlo a incluir en el círculo idealizado de la comunicación textual. En la práctica de Ayala encontramos pues una dialéctica que va más allá del formalismo (si bien la estructura formal de la obra contraataca, exigiendo ser leída a su manera). Pero ¿encontramos una teorización de esas importantes figuras lectoras que deberíamos añadir al lector implícito? Me refiero al lector hostil, por una parte, y al lector crítico, por otra, dos figuras que comparten una porción de territorio común además de ser bien diferenciables. El lector hostil no aceptará los valores del autor o la justeza de sus representaciones. El lector crítico va más allá del papel que le encomienda la obra, del lugar que le tiene preparado. Una obra crea espacios en blanco para ser rellenada, con la colaboración del lector, pero cuenta con un lector amistoso, favorable, que no entre a rebatir sus presupuestos... Ahora bien, un lector crítico puede hallar huecos en el texto que no han sido previstos por el autor, cosas que faltan porque el autor no ha sabido o no ha querido ver: y la labor del crítico es señalar y completar esas ausencias, de una manera que no consta precisamente en el proyecto estético o ideológico de la obra. Una obra quiere ser leída, pero sus mejores críticos no son los que la leen tal y como quería ser leída. Van más allá: son lectores resistentes, o no invitados, o respondones. Los autores no suelen gustar de los críticos, porque los críticos también son autores, y lejos de escribir ficciones, intentan apropiarse de las de los autores, disputándoles su autoridad, y hasta su autoría si se tercia. Intolerable.

Nota 1: José Ángel García Landa, “Tematización retroactiva, interacción e interpretación: La espiral hermenéutica de Schleiermacher a Goffman.” En Hans-Georg Gadamer: Ontología estética y hermenéutica. Ed. Teresa Oñate y Zubía, Cristina García Santos and Miguel Ángel Quintana Paz. Madrid: Dykinson, 2005. 679-88.

Crítica acrítica, crítica crítica





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