En el fondo no estoy tan mal
De la reseña editorial de Zero Comments: Blogging and Critical Internet Culture, de Geert Lovink (Routledge, 2007):
– entre los cuales me encuentro. O sea, en el fondo de la red social. Bueno, aún podía estar peor, con cero comentarios y cero visitas y cero enlaces... en un islote de la red como este otro que tengo. (Pues claro que no funciona el enlace—si digo que es un islote). Pero mejor vivir en una isla desierta, o en un rincón apartado, que en según qué barrios—digo yo. O recibir según qué visitas...
No es que vaya a decir, con Locomotoro, "solo, solo, solito y solo / soy más pirindolo". Pero, contrariamente a lo que esperaba, y sin ánimo de ofender a mis visitantes dialogantes, resulta que el diálogo más interesante a que ha dado lugar este blog para mí es el diálogo conmigo mismo. Esto iba contra mis previsiones, a pesar del título Vanity Fea. Y la sociedad de uno consigo mismo no es de despreciar.
En fin, que con eso dicho queda que concibo situaciones peores que la que apunta Lovink de no tener feedback. A estas alturas me importaría más la falta de autofeedback.
Pero comprendo que la red social interna no cuenta mucho en el mercado de la comunicación. Los autoenlaces tan abundantes en este blog no cubican. Toda interacción en Internet es moneda de cambio, y medida de posicionamiento, pero han de ser enlaces entre sitios distintos. Los enlaces, ya se sabe, son casi una moneda oficial de cambio en la web desde que Google los utilizó como medida del éxito, importancia y calidad de un sitio. Pero también el número de suscripciones, la lista de citas en Google, a ver quién la tiene más larga. Y también el número de comentarios recibidos—por no hablar de su calidad.
Hay que tener en cuenta que existe un mercado de intercambio de comentarios (tú me visitas, yo te visito), con lo cual habría que tener en cuenta no sólo el número de comentarios en bruto, sino la relación entre el número de comentarios recibidos y el número de comentarios puestos. Si poner un comentario (al margen de otras consideraciones) es comprar un boleto para recibir un comentario, valen mucho más los comentarios no solicitados—y los no respondidos.
Incluso, siguiendo este razonamiento, podríamos considerar que todo comentario puesto a un bloguero muy comentado va en detrimento de nuestro propio sitio... puesto que los autores muy comentados no van a entrar en el mercadeo de comentarios, siquiera sea por falta de tiempo: al comentarlos estamos engrandeciendo su sitio y encogiendo, comparativamente, el nuestro. Claro que la participación en un sitio muy visitado también puede revertir en visitas a nuestro blog.
Así que cada cual ha de encontrar la comunidad adecuada a su actividad, y sopesar a la hora de intervenir con un comentario: al margen de la importancia de la observación que queramos hacer, y al margen de la calidad de los comentarios recibidos—una consideración fuera del ámbito de este post—hay que tener en cuenta la relación entre energía reticular perdida con el comentario, y la potencialidad de absorber energía reticular a través del comentario. Es un riesgo, una apuesta.
Con lo dicho, adivinarán mis lectores que no tengo mucha intención de devolverles visitas a través de sus comentarios.
Y para terminar, una canción que propongo como himno para los blogueros sin comentarios: de Amistades Peligrosas, "Me quedaré solo":
In Zero Comments, internationally renowned media theorist and 'net critic' Geert Lovink upgrades worn out concepts about the Internet and interrogates the latest hype surrounding blogs and social network sites. In this third volume of his studies into critical Internet culture, following the influential Dark Fiber and My First Recession, Lovink develops a 'general theory of blogging.' Unlike most critiques of blogging, Lovink is not focusing here on the dynamics between bloggers and the mainstream news media, but rather unpacking the ways that blogs exhibit a 'nihilist impulse' to empty out established meaning structures. Blogs, Lovink argues, are bringing about the decay of traditional broadcast media, and they are driven by an in-crowd dynamic in which social ranking is a primary concern. The lowest rung of the new Internet hierarchy are those blogs and sites that receive no user feedback or 'zero comments'.
– entre los cuales me encuentro. O sea, en el fondo de la red social. Bueno, aún podía estar peor, con cero comentarios y cero visitas y cero enlaces... en un islote de la red como este otro que tengo. (Pues claro que no funciona el enlace—si digo que es un islote). Pero mejor vivir en una isla desierta, o en un rincón apartado, que en según qué barrios—digo yo. O recibir según qué visitas...
No es que vaya a decir, con Locomotoro, "solo, solo, solito y solo / soy más pirindolo". Pero, contrariamente a lo que esperaba, y sin ánimo de ofender a mis visitantes dialogantes, resulta que el diálogo más interesante a que ha dado lugar este blog para mí es el diálogo conmigo mismo. Esto iba contra mis previsiones, a pesar del título Vanity Fea. Y la sociedad de uno consigo mismo no es de despreciar.
En fin, que con eso dicho queda que concibo situaciones peores que la que apunta Lovink de no tener feedback. A estas alturas me importaría más la falta de autofeedback.
Pero comprendo que la red social interna no cuenta mucho en el mercado de la comunicación. Los autoenlaces tan abundantes en este blog no cubican. Toda interacción en Internet es moneda de cambio, y medida de posicionamiento, pero han de ser enlaces entre sitios distintos. Los enlaces, ya se sabe, son casi una moneda oficial de cambio en la web desde que Google los utilizó como medida del éxito, importancia y calidad de un sitio. Pero también el número de suscripciones, la lista de citas en Google, a ver quién la tiene más larga. Y también el número de comentarios recibidos—por no hablar de su calidad.
Hay que tener en cuenta que existe un mercado de intercambio de comentarios (tú me visitas, yo te visito), con lo cual habría que tener en cuenta no sólo el número de comentarios en bruto, sino la relación entre el número de comentarios recibidos y el número de comentarios puestos. Si poner un comentario (al margen de otras consideraciones) es comprar un boleto para recibir un comentario, valen mucho más los comentarios no solicitados—y los no respondidos.
Incluso, siguiendo este razonamiento, podríamos considerar que todo comentario puesto a un bloguero muy comentado va en detrimento de nuestro propio sitio... puesto que los autores muy comentados no van a entrar en el mercadeo de comentarios, siquiera sea por falta de tiempo: al comentarlos estamos engrandeciendo su sitio y encogiendo, comparativamente, el nuestro. Claro que la participación en un sitio muy visitado también puede revertir en visitas a nuestro blog.
Así que cada cual ha de encontrar la comunidad adecuada a su actividad, y sopesar a la hora de intervenir con un comentario: al margen de la importancia de la observación que queramos hacer, y al margen de la calidad de los comentarios recibidos—una consideración fuera del ámbito de este post—hay que tener en cuenta la relación entre energía reticular perdida con el comentario, y la potencialidad de absorber energía reticular a través del comentario. Es un riesgo, una apuesta.
Con lo dicho, adivinarán mis lectores que no tengo mucha intención de devolverles visitas a través de sus comentarios.
Y para terminar, una canción que propongo como himno para los blogueros sin comentarios: de Amistades Peligrosas, "Me quedaré solo":
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