Voy leyendo las muy entretenidas memorias de Albert Boadella, Adiós Cataluña: Crónica de amor y guerra (Espasa, 2007), que en efecto alternan capítulos de "amor" y capítulos de "guerra". Una de las guerras narradas, guerra intestina y local, es la que le enfrentó a los otros componentes de Els Joglars cuando las divergencias les llevaron a dirimir a quién le correspondía el nombre de la compañía, si al director Boadella o a los actores de quienes ahora se quería desembarazar por considerar que eran plomo en las alas. Y allí diagnostica un fenómeno bastante frecuente en tiempos de reacción contra el conservadurismo, la mediocridad disfrazada de igualitarismo, y "la doblez que se esconde bajo esa generalización que el vulgo llama hoy progresismo". In extenso:
"¿Por qué he descrito con abundancia de detalles lo que podría considerarse un simple conflicto casero? Me ha parecido fundamental relatar este desencuentro, porque, al margen de la anécdota gremial y la frustración artística que supuso, las actitudes de los jóvenes participantes que intervinieron en aquel episodio constituyen un fiel reflejo de lo que posteriormente ha sido la implantación generalizada de la impostura progre. Gente poco preparada en general, que acostumbra a ver enemigos en todo lo que no está fuera de sus excelsas letanías de libertad, paz, solidaridad, y bla, bla, bla. Por ello fuerzan siempre la cohesión entre mediocres, con el fin de conseguir por la mayoría lo que no pueden realizar individualmente. Es verdad que entonces se adjudicaban el papel de víctimas, fingiendo despreciar al maligno poder, pero la edulcorada exhibición de filantropía que se ha instalado hoy en España, desde los gobiernos hasta las protectoras de animales, tiene precisamente su germen en actitudes como las que me tocó soportar. Empezaba a emerger una nueva casta cuya clave de actuación se apoya en la destrucción del mérito y, por consiguiente, en la alianza entre fervientes mediocres, lo cual lleva como objetivo una selección en la que los peores siempre tienen las mejores oportunidades de medrar.
Paradójicamente, aquellas víctimas crónicas del maléfico sistema capitalista se han transformado ahora en un nuevo poder sectario que actúa impunemente bajo la franquicia de la verdad absoluta. En concreto, al huir de esta gente estaba rompiendo definitivamente con una generación de la que, con toda franqueza, me exasperaba sobre todo su doblez." (p. 94).
Dinámica de grupos ésta descrita por Boadella que sin duda puede observarse, con las variaciones de matiz que corresponda, en muchos otros lugares y contextos.
El contexto de Boadella en concreto era el momento en que los catalanistas se instalan en el poder e imponen la ideología oficial y las señas de identidad obligatorias; y así nació (contra la nació) la parodia antipujolista de Ubú president, derivada de Ubú rey que a su vez derivaba de Macbeth.
Las nuevas circunstancias me planteaban un dilema: o bien optaba por volver a emigrar a otro territorio o me decidía a presentar batalla en pro de la supervivencia. Mi irrefrenable belicosidad me llevó a decidirme por lo segundo, aunque consciente de que sólo podría proyectar el combate bajo una estrategia de guerrillas, pues ahora ya no eran los fingidos antifranquistas de antes, sino que el nuevo panorama autonómico de España los había convertido en el prepotente ejército del poder. Tampoco podía confiar en los colegas del gremio, porque andaban todos a la caza de alguna prebenda que les permitiera vivir del erario público. La milicia de volatineros se hallaba dedicada por entero a colaborar entusiásticamente en la implantación de la nueva patología endogámica, y nadie quería pasar por desafecto a la causa. (p. 106).
Vigilancia al disidente, localismo, clientelismos y prebendas, feudalismo, grupos de protección mutua, balcanización que permite las normativas locales... Vamos, que el nacionalismo no es sino un ingrediente apestoso más en este nauseabundante caldo de la dieta mediterránea.
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