Un [ ] libro es un [ ] regalo (*buen)
Un [ ] libro es un [ ] regalo (*buen)
Un libro es un regalo. Pero sólo el artefacto, o la maquinaria códice, no su contenido—especialmente si éste es un regalo. Está bien regalar un libro (un códice, digo, aunque esté en blanco) con una cinta alrededor. Pero regalar sólo palabras, sólo el contenido intelectual...
—¿se regalarán en el futuro, o en el presente, descargas para e-books? (e-books en sí, máquinas digo, desde luego se pueden regalar y se regalan). El contenido intelectual, en cambio—las palabras—vale cero, me parece—si no siempre de hecho, sí como regalo. En la era digital.
Especialmente si el libro es tuyo. ¿Se imaginan regalarle a alguien la dirección del sitio web de uno, para que se lea tus obras completas? Podría imprimirse la dirección web en una elegante tarjeta, y poner ésta en un estuche. O (por qué no) podría amañarse un e-book con conexión wifi para que sólo pudiese conectar a ese sitio web que regalas para autopromocionarte. Creo que sería poco apreciado. (Que te lea alguien, es un regalo más bien). Regalar un libro (impreso) escrito por uno mismo, no digamos ya impreso por uno mismo, ya es poco aceptable en sociedad. Como para ir un paso más allá y regalar sólo vacuidades etéreas, sin soporte tangible.
Bueno, a lo que iba; yo sigo colgando mis libros en la red, y gratis, en lugar de hacer un secreto de ellos como otros. (Error, error: se aprecia más el misal con candado...). O en lugar de intentar venderlos, como hacen algunos académicos, con éxito limitado. Pero llevo por delante como se ve bien clara la idea de que no es que mis escritos los quiera ni los necesite nadie—no vayamos a confundirnos.
Empecé poniendo en red la dichosa Bibliografía en 1995, y luego la Miscelánea, la revista de filología de mi departamento que yo editaba por entonces, en 1997. Y en cuanto me hice con un sitio web manejable en 2004, empecé a colgar mis escritos, empeño en el que aún sigo pasito a paso seis años después, aunque no por que nadie me anime a ello. Es, como diría Kant, una Zweckmässigkeit ohne Zweck.
Las novedades de hoy en el sitio web, aparte del blog en sí, que crece unos centímetros cada día, son dos duplicados de esta reseña que publiqué hace algunos años en Language and Literature, sobre Mediating Criticism: Literary Education Humanized, un buen libro de Roger Sell sobre aquello que era la literatura. En Academia y en la SSRN están—estantes virtuales que acumulan polvo virtual.
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