Las Lolitas de Dragó indignan al personal
sábado 30 de octubre de 2010
Las Lolitas de Dragó indignan al personal
Mucho se habla estos días de donjuanismos y de Zorrillas, por volver a la tradición nacional. Fernando Sánchez Dragó ha creado quizá más polémica de la que esperaba al contar cómo tuvo relaciones sexuales, autobiográficamente hablando, con "dos zorrillas japonesas de trece años". Luego al parecer replegó velas y declaró que la evocación autobiográfica era sólo "ficción". Los medios y portavoces de izquierdas se han lanzado a por Sánchez Dragó (por ejemplo la ministra González Sinde, para quien "la literatura no es una coartada"). "No comparto en absoluto esa inocencia de las palabras de la que habla el señor Dragó, y que apoya la señora Esperanza Aguirre", dijo González-Sinde; "Uno no puede extralimitarse amparándose en la libertad de expresión". Quizá lo pillan con más ganas a Dragó porque a través de él atacan a quienes lo han promocionado y defendido, en especial a Esperanza Aguirre, quien había sostenido que si los hechos en tanto que hechos serían absolutamente reprobables, en tanto que "literatura" no merecían condena.
"Literatura", "Ficción".... son coartadas diferentes, por cierto. El propio Sánchez Dragó parece haber intuido que la debatible categoría de "literatura" en caso de que pudiera aplicarse a todo lo que él escribe no sería cobertura suficiente, y se ha atrincherado un poco más allá, en la "ficción". Ficción autobiográfica, para quien acepte el género, o para quien se quiera creer que es ficción. La reubicación genérica, y de edad, es sospechosísima, claro; aunque Sánchez Dragó observe en su autodefensa que en cualquier caso la edad de consentimiento sexual en España es de 13 años (ver código penal), con mucha frecuencia se considera de dudoso gusto o moralidad el sexo con menores cuando hay cierta diferencia de edad. La comparación aducida por él con Nabokov tampoco viene muy a cuento, puesto que, al margen del asunto del talento de cada cual, Nabokov sí escribía desde el principio bajo el amparo de la ficción, fuesen cuales fuesen sus fantasías personales... aunque asome una ironía moralmente dudosa en el prólogo de la novela.
Parece que, a la hora de jugar a revelar crímenes, inmoralidades, o ilegalidades, la libertad de expresión está mucho más comprometida de lo que algunos dan por hecho. ¿Quién dijo que la literatura, o la ficción, o la escritura, no tenían consecuencias morales? —Esperanza Aguirre, creo que lo daba a entender, al menos para el caso de la buena literatura, incluida la de sus familiares o la de García Márquez, otro viejo verde. Sea como sea, Dragó está bastante a salvo de toda condena que no sea moral, pues aparte de no ser un acto punible en España, el único testigo del hecho es él, y no parece plausible que reaparezcan las japonesillas, cincuentonas y traumadas, a ponerle una denuncia. La duda está en si una condena meramente moral le va a pasar factura política y profesional.
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