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Retropost (2007): Si yo me metiese en Second Life...

... sería para jugar allí a Second Life —supongo que existirá, digo yo— y en esa Second Life recrear mi First Life en su estado actual. Y hacer blogs en Second Life. ¿Para qué dedicarse a estas cosas, si no?

Pero ya tengo bastante con esta Second Life.

Minas virtuales, oro real


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Retropost (2007) - Goffman: La realidad como expectativa autocumplida


Observo que ha aparecido una traducción española de Frame Analysis de Erving Goffman: Frame Analysis: Los marcos de la experiencia (Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas, 2006). Eso me eximirá de meterme yo mismo a traducir el imponente tocho.

Hace tiempo que quería escribir un comentario sobre la conclusión, especialmente por la teoría del sujeto que parece ofrecer Goffman, como corolario a su análisis de la experiencia y sus transformaciones a lo largo del libro. Y también por las conexiones sugestivas que se ofrecen para una teoría de la retroacción y retrospección, o sea, una teoría narrativa sobre la constitución de la realidad.

La tesis central de Goffman la podríamos resumir así: Un marco es un límite imaginario que se coloca en torno a un conjunto de signos para considerarlos en su unidad y diferenciarlos respecto a lo que queda fuera del marco. Los marcos se utilizan para estructurar la experiencia, y para transformarla, sometiendo la secuencia de signos enmarcada a distintas modulaciones, manipulaciones o recontextualizaciones. Enmarcar, modular, y romper el marco son operaciones semióticas básicas que estructuran nuestra actividad y la realidad que habitamos (y construimos, y transformamos).

Me parece que el concepto de Goffman tiene grandes posibilidades de entroncar (seguramente ya lo ha hecho, pero esto es un blog) con todo un conjunto de disciplinas que necesitan hablar de signos y su transformación, desde la neurología hasta la narratología, pasando por la lingüística. Por tomar un ejemplo intermedio, volvamos a la teoría de Arbib sobre el origen del lenguaje. Se basa en uno de los desplazamientos de marco de Goffman (en lugar del gesto original, un gesto in absentia que deviene un signo: llevarse la mano a la boca, sin nada, como signo de "comer"). En este ejemplo, el desplazamiento original del gesto auténtico al signo está posibilitado por un tipo especial de neuronas que estimulan la actividad reflexiva (las neuronas espejo). Pero la reflexividad en sentido más amplio, ya generalizada al conjunto de la semiosis, es inherente a la teoría de los marcos. Un marco enmarca signos para poder funcionar y crear sentido en su interior, y sin embargo ese mismo enmarcamiento posibilita el ficcionalizar ese conjunto de signos, desplazarlo a otra función, re-significarlo, re-presentarlo.

Así comienza la conclusión de Frame Analysis:

"Este estudio comenzó con la observación de que tenemos (y otros en cantidad considerable tienen) la capacidad y voluntad de usar la actividad concreta, efectiva (actividad que tiene sentido en sí misma)—como un modelo sobre el cual efectuar transformaciones para divertirse, engañar, experimentar, ensayar, soñar, fantasear, ritualizar, demostrar, analizar y practicar la caridad. Estas vivaces sombras de acontecimientos se engranan en la marcha continuada del mundo, pero no exactamente de la manera tan próxima como es el caso de la actividad ordinaria, literal." (560, traduzco).


Antes de que me interrumpa algún desconstructivista, le bajo la mano de un sopapo admitiéndole que esa actividad "literal" es el resultado de la sedimentación previa de mucha actividad no literal; y que de hecho es "literal" mientras no se diga lo contrario. Así, con la llegada de una catástrofe imprevista, toda nuestra actividad literal y nuestras prioridades anteriores quedan súbitamente ficcionalizadas: "for even as it is shown that we can become engrossed in fictive planes of being, giving to each in turn the accent of reality, so it can be shown that the resulting experiences are derivative and insecure when placed up against the real thing" (ibid.).

Cualquier ficción puede servir pues como plano real sobre el cual apoyar una ficción más evidente, "llevando a uno a pensar que lo auténticamente soberano es la relación, no la sustancia" (560-61). Y la actividad cotidiana es de hecho no "literal" sino precisamente un complejo tejido de actividades enmcarcadas a distintos niveles, una transición fluida a través de diversos planos de existencia. Y si filmamos esa compleja vida cotidiana, "enmarcándola", añadimos un plano más, "Pero aquello de lo que la versión cinematográfica sería copia, es decir, un ejemplar irreal, sería a su vez algo no homogéneo con respecto a la realidad, atravesado a su vez por distintas enmarcaciones y sus diversos planos de existencia" (561)

La realidad se modela e interpreta de acuerdo con estos marcos ideales, que a su vez retoman la realidad como base de operaciones. Una famosa modelo pasando un vestido simula ser una persona normal que a su vez imita a la modelo. Aquí Goffman piensa en Oscar Wilde, y su propuesta de que la realidad tal como la percibimos está hecha de esquemas creados y difundidos por el arte: "Puede que la vida no sea una imitación del arte, pero la conducta ordinaria, en cierto sentido, es una imitación de de lo que es propio, un gesto hacia las formas ejemplares, y la realización primigenia de estos ideales pertenece más a la ficción que a la realidad" (562).

Existe así una relación retroalimentativa, o circular, entre lo que creemos que es la realidad, y lo que es la realidad. Si interpretamos la realidad de acuerdo con ciertos marcos interpretativos, estamos contribuyendo a que sea esa la realidad, en una especie de preparación por anticipado de lo que será nuestra retrospección sobre las acciones que llevemos a cabo, orientados por tal comprensión: "Lo que la gente entiende que es la organización de su experiencia, lo refuerzan y apoyan a modo de una profecía autocumplida" (563). Esto se hace, dice Goffman, por medio de historias ejemplares (hay aquí implícita toda una narratología del exemplum), de juegos, adivinanzas, noticias, que confirman la lectura aceptada del mundo. Estos rituales de autosustentación de la realidad forman parte importante (y poco explícitamente reconocida) de la educación de la juventud.

Aquí encuentran un lugar privilegiado, entre estas maniobras de autoconfirmación, las diversas modalidades del hindsight bias o distorsión retrospectiva que han analizado de modo tan brillante Michael J. Bernstein (en Foregone Conclusions) y Gary Saul Morson (en Narrative and Freedom). (Puede leerse más sobre la distorsión retrospectiva y sus consecuencias hermenéuticas en mi pseudolibro Objects in the Rearview Mirror May Appear Firmer Than They Are). En una dialéctica de proyecciones top-down e interpretaciones bottom-up, la realidad que nos permite interactuar con otros y con ella se sostiene por acuerdo mutuo y por expectativas autocumplidas. Esto le añade solidez (bueno—un cierto tipo de solidez) no sólo a lo real actual, a lo que existe ahora, sino también a la trabazón entre el pasado y el presente. El club de apoyo mutuo que crean los marcos interpretativos hace también que interpretemos el pasado a la medida del presente, pero de un presente que interpretamos como continuación y producto del pasado. Anticipación del futuro, pero también anticipación de la retrospección, una retrospección que se fundamentará en esa previsión de retrospección. Expectativa autocumplida para el presente; constitución retroactiva para el pasado. Así el pasado adquiere toda la solidez que pueda tener tal ente, y el presente se nos escapa menos (al estar firmemente enmarcado en una serie de coherencias, premoniciones y prácticas establecidas).

"De incontables maneras e incesantemente, la vida social absorbe e incorpora a sí misma el entendimiento que de ella tenemos" (563). En un paréntesis autorreflexivo importante, admite Goffman que la teoría social no está aislada de este proceso, a un nivel metalingüístico intocable, sino que forma parte integrante de él: "(Y ya que hay que admitir que mi análisis de los marcos se fusiona con el que emplean los propios sujetos, el mío, en esa medida, ha de funcionar como una fantasía de apoyo más)" (563). Lo mismo sucede, supongo, con la crítica de Morson a las profecías autocumplidas, o con mi crítica a su crítica. Entender el funcionamiento de los marcos interpretativos es también darles solidez, no sólo mostrar que están hechos de aire.

De aquí pasaremos a la teoría del sujeto de Goffman —otra cosa aérea y sólida a la vez. Pero ya le vale por hoy para un post: después de todo, a post is a post is a post, lo cual es otra expectativa autocumplida.

El yo relacional 
 

 
 


Retroposts
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Retropost (2007): Interacción internalizada: El desarrollo especular del lenguaje y del orden simbólico

Retropost #1308 (13 de enero de 2007) - Interacción internalizada: El desarrollo especular del lenguaje y del orden simbólico


Este interesante artículo de V. S. Ramachandran,  "The Neurology of Self-Awareness" (Edge 8 de enero de 2007), enlaza con algunas de las preocupaciones que me rondan por la cabeza últimamente.  

Tiene muchos puntos en común con el artículo de Michael Arbib en Cajal and Consciousness, y también con la teoría de la autointeracción de pensadores como Mead o Blumer. También teoría de los marcos de Goffman, más en concreto con la teoría del sujeto y de la consciencia que parece insinuarse en sus últimas páginas. A ver si consigo hilar mínimamente uno con otro y con otro y con otro.
 

Hace poco mencioné las neuronas espejo. Son un sistema neurológico que abre un camino para relacionar, en términos biológicos y evolucionarios, reflexividad e interacción. Y que permiten concebir un punto de contacto entre neurología, lingüistica y esas reflexiones sobre fenomenología que tanto han enfatizado la relación entre yo y otro (la teoría de la mirada de Sartre, la teoría de la alteridad de los otros como sujetos y no objetos en Merleau-Ponty, o las reflexiones sobre soi-même comme un autre de Ricoeur). Casi nada, ¿verdad? Bien, pues tanto Ramachandran como Arbib dan un papel crucial a este sistema neurológico en la génesis de la autoconsciencia. Goffman no, claro; él no habla de neurología y cuando se murió aún no existían estas neuronas, por así decirlo.
 

El artículo de Arbib en Cajal and Consciousness (ed. Pedro C. Marijuán; New York Academy of Sciences, 2001) se titula "Co-evolution of Human Consciousness and Language". En este post resumo y comento algunos aspectos clave de este artículo. Eso me llevará más adelante a una exposición de la teoría del sujeto emergente en Goffman.
 

La consciencia humana se caracteriza por su complejidad, que sólo ha podido desarrollarse junto con el lenguaje. Complejidad que consiste en crear representaciones de la actividad intencionada, representaciones que van mediadas lingüísticamente. Estas representaciones (y el lenguaje) se han desarrollado evolutivamente a partir del sistema de neuronas espejo de los monos, y de la relación neurológica entre movimientos de la mano y de la boca.
 

(Por cierto, observa Arbib, un tanto en plan plain dealer, que "Cajal offers no particular guidance to the nature of consciousness", y que distingue la actividad consciente de los reflejos, pero no de otros procesos mentales. Yo creo que tampoco es tan así: pues Cajal también observa la diferencia entre el comportamiento espontáneo e irreflexivo, automatizado (no meros "reflejos") y el autoconsciente, mediado por otros sistemas neuronales. Y puede haber un choque en el paso de uno a otro, como en el ejemplo de la señorita que se mueve con gracia mientras no se siente observada pero tropieza o se trabuca en el momento más inoportuno, o sea, cuando ve que la miran).  

Cajal sí que anticipó, dice Arbib, la teoría de que muchas funciones del organismo no están basadas en un único circuito o región cerebral, sino en la cooperación de muchas regiones cerebrales.  Ignoraba, claro, el detalle y muchos aspectos prácticos del funcionamiento de esta computación neural, por ejemplo que la inhibición de impulsos, y quizá la modulación neuronal, tienen un papel tan importante como la excitación. En otro post anterior he señalado cómo diversas teorías neurológicas contemporáneas analizan las modalidades de interacción entre regiones cerebrales, o de coordinación entre patrones de excitación, para explicar la creación de representaciones conscientes. Sin negar la importancia básica de estas interacciones multisistema, tanto Arbib como Ramachandran dan un papel preponderante al sistema de las neuronas espejo.
 

Volviendo a Arbib: opone "estados cerebrales" (inmensamente complejos) a "estado mental" (como resultado visible, pongamos, del anterior: los estados mentales son más simples; así, la lógica no es la esencia de la mente, sino una cristalización comunicativa, digamos, de los auténticos procesos cerebrales, en los cuales no entramos de manera consciente). Pero la mente es para Arbib (faltaría más) un aspecto de la actividad cerebral, un fenómeno semiótico: "some sort of précis of the broader neural activity and memory structures" (200). (—De ahí que los esquemas semióticos, y voy a Goffman y sus frames, vayan a ser tan importantes para desarrollar esta teoría de la consciencia).
 
La consciencia, el lenguaje, y los esquemas distribuidos.

 
 El desarrollo de la consciencia no es sólo el desarrollo de la evolución morfológica del cerebro. Los fenotipos de comportamiento "no resultan de los ’genes cerebrales’ sólo: más bien expresan tanto la organización inherente del cerebro como el aprendizaje que lo ha conformado a través de las experiencias del organismo individual, y éstas son determinadas en gran medida por el medio social en el que se desarrolla el organismo" (200). Así, la evolución de los homínidos no se puede separar del desarrollo de la cultura, que influye "incluso la evolución biológica (además de verse ella misma sujeta a cambio y selección)" (201). La consciencia es un fenómeno complejo y distribuido, y no se trata de un todo o nada: hay que estudiar tipos y grados de conciencia, y definir la propiamente humana y cómo ha emergido. "Sostengo que somos conscientes de una manera completamente humana porque tenemos lenguaje, es decir, que al igual que la consciencia va a cuestas sobre muchas funciones neurológicas, también debe ir a cuestas sobre el lenguaje, alcanzando así una sutileza y complejidad que de otro modo sería imposible" (201). Cita Arbib a Sarraute y sus tropismos preverbales, que se ven aplastados por la lógica propia del lenguaje: "para Sarraute el lenguaje es a la vez expresivo y destructivo, y esa tensión entre lo verbal y lo no-verbal es ciertamente la marca característica de nuestra consciencia, que la separa de cualesquiera otras formas de consciencia que puedan expermimentar otros seres" (202). (Esta interacción entre lo verbal y lo no verbal es enfatizada por algunos pragmatistas como Goffman. Para Goffman podríamos decir que el lenguaje va a caballo sobre lo no lingüístico, la interacción verbal explícita sobre la situación comunicativa que la antecede y sienta sus bases. Aun si esta no es totalmente no verbal, en tanto que deriva de un anterior complejo pragma-lingüístico. En mi artículo sobre La espiral hermenéutica intenté sacar algunas conclusiones de esta verbalización o emergencia del lenguaje que se da en la interpretación y la interacción comunicativa). Una teoría de los esquemas funcional, más que estructural, nos ayudaría a entender el funcionamiento del pensamiento como cooperación entre distintas áreas cerebrales que contribuyen a la generación de un esquema. (Pienso aquí en la teoría de la fusión metafórica y la proyección conceptual / redes de integración conceptual de Fauconnier y Turner). Principios: 1) la "cooperación computacional" o integración de esquemas; 2) la "modulación" de nuevos esquemas a partir de los existentes (esto recuerda mucho los análisis de Goffman, con sus transformaciones de marcos, reenmarcaciones, modulaciones); 3) la integración de representaciones parciales en un todo integrado: algo que no tiene por qué pasar en una región cerebral determinada. (Pero ver la teoría del espacio de trabajo global de Dehaene et al. aquí).  

La neurología y la consciencia. Aquí Arbib expresa su escepticismo hacia las teorías de Penrose et al., Llinás, etc., y apoya un enfoque de lo consciente menos mensurable quizá en términos de estados cerebrales concretos y más bien en relación al lenguaje y la comunicación. Utiliza ejemplos como la visión ciega, etc. que también aparecen en otros artículos del volumen Cajal and Consciousness.  
De la cooperación social a la consciencia

Retoma Arbib la teoría decimonónica de Hughlings Jackson sobre el desarrollo evolutivo del cerebro: "una vez se han desarrollado nuevas regiones o hay nuevos esquemas disponibles, proporcionan un ambiente enriquecido para partes más antiguas del cerebro" (205-6)—(algo que podríamos relacionar con la teoría de la emergencia. Los viejos fenómenos mentales quedan reenmarcados, y nuevos fenómenos pueden surgir de modo emergente por la interacción entre viejas y nuevas zonas). "En la terminología de la teoría de los esquemas, la evolución no sólo proporciona nuevos esquemas conectados a los antiguos, sino que proporciona conexiones recíprocas que modifican esos antiguos esquemas" (206). (Así, de este modo, la representación conceptual elaborada de un objeto puede actuar, por "retroproyección", sobre la imagen sensorial elaborada en los centros primarios de la percepción).

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Uno de los rasgos muy notables sobre las capacidades humanas es que venimos a incorporar herramientas en nuestro esquema corporal. Cuando usamos un destornillador nuestro cuerpo termina al final del destornillador, no al final de la mano; cuando conducimos un coche, nuestro cuerpo termina en el parachoques de atrás, no en nuestras nalgas" (206). Y así el cuerpo también se extiende, mediante la comunicación, por el cuerpo social.
 
(Aceptando este principio de la incorporación de herramientas al esquema corporal, pregúntate, Lector (escritor), por una parte...

1) qué herramienta estás utilizando ahora mismo, y qué dice eso sobre tu cuerpo. Hay toda una reflexión sobre la ciborguización del sujeto, especialmente a través de la interacción mediada por tecnología digital; ver por ejemplo mi reseña sobre Literatura y Cibercultura o sobre los diarios-blog, Serfaty: The Mirror and the Veil.

 2) ¿Cuál es la herramienta más incorporada al cuerpo y a la mente... si herramienta es aún? El lenguaje como tecnología interiorizada.

Las tecnologías del lenguaje, al decir de Ong, modifican la consciencia. Más lo hizo el mismo lenguaje con su origen: es el plantemiento de base de Arbib).

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La comunicación primitiva está supeditada a la coordinación primitiva de los miembros de un grupo social. Como en la visión ciega, los procesos que coordinan a los miembros del grupo no tienen por qué suponer consciencia" (206). (De hecho, aun en grupos humanos, más avanzados y con comunicación más elaborada... la consciencia de los procesos comunicativos que los unen, no digamos ya la consciencia reflexiva avanzada sobre ellos, puede ser bastante primaria). El desarrollo de consciencia supone una capacidad elaborada de usar y anticipar el uso de señales. No sólo reconocimiento de señales, sino una señal de la propia señal, una señal reflexivamente simbolizada: "the individual’s becoming able to pantomime ’this is the action that I am about to take’" (206). (Me interesa especialmente el uso de pantomime de Arbib aquí: parece indicar que hay una cierta teatralidad inherente al hecho de la comunicación consciente; es inseparable de una cierta duplicación y ficcionalización (digamos) del signo). Arbib y Hesse se refieren a esto llamándolo un "resumen", o signo podríamos decir, "a ’précis’—a gesturable representation—of intended future movements (as distinct from current movements)", una simbolización del comportamiento que se genera en lo que llaman el plexo comunicativo. "El elemento jacksoniano [Hughlings Jackson] de su análisis es que la evolución del plexo comunicativo proporciona un medio ambiente para la evolución continuada de sistemas más antiguos" (207). (En efecto, siguiendo la teoría de la retroalimentación cortical - tálamo-cortical, los sistemas sensoriales primarios han de evolucionar si no sólo han de procesar el input de los sentidos, sino proyectarlo a un sistema de monitorización o interacción más evolucionado, y, aún más, recibir el feedback de este sistema y volver a reenviar quizá varias veces las señales modificadas). "Sugieren [Arbib y Hesse] que una vez dispone el cerebro de semejante plexo comunicativo, comienza entonces un nuevo proceso de evolución, en el cual el signo [précis] viene a servir no sólo como una base para la comunicación entre los miembros del grupo, sino también como un medio de planificación y coordinación en el interior del propio cerebro" (207). (Esta es la interiorización de la tecnología a la que me refería. Recuerda mucho, por otra parte, a la teoría de Goffman sobre la constitución del sujeto mediante sistemas de marcos, a la que me referiré más adelante). Los esquemas interiorizados pasan a coordinarse por vía del signo que se ha interiorizado. Esto sucede ya a niveles subhumanos, pero sienta las bases para el desarrollo del lenguaje humano. Según esto, la consciencia sería un resumen o signo de la actividad esquemática, evolucionando de tal modo que que puede elaborar ciertos procesos mentales al nivel del lenguaje y la lógica, y que estaría relacionado en parte, pero no completamente, con la comunicación. (Para los interaccionalistas simbólicos como Mead o Blumer, las señales dirigidas por un organismo a sí mismo son cruciales en el desarrollo de la consciencia humana. Viene a ser esto una internalización de la comunicación, o más bien un desarrollo interdependiente e interactivo de la comunicación, la consciencia y el lenguaje. Veo muchos puntos en común con Arbib aquí).
 
Un sistema especular para la manipulación en el mono y el humano

Hay en el hombre y el mono un sistema cerebral especializado en coordinar la información visual con los movimientos de la mano que permiten la manipulación de objetos. En especial, se han observado unas neuronas de la región cerebral ventral premotriz F5 tienen una función especial. Son las llamadas neuronas espejo: "neuronas que se activan no sólo cuando el mono agarraba o manipulaba objetos, sino también cuando el mono observaba al experimentador hacer un gesto similar al que, cuando es realizado activamente por el mono, requería la actividad de la neurona" (208). Coordinan pues la observación y la ejecución de estos gestos. Es más, existe en los primates este mecanismo fundamental, automatizado o interiorizado, para el reconocimiento de estas acciones. La observación produce una actividad cerebral similar a la propia ejecución de la acción. (Esta reciprocidad es la que parece necesaria para la internalización subsiguiente de los procesos comunicativos a la autocomunicación del propio sujeto. Por otra parte, me sorprendería que no hubiese en otros cordados superiores sistemas de neuronas espejo similares en lo referente en concreto a la identificación visual. Es obvio que el ojo se activa de manera especial al percibir otro ojo: un ojo busca otro—light seeking light—, y más aún los ojos de los primates. Es éste otro sistema de interacción comunicativa muy útil en la supervivencia. En sus análisis sobre el saberse percibido de El Ser y la Nada Sartre extrae algunas conclusiones más elaboradas sobre cómo hemos desarrollado los humanos esta experiencia de intercomunicación visual). Arbib quiere buscar en este sistema interactivo-comunicativo de neuronas espejo "la base para la evolución del lenguaje humano" (210).
 
El enfoque sobre la evolución del lenguaje basado en el sistema especular

Siete fases en la evolución del lenguaje humano: 1) Manipulación, 2) Sistema especular para la manipulación, 3) Sistema imitativo "simple", 4) Sistema imitativo "complejo", 5) Comunicación manual, 6) Habla, 7) Lenguaje.

Con respecto a las diferencias entre los dos últimos, "speech" y "language", aclara Arbib que "habla es la producción y percepción abierta de secuencias de gestos vocálicos, sin implicar que estas secuencias constituyan un lenguaje" (210). (Es una postura ésta que recuerda bastante a las posturas desconstructivistas e integracionalistas sobre el lenguaje. La productividad viene en primer lugar, la codificación es posterior, en especial a la codificación elaborada a través de las formas escritas, los estándares socialmente favorecidos, etc. El habla es así el elemento productivo y agramatical del lenguaje, todavía siempre produciendo secuencias no previamente codificadas y ofendiendo a la gramática).

(Esta teoría de Arbib ofrece puntos de anclaje muy sugerentes a las teorías integracionalistas sobre el origen y funcionamiento del lenguaje, al privilegiar el complejo sígnico multimedial, global, por encima de los sistemas gramaticalizados o codificados. Sobre este complejo integracional de lenguaje y gesto también se puede seguir este enlace que lleva a una discusión sobre evolución: Lenguaje y gesto). Continúa Arbib:

Un humano anatómicamente igual a nosotros pero sin lenguaje, hace 200.000 años, quizá tendría una percepción sensorial inmediata más agudizada, pero a su consciencia le faltarían "los revestimientos sutiles que posee la mente moderna precisamente gracias a las propiedades recursivas a que da acceso el lenguaje" (211). La consciencia, pues, se ha desarrollado drásticamente después de que el cuerpo y cerebro humano humano alcanzasen su forma actual. (Se ha desarrollado como el lenguaje se ha desarrollado. Y los desarrollos de formas lingüísticas complejas—de formas comunicativas complejas, en realidad—suponen desarrollos de la consciencia humana, desarrollos evolutivos, sólo que ahí hablamos ya de evolución cultural, y no de evolución biológica. Una entronca con la otra y es su continuación).
 

El lenguaje se desarrolló sobre una anatomía previamente evolucionada que permitía ese desarrollo. Para Arbib, las vocalizaciones de los primates no son los precursores directos del lenguaje. De hecho se sitúa su sustrato cerebral en un área que no es la equivalente al área de Broca en los humanos. Esos gritos carecen para Arbib de las propiedades combinatorias necesarias para el desarrollo lingüístico, mientras que el sistema de las neuronas espejo sí parece abrir esa vía necesaria. "Está claro que las neuronas espejo pueden ser fundamentales para la imitación, de modo que la utilidad del sistema especular en el antepasado común del hombre y el mono puede haber consistido en maneras simples de imitación" para la conducta aprendida, la autorregulación motriz, y la coordinación del grupo (212). Hipótesis: "La extensión del sistema especular de las acciones simples a acciones complejas fue una innovación clave en la evolución cerebral relevante para la emergencia de una disposición al lenguaje" (212).
 

La generatividad comunicativa necesaria para el lenguaje estaba presente así en el comportamiento motor. El requisito de paridad necesario para el lenguaje humano (la reciprocidad del signo para hablante y oyente) se desarrolló a partir del sistema neurológico especular: "El lenguaje evolucionó a partir de un mecanismo que originariamente no estaba relacionado con la comunicación: el sistema especular para la manipulación con su capacidad de generar y reconocer una serie de acciones" (213). (El origen del lenguaje sería así un caso más de lo que Stephen J. Gould llama exaptación, o de lo que Niezsche analizaba – en la Genealogía de la Moral – como génesis no teleológica, o desconexión entre origen histórico y función actual de un órgano). Es característica de los homínidos la capacidad de explotar imitativa y comunicativamente secuencias de comportamiento nuevas, utilizables para la construcción de una respuesta inmediata y para el enriquecimiento de la vida del grupo a más largo plazo (fase 4 de las antes nombradas). De ahí pasamos a la fase 5: un sistema comunicativo con base manual, con signos pantomímicos que imitan, en ausencia de un objeto, a los signos gestuales pragmáticamente orientados a la acción de ese objeto cuando está presente. ("Comer, comer": el australopiteco llevándose la mano a la boca cuando no hay nada que comer. Así, el signo se constituye necesariamente in absentia del referente, y la teatralidad o simulacro de la realidad es inherente al origen del lenguaje. Nuestros antepasados usaban el lenguaje de los sordomudos, con la ventaja adicional de que oían y vocalizaban. Lenguaje y gesto son inseparables en un origen, sólo la evolución de formas cada vez más codificadas y menos gestuales los va deslindando. Y sin embargo la gestualidad permanece inscrita, como decía R. P. Blackmur en Language and Gesture, en la misma capacidad poética del lenguaje. De esta gestualidad del estilo, que siempre entra a ser procesada interpretativamente, hablaba yo en mi artículo sobre "la espiral hermenéutica").
 

Fase 6: el habla. Primero evolucio
nó un sistema de comunicación basado en las áreas ligadas por las neuronas espejo: la mano/brazo y los gestos orales y faciales. (Y la vista, supongo yo, donde debe existir otro sistema de neuronas espejo aún más básico, y que desarrolló una coordinación con el buco-manual). Seguidamente, "el sistema simbólico manual-orofacial ’reclutó’ a la vocalización" dando lugar a un sistema abierto (no codificado) de gestualidad y sonido. En Homo Sapiens desciende la laringe (y ya en especies anteriores), lo que lleva a pensar que "se necesitaba un núcleo de proto-habla para proporcionar presiones hacia la evolución laríngea. Sin embargo (...) es muy posible que los humanos tempranos y sus precursores  H. erectus hayan tenido una comunicación vocal compleja sin tener lenguajes comparables a los lenguajes actuales" (214).  

Es lógico que también el sistema de vocalización de los primates ha contribuido a la evolución del lenguaje. En concreto a través de la regulación de la respiración / vocalización. También aspectos primitivos de la vocalización, como los lloros de los bebés o las exclamaciones, tienen un asentamiento externo al área de Broca. (Así, hay pacientes mudos por lesión en el área de Broca que pueden jurar y maldecir cuando se les provoca). Arbib hipotetiza que el desarrollo del lenguaje llevó a establecer una coordinación entre el área cortical de la vocalización primate y el área de Broca.
 

La transición al Homo Sapiens: El desarrollo comunicativo tuvo que proporcionar una fuerte ventaja evolutiva, para favorecer como lo hizo la evolución hacia el homo sapiens a pesar de una laringe que impide tragar y respirar a la vez (pero posibilita el habla). El ser humano estaba ya listo para el lenguaje. Pero Arbib se opone explícitamente a las nociones de Chomsky sobre una implantación neuronal del lenguaje en el genoma humano. (Ya he dicho que sus ideas conectaban más bien con el integracionalismo y desconstructivismo... todo lo contrario de la lingüística generativa chomskiana). También se opone al proto-lenguaje de Bickerton (basado en secuencias de dos palabras, nombre-verbo), y sostiene más bien que los protohumanos "poseían la capacidad de nombrar acontecimientos con secuencias nuevas de gestos (manuales y/o vocales) pero que esta capacidad no implica la capacidad de nombrar separadamente los objetos y acciones que comprendían esos acontecimientos" (216). Esto fue un desarrollo más tardío (que Arbib sitúa entre hace 50.000 y 100.000 años). Lo que no quita para que "la consideración de la base espacial de las ’preposiciones’ puede ayudar a mostrar cómo la coordinación visuomotriz subyace a algunos aspectos del lenguaje" (216). (Por aquí también se puede enlazar con los esquemas de representación espacial analizados por la lingüística cognitiva). Pero parece evidente que el desarrollo de estructuras gramaticales elaboradas haya sido "post-biológico", una creación del Homo sapiens. (Y continúa esa elaboración... No sólo en el desarrollo lingüístico, sino en el metalingüístico, a nivel de teoría y análisis del lenguaje).
En un esquema representa Arbib su teoría multimodal sobre el origen del lenguaje: Dos sistemas originalmente aislados (el sistema de llamadas de los primates por un lado, frente a otro constituido por tres subsistemas ligados: la gestualidad oral-facial, la gestualidad manual, y el sistema del habla). El segundo sistema complejo (y básico) se liga por una parte a los músculos faciales, y por otra a la gestualidad de mano y brazo. Por otra parte, interactúa con el primero produciendo los sonidos de la laringe y las cuerdas vocales. Pero el hecho de que el sistema laríngeo sea en cierto modo secundario explica por qué en ausencia de sonido u oído el lenguaje se desarrolla rápidamente por otra vía, el lenguaje manual y gestual de los sordomudos. Los ciegos, claro, han de limitarse al lenguaje vocal. (Y luego está Helen Keller...).

Con respecto a la consciencia,
Arbib sostiene que es una propiedad distribuida en la interacción de muchas áreas del cerebro; es sólo parcialmente verbalizable, pero la consciencia humana es muy diferente por el desarrollo que ha supuesto el lenguaje, que ha reestructurado el cerebro mediante un proceso de "evolución Jacksoniana" de modo que la consciencia parece a veces un observador y a veces un controlador. " Para Arbib, los procesos de "reentrada" o las coordinaciones neuronales estudiados por otros neurólogos en Cajal and Consciousness no son característicos de la consciencia humana, sino de procesos más básicos. La consciencia humana es una consciencia lingüística, y no puede separarse su estudio del estudio del lenguaje y su desarrollo.
 

Bien, hasta aquí he reseñado el importante artículo de Michael Arbib "Co-Evolution of Consciousness and Language" en Cajal and Consciousness. Relacionaré esta teoría con lo que en cierto modo es su continuación (avant la lettre): la teoría de Erving Goffman sobre la constitución del sujeto mediante la internalización de la interacción comunicativa.  Pero este artículo se me alarga, así que habrá de ser en otro futuro.  



 
George Herbert Mead: La filosofía del presente



Retroposts
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Retropost (2006): Efecto simulacro en París


 

En Notre-Dame vemos una proyección translúcida de la imagen de Notre-Dame, un simulacro que casi coincidía con el original, hasta en tamaño. Eso es postmoderno, dejaba al original un tanto irreal, supongo que cada modelito que venden en las tiendas y cada fotografía que le hacen por una parte potencia el original (lo difunde etc.) y por otra parte le va minando parte de su realidad. Está lista Notre-Dame para que le hagan una copia a escala 100/100 y la coloquen en el centro del Arco de la Défense, como sugiere nuestra guía de Paris. De Quasimodo, ni rastro; allí sigue siendo non sancto, aunque peor sería claro que hubiesen contratado a alguien para que se columpiase por las campanas.

París como nos comentaban los últimos visitantes: tan el de siempre en casas y calles y rincones, y tan sorprendentemente multirracial y cambiado (como para una crisis de identidad). Pero entre todas las etnias e idiomas, nos llama la atención la abundancia de una en concreto: los españoles que van de puente de la Inmaculada Constitución.

Y ahora venimos de una excursión literaria a la casa de Victor Hugo en la Place des Vosgues. Observo que los objetos reales expuestos también producen un notable efecto simulacro. Debe de ser el ojo que los mira. 

Parapraxis perceptual con desmaterialización televisada
 
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How Efficiency Shapes Human Language | Edward Gibson | TEDxHarvardCollege

How Efficiency Shapes Human Language | Edward Gibson | TEDxHarvardCollege






George Lakoff on Embodied Cognition and Language

viernes, 28 de octubre de 2016

George Lakoff on Embodied Cognition and Language







Retropost (2006): Emergent Narrativity

 Emergent Narrativity

Publicado en Semiótica. com. José Ángel García Landa


Propuesta de introducción al libro sobre la narratividad que edito con John Pier para la serie Narratologia (Berlín y Nueva York: Walter de Gruyter; saldrá en 2007).  El borrador de la propuesta, en español, aquí.

Why is a narrative a narrative? What makes a narrative more or less narrative? Which properly narrative elements can be discerned in narrative architecture? Which are the formal and communicative resources a narrative can exploit or develop in specifically narrative ways? Which elements or resources can legitimately be labeled "narrative" in a text which is, nevertheless, not "a narrative"? These questions stake out, at least in part, the issue of narrative specificity, or narrativity.

These initial questions have some common ground, but they also point out different dimensions of the problem and directions for discussion.  We might therefore distinguish (following Gerald Prince) "narrativehood" (a matter of whether something is or is not "a narrative")  from "narrativeness" (the determination of how narrative it is, and in which ways) —as different dimensions of narrativity. Or we might differentiate diegetic narrativity from mimetic narrativity (with Ansgar Nünning and Roy Sommer). We may address the narrativity of the lyric, or the element of diegetic narrativity in drama; or analyze the narrative specificity of interactive online games. 

Two main approaches to the issue of narrativity might be labeled the "structuralist" and the "post-structuralist" one. Structuralist approaches tended to focus on formal approaches to narrativity and on the narrativity of "narratives"; post-structuralism has favoured the fuzziness of reader-response, and has explored the fringes of narrativity, or the narrative components of non-narrative phenomena.

A typical structuralist approach to narrativity might start from a structural analysis of the narrative text into levels of analysis (for instance, story and discourse, or fabula and siuzhet, or the three-level action, story and discourse). From thence, we might analyze the narrative specificity of each of those levels: e.g. which kind of actions will yield higher narrativity, or which discursive strategies are specific to narratives, or favoured by narrative representation. One might focus, for instance, on the varying modes and aspects of diegetic narrativity or those of mimetic narrativity; on the narrative logic of event sequences, or the different meanings and modes of closure at the level of the action, of the story structure, and of the rhetoric of narrating. Many of the constitutive phenomena of narrativity are still insufficiently explored within the tradition of mainstream or classical narratology, which therefore remains a fruitful line of inquiry.

Following a post-structuralist tack, on the other hand, one would stress the fact that "some narratives are born narratives, some become narratives, and some have narrativity thrown upon them". The (inter)active role of the receiver and the multiple contexts and uses of narrative would be emphasized. One remembers that in the heyday of formalism, literary theorists tried to provide formal or structural definitions of literature. These have been by and large discredited and now functional definitions are preferred: few theorists would now question that "some literary works are born as literature, some become literature and some have literariness thrown upon them". Certainly, making a similar claim about narrative is a much bolder and (arguably) questionable move. After all, isn't narrative by definition a structure (e.g. "a structure of events")?

However questionable when pushed to an extreme, this relativization of narrativity is a fruitful line of inquiry for poststructuralist narratology. Far from being dependent on universal, context-free structures and traits, narrativity is largely tied to pragmatic, functional, contextual, generic and cultural circumstances.  Classical narratology provided "grammatical" or structural definitions of narrativity; but this phase of narratology has been succeeded by poststructuralist or postclassical narratology. A useful contrastive characterization of both phases can be found in Gerald Prince's article "Narratologie classique et narratologie postclassique" in Vox Poetica. Postclassical narratology favours definitions which are more interdisciplinary and more tied to cultural contexts and debates. Definitions—or perhaps problematizations, as when, for instance, the very concept of narrativity is problematized, by being considered no longer a neutral concept but one defined in relation to issues of genre, of standard and nonstandard language, and generally speaking as an issue of social semiotics (as in Beatriz Penas's chapter in this volume). 

According to the glossary of the recent Blackwell Companion to Narrative Theory (ed. James Phelan and Peter J. Rabinowitz; Blackwell, 2005), narrativity is "the formal and contextual qualities distinguishing narrative from non-narrative, or marking the degree of 'narrativeness' in a discourse, the rhetorical principles underpinning the production or interpretation of narrative; the specific kinds of artifice inherent in the process of narrative representation." (P. 548) There is ample room in this definition to consider that the narrativity of a text (or "phenomenon") need not to be predetermined, but may rather be subject to reinterpretation, or be jointly constructed through the interaction of the narrator and the receiver or interpreter.

The issue of narrativization must therefore be considered together with narrativity. Narrativization involves a structuring, narrativizing activity exerted on non-narrative or material, or the reorganization of previous narrative structures in order to produce a new narrative (cf. José Ángel García Landa's paper on retelling in this volume). In Hayden White's narratology of history, narravitization is a task effected by the historian to impose a plot-like order on prenarrative historical data; here it is the author who narrativizes. Monika Fludernik has emphasized, instead, the reader's use of narrativizing strategies to naturalize difficult texts—e.g. by reading them as as a sequence of events, or as the focalization of an experiencing mind. 

Gerald Prince, who has distinguished the dimensions of "narrativehood" and "narrativeness" within narrativity, has thereby drawn attention to the narrativity of texts that we wouln't want to call narratives; these texts may show different kinds of narrativeness (e.g. the representation of experientiality, varying proportions between action and commentary, between virtuality and actuality of the represented events… etc.) without thereby qualifying for narrativehood. These degrees of narrativeness are perhaps best classified by Didier Coste's mapping of different traits which may be present in a greater or lesser degree (in Narrative as Communication). The main constitutive elements of narrativity according to Coste are: transactiveness/non-transactiveness, transitiveness/intransitiveness, causality/non-causality, specificity/generality, singularity/banality, and the presence/absence of alternative courses of action.

Apart from these scalar categories, Marie-Laure Ryan has noted the importance of the dimension of virtuality/actuality in plots (and the varieties of its unfolding in the contrast betweeen the "actual" narrative world and the private worlds of the characters;  she has also emphasized the relevance of different modalities of narrativity: the simple narrativity of folk tales, the figurative narrativity of genres such as the lyric, philosophy, or history; the complex narrativity of canonical novels; the instrumental or subordinate narrativity of exempla, sermons… etc.

The recent Routledge Encyclopedia of Narrative Theory features articles on narrativity by Prince, and on narrativization by Jan Alber, which address these issues. But arguably other articles on narrative in this volume are just as relevant to a discussion of narrativity: those addressing issues of genres or text-types. Reflecting on narrativity along the lines of text-type takes us back inescapably to the definition of narrative, and (in Alexandra Georgakopoulou's article in the Routledge Encylopedia of Narrative Theory) back to definitions such as Chatman's: narrative necessitates a double chronology, the chronology of representing discourse and the chronology of represented events in the story (—on which more shortly).

Text-type approaches to narrativity may address the specific differences in the narrativity of properly narrative genres (e.g. kinds of plot-structures in drama vs. those of novels; the Aristotelian contrast between the tragedy and the epic; the narrative specificity of the short story, etc.). That is, different kinds and modes of narrativeness. Issues of narrativehood have also been prominent: the frontiers of narrative vs. those of other major text types, such as exposition, explication, instruction, or non-narrative conversation. Linguistic theories of discourse modes or speech-act theory are also highly relevant to this discussion. 

As noted by Georgakopoulou, some theorists (Bruner, Swales, Virtanen; one might add Ricoeur, Dennett, Turner, Fisher, etc.) have placed narrative at an even higher structural level, beyond these text types. Narrative would be a more encompassing cognitive operation or macro-text-type; such approaches tend to emphasize the presence of narrativity (the narrative ingredient) in each of these major text-types. Georgakopoulou finds that by focusing on narrative at such a level of generality, one tends to forget to keep a perspective on the specific differences between actual narratives. Contemporary tendencies in analysis tend to focus less on abstract formal elements, and emphasize instead the intricacies of specific and situated uses of forms in localized generic or social contexts. "One possibility would be to explore narrative as a dynamic conglomeration of more or less prototypical textual, functional, and contextual parameters" (596). She emphasizes the varying uses of resources in different contexts and the and changing degrees of attention users pay to these resources, as well as the appearance of local hybrid modes in specific communicative contexts and communities.

Clearly, what is "a good story" in one community or under one set of conventions may be sorely lacking in narrativity from a different point of view. The eye of the beholder, therefore, must be taken into account in any discussion of narrativity. One might also look to deliberate parodies or anti-narratives, which deconstruct narrative conventions and show a kind of negative narrativity, a narrativity by contrast.

A longer article on "Genre theory in narrative studies" by Michael Kearns in the Routledge Encyclopedia of Narrative Theory necessarily covers some of this ground as well. We find here again a conception of genre (narrative genre, in this case) as a set of conventions "activated" by the reader: "To approach a text as *narrative is to implement expectations about point, *narrative progression or transformation, *actants, and *narrator (see narrativity; tellability); in fact, any text containing a sequence of *events invites these expectations" (201).

Kearns traces back to Aristotle the classical or taxonomic conceptions of genre, and notes that in the twentieth century these were displaced by functionalist concepts which integrate literary genres within a wider linguistic framework. Thus, Genette redefines narrative as a "linguistic mode" beyond the limits of specific literary genres—a mode which can be used by any genre. And Derrida's "law of genre" conceives of texts as partaking of genres without belonging to them. This law is also relative to the act of reading: thus, the narratologist must examine the ways in which readers use narrative conventions together with those relative to other types of discourse in dealing with a given text. 

The influence of hermeneutics, Kearns notes, has also put restraints on foundational and absolutist conceptions of genre, since the hermeneutic circle necessitates a two-way movement between text and reader and a negotiation between the various elements and component parts of a discourse. None of these strictures on "genre", however, limit the need to study narrative as a specific cognitive, linguistic and cultural phenomenon, with a distinctive status and requiring special study. But present-day theorists prefer to approach genres and discourse modalities with a multidimensional grid of scaled parameters, rather than with absolute and exclusive categories—a fuzzier approach to the issue of specificity both at the level of genre and at the level of the individual text.

Issues of genre bear on the production, the receiver's processing and the cultural reception of specific narratives. On the pole of production, generic narrative patterns act as guidelines, from the most general level of narrative configuration understood as a basic cognitive process, through overarching cultural master narratives, archetypal patterns, or myths—indeed all the dimensions of Genette's architextuality—up to the concrete ideologies located in a specific period or commmunity. The processing, reading or interpretation of narratives likewise necessitates such architextual and ideological patterns to allow communicative interaction. Cultural institutions and ideological processes then reuse specific acts of reception (and in turn condition them) so that certain narrative patterns, genres, or certain specific narratives, are awarded a privileged cultural status (e.g. "literature", "history") or are otherwise associated to specific communities, communicative contexts, functions. The social uses of narrative patterns at the levels of production, of processing and of cultural reception feed back on each other, so that, for instance, producers of narrative do not work in a void but in a cultural context which receives certain kinds of narrative in ways which are to some extent pre-established (while potentially subject to change through individual action).

As we have noted, many recent theorists have emphasized the role of narrative as a natural linguistic mode and an ingredient present in many genres.  This "wider" conception of narrative as an overarching mode dissociated form specifically narrative texts has recently come under attack by Shlomith Rimmon Kennan ("Concepts of Narrative", in The Traveling Concept of Narrative). Rimmon-Kenan takes issue with the generalized use of the term "narrative" in psychoanalysis, in critical discourse analysis, and in other humanistic disciplines. Although she recognizes the presence of narrative elements in many of the phenomena these disciplines label as "narratives", Rimmon-Kenan insists on the need of a double time sequence (that of action and that of its representation) and of a mediating instance (a narrator, etc.) in order to label a phenomenon as "narrative".

(Although one wonders, alongside with proponents of three-tiered narrative models, whether the triple chronology of (1) action, (2) story and (3) narrative discourse may not be more adequate:
- The chronology of action, i.e. the narrated events not as they are narrated but as they are supposed to have happened.
- The chronology of story, i.e. the narrated events in the order, perspective, etc. articulated by the narration.
- The chronology of narrative discourse, i.e. the story plus the narrating of the story, or the narrating as speech event, including digressions, interactive moves towards the receiver, etc.)

While many (literary) narratologists may have found irritating the anything goes use of "narrative" by social analysts or psychologists, and to that extent agree with Rimmon-Kenan's strictures, one might also object the following. When a (social, psychological, political, etc.) analyst calls something a "narrative" and then goes on to analyze it, s/he is not necessarily presupposing that the narrative has already been articulated by someone. Quite often, the analyst is doing double duty: at once constructing the narrative, articulating it out of disperse and partially related elements in the discursive space being analyzed, and immediately (or simultaneously) s/he articulates in addition a counternarrative which provides an alternative account or helps configure a more comprehensive argument (thereby showing that the narrative which has been identified or brought to light in the discursive space under consideration was one-sided or ideologically biassed).

It is understandable that, in the process, sometimes straw targets may be set in order to be demolished, or open doors may be closed so that the analyst may crash through them (no doubt depending on one's viewpoint vis à vis the door). Yet there is possibly no other way in which the analyst's work may be done. For instance, if we speak about "the Left's narrative of the Spanish War" we create to a large extent a fiction, which will have to be much more closely argued and articulated in detail if we want to avoid simplistic a simplistic perspective. Be as it may, we will be effecting a selection, structuring, interpretation, etc., both of the discourse on the Spanish War (extracting a narrative from them) and of the narrative subject to whom we attribute that narrative ("the Spanish Left", for instance). And that work of narrative structuring will be done, quite possibly, with a view to effecting a critique of the narrative we have just articulated.

Therefore, from an interactional, postclassical, or socio-semiotic perspective on narrativity, the analyst is not a neutral analyst. It is not just that the process of analysis is ideologically articulated: the very object of such analysis is constituted in part by the analysts themselves. It is the analist who must bring to light the narrativity of the object under study, in order to deconstruct that narrativity.

To be sure, good analysts do not produce that narrativity out of a top hat; instead they offer a clear, well-structured, convincingly argued formulation of phenomena which are socially active, making us see clearly for the first time (ne'er so well expressed) the relationships between phenomena whose mutual relation, we now sense, was on the tip of our tongue or of our minds. To go on with our example, the analyst will offer a perspective on "the Left's narrative of the Civil War" which is better argued than that of "the Left" itself (which is, to be sure, a fuzzy Narrator). Then the analyst will subject to a critical analysis or deconstruction this narrative which has been articulated in good measure thanks to his/her own analytic work.

The essential issue here is that both the narrative which is extracted and the critique to which it is subjected are narrativizing performances which must have a hermeneutic value, and help interpret the phenomenon under analysis, first in its existing social manifestations, then in the critique thereof. Both steps must manifest the emergent and interpretive value of narrative, constituting objects of knowledge where nothing but unconnected phenomena existed before. The social analyst, therefore, does not face the situation Rimmon-Kenan's critique would lead us to surmise, with well-articulated narratives, with a narrator, and a double temporal sequence, ready for analysis. Before they deconstruct a "narrative", social analysts must construct it. Such an activity may involve much self-serving and navel-gazing argumentation. Nonetheless, it cannot be done otherwise. Ideological debate is made of narratives and counternarratives.

There remains to mention yet another crucial issue in the analysis of "perceived" and emergent narrativity, one which opens a metatheoretical dimension in narrative analysis. Different theories of narrative (and different theories of narrativity), and the practice of different narrative analyses, may be considered to be different perceptual instruments which capture narrative "wavelengths" which escape other theories (or, as Kenneth Burke would put it, other "terministic screens"). Therefore, theoretical investigation and practical analysis of narrative alike help to develop, in an emergent way, new dimensions of narrativity—an interaction between narrative text and narratological metatext which in turn feeds back on the development of new modes of narrative which exhibit new dimensions of narrativity. 

Several chapters in this book thus bring into clearer focus the narrativity in phenomena which are not obviously narrative—an instance may be Meir Sternberg's chapter on the narrativity of legal statutes, or Marie-Laure Ryan's analysis of the peculiar narrativity of online videogames.

To take another instance,  recent cognitivist analyses have emphasized the psychological narrativity of action sequences, plans, etc., in subjective experience. One might argue that, according to classical definitions, there is no narrativity here, since there is no communication from one subject to another, there is no identifiable text, there is no representation… although maybe we should draw the line here and concede that there is, of course, a process of representation involved here. And we might as well concede that there is, too, a process of self-communication. As a matter of fact, consciousness, in an emergentist conception such as George Herbert Mead's, is a process of self-communication. The notion of "self-indication" addressed by an organism to itself is crucial here.

A narratology which is able to include this narrativity of consciousness among the phenomena analyzed is an instance of the kind of theory that contributes to the perception of narrativity where none was to be seen—which almost (though not quite) amounts to saying, where there was none before theory came along, to bring emergent narrativity to the surface.

Indicios


 

Retroposts

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En perspectiva retrospectiva

En perspectiva retrospectiva


La narración como (des)entrelazamiento de la complejidad



La narración es a la vez un fenómeno mental único, una manifestación elaborada de la complejidad cognitiva, y un instrumento privilegiado para la interpretación y comprensión de esa complejidad—de cómo han llegado a ser todas las cosas, incluidas las propias narraciones. En la narración salen a la luz los elementos protonarrativos que se encuentran en la misma secuencia del tiempo y en los fenómenos emergentes del evolucionismo cósmico, ligados a trayectorias evolutivas complejas y contingentes. 



Se me ha ido medio verano, el único del 2016, que no volverá, en redactar un capítulo para un volumen de estudios sobre complejidad narrativa que se publicará, Dios mediante, en las Prensas Universitarias de Nebraska. Me cabe el privilegio, creo, de inaugurar el volumen, con un capítulo que es más evolucionista-cosmológico que el resto del libro, pues la mayoría de los autores se centran en estructuras narrativas complejas y nuevos medios. Bien, supongo que tardará algo en aparecer, y algo más en aparecer por aquí, pues hay contratos editoriales que cumplir hasta que el olvido los cubra de polvo. Entretanto, abajo pongo un enlace al resumen que presenté, y aquí van el primer y último párrafo en español.

El capítulo viene a titularse "En perspectiva retrospectiva: Complejidad, contingencia, y cartografía narrativa."


Es complicado, y (aunque la simplicidad se valora) simplificarlo es todavía más complicado. La complejidad narrativa tiene muchas dimensiones, ya que la complejidad se retroalimenta con la complejidad, y tanto la realidad como su representación narrativa (por no mencionar el estudio teórico de una y otra) son fenómenos inherentemente complejos. La mayor parte de los artículos de este volumen tratan de aspectos novedosos relativos a la complejidad de las narraciones, resultanted de nuevos desarrollos en las tecnologías de la comunicación. Las nuevas complejidades de las tecnologías narrativas se dirigen a su vez hacia una realidad que ya se ha hecho más compleja debido a su mediación tecnológica. Pero incluso la narración más simple es de por sí un fenómeno complejo, y mi contribución tratará algunas dimensiones de la complejidad de la narración (de cualquier narración) en tanto que fenómeno emergente en el seno de una realidad entendida en términos de niveles de emergencia.

(....)separate ways

Si el Tiempo ha de afirmarse una vez más como el trasfondo fundamental e irreducible de la evolución cósmica, como el fundamento sobre el cual los emergentes complejos se construyen mediante interacciones sin precedente, entonces la narración, también, es un fenómeno fundamental, siendo tanto el florecimiento último de la complejidad como una herramienta fundamental para la comprensión de la complejidad de todos los fenómenos—ya que la narración es nuestra manera de enfrentarnos al tiempo, a los acontecimientos y a los objetos y a los demás seres y a sus acciones tal como aparecen en el mundo—como productos del tiempo y de interacciones complejas y novedosas. 

 


In Hindsight 
 


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