Son ya ceniza
Una bonita película de Hollywood hicieron con la novela de A. S. Byatt Possession. Es un ejemplo cumbre del "neovictorianismo": tanto la novela como la película se basan en la alternancia de escenas situadas en la Inglaterra victoriana con otras situadas en la actualidad, pero resonando hacia el pasado que se investiga o redescubre—a la manera de aquel Hawksmoor de Peter Ackroyd, o de The French Lieutenant’s Woman con guión de Harold Pinter. El pasado del cual sólo quedan cenizas (ashes) cobra vida otra vez, y vemos lo que fue el árbol de donde proceden (Ash, un árbol vivo, también).
Las escenas victorianas cuentan la historia de amor adúltero vivida entre el poeta Ash, modelo de marido fiel à la Browning, y la poetisa Christabel LaMotte, una especie de trasunto o variante de Christina Rossetti, o alguna otra poetisa victoriana a quien no se le conocen hombres. LaMotte está emparejada con una poetisa lesbiana o amiga sentimental agobiante, que se suicidará al estilo Virginia Woolf (o como lo intentó Mary Wollstonecraft) cuando descubra la infidelidad de su pareja, o el espacio de desconfianza que se ha abierto entre ellas. Por su parte, la mujer de Ash, cuando se entera por la despechada se negará a poner a su marido en evidencia, y respetará el secreto que él decidió guardar, o el espacio que se reservó para otra relación. Ash y Christabel, tras escribirse durante años, hicieron una escapada juntos al norte de Inglaterra, y a consecuencia de esto tuvieron una hija, que Christabel crió como sobrina suya, manteniéndola oculta de Ash, y sufriendo por la distancia que la separa tanto de él como de la niña. La película termina sin embargo con un paseo de Ash cerca de la casa donde se criaba su hija, y adivinando que es hija suya. Es una historia de encuentros apasionados, de enamoramiento literario y erótico, y también de desencuentros fatídicos—cuando el remordimiento tras el suicidio de su compañera lleva a Christabel a distanciarse, cuando tiene su hija en secreto ocultándola a Ash, o cuando Christabel no recibe la última carta de Ash que podría haberlos reconciliado.
El argumento del siglo XX consiste en el redescubrimiento de esta historia secreta de la vida de Randolph Henry Ash, gran clásico victoriano (imaginario), por parte de Roland Michell, un académico de medio pelo. Michell es un insignificante becario que trabaja para el magno proyecto de investigación de su catedrático, que tiene catalogada la vida de Ash al milímetro, o eso cree. Por el camino, Michell que hacer de detective y hombre de acción, y evitar las intrigas de su desaprensivo colega Magnus, que aliado con un profesor americano no dudará en abrir la tumba de Ash para desenterrar las cartas que fueron enterradas con él (otro tema à la Rossetti, éste). Michell se alía y se lía con la distante y atractiva doctora Maud, en principio pariente lejana de LaMotte, pero que según acaban descubriendo es descendiente directa suya. La historia de amor de estos académicos y lectores del siglo XX hace renacer y salir a la luz los acontecimientos que viveron Ash y LaMotte en el siglo XIX, y a la vez les hacen releer sus obras con una nueva comprensión. Es una bonita manera de dramatizar la lectura que vuelve a traer a la vida las experiencias del pasado y muestra su continuidad con la actualidad, y su capacidad de influir en lectores en el futuro—aquí el affaire intenso de Ash y Christabel, y su separación, contribuye a hacer que Maud y Roland rompan sus moribundas relaciones anteriores y redescubran la pasión y la intensidad. En la novela, Roland rompe con la chica con la que vivía tras conocer a Maud; en la película se dulcifica el tema haciendo que esa historia u otra parecida sea sólo una herida del pasado. También se hace a Roland americano, para hacerlo más vendible al público mayoritario—aunque el actor Aaron Eckhart no da para nada el tipo de becario. Está muy bien, en cambio, Gwyneth Paltrow como Maud, y también la victoriana pareja—pero sobre todo Lena Headey como la celosa y trágica lesbiana suicida, Blanche Glover.
Lo principal que desaparece de la película es un ingrediente esencial en la novela: los estilos, la recreación y reinvención de dos poetas victorianos perfectamente creíbles, cada uno con su mundo de ideas, y con su estilo y asociaciones, que conocemos directamente en la novela de Byatt a través de sus poemas y correspondencia: un auténtico tour de force de virtuosismo literario, y un festín para los amantes de la literatura de la época por el juego de alusiones, variantes y guiños a la tradición literaria. El equivalente en el cine se logra mediante la reconstrucción de la ambientación victoriana en maneras, objetos y atmósferas de la época, logradísima también. Es divertida la transición que se hace de una época a otra, de las dos historias entrelazadas, mediante un simple movimiento de cámara, que sin solución de continuidad nos muestra el mismo paisaje ciento treinta años antes, o después.
Queda la duda, sobre todo en la película, sobre la solidez de la relación de Maud y Michell—todo parece poco intenso, y prosaico, comparado con la intensidad pasional que se respira en la historia victoriana. Pero tanto más efectiva es la evocación de algo que fue intenso y ya no es, de una relación que ardió y quemó en su momento, cuando tenía que hacerlo; y es trágico ver el sufrimiento que causaron Ash y LaMotte sin desearlo, sólo por no doblegarse y no aceptar ahogar la pasión que sentían. El enamoramiento es peligroso: es jugar con fuego, y todo el mundo se quemó, en estas viejas cenizas. Pasiones pasadas, que tuvieron tiempo de sobra de apagarse con el remordimiento y la separación, una muerte en vida antes de la separación definitiva de la muerte—Quizá sea cierto el epitafio de LaMotte, escritora escéptica con su posteridad: "To a dusty shelf we aspire". Pero cuando haya un lector capaz de rescatar la vida de un poema, o un escritor que como Byatt sea capaz de hacer vívida de nuevo toda una manera de sentir.... será un loving dust el de ese estante, un polvo enamorado como decía Aute, reescribiendo a Quevedo.
Possession. Dir. Neil LaBute. Screenplay by David Henry Hwang and Laura Jones and Neil Labute. Based on A. S. Byatt’s novel. Cast: Gwyneth Paltrow, Aaron Eckhart, Jeremy Northon, Jennifer Ehle, Lena Headey, Toby Stephens, Tom Hollander. Photog. Jean-Yves Escoffier. Music by Gabriel Yared. Costumes by Jenny Beavan. Casting by Mary Selway. Exec. prod. David Barron, len Amato. Coprod. Stephen Pevner. Line prod. Guy Gannahill. Prod des. Luciana Arrighi. Prod. Puala Weinstein and Barry Levinson. Warner Bros / USA Films / Focus Features …. Contagious Films, 2002. DVD. Warner Bros / Gramercy Films, 2002.*
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