Adam's Tongue 11: De una bellota crece un arbolito
martes 27 de octubre de 2009
Adam’s Tongue 11: De una bellota crece un arbolito
Reseña del libro de Derek Bickerton sobre el origen del lenguaje, Adam’s Tongue (2009)
Tras desarrollarse en la sociedad protohumana un puñado de señales que permitiese el reclutamiento de grupos, ¿por qué no se desarrolló rápidamente el lenguaje? Sería ventajoso adaptativamente, y no habría razón para que no se desarrrollase si ya existían conceptos previos a los que etiquetar lingüísticamente: pronto se desarrollaría un protolenguaje decente. Pero la prueba de que esos conceptos no existían, y de que la cosa no funciona así, fue el lento desarrollo del lenguaje según sugiere el registro fósil y arqueológico de los dos últimos millones de años.
Lo sorprendente es que mientras que el aumento de capacidad craneana en las especies Homo durante los últimos dos millones de años fue continuo, el desarrollo cultural sufrió un largo estancamiento durante el Paleolítico. No hubo un desarrollo sincrónico y acompasado de desarrollo cerebral y complejidad cultural, al contrario de lo que los paleoantroólogos sugieren a veces por su manera de narrar esta historia. Por ejemplo, no hay evidencia de herramientas de más de una pieza en la cultura del Homo erectus. Y desarrollos como el uso del fuego, la construcción de refugios y la invención de lanzas pertenecen al fin del periodo:
Si el lenguaje es de hecho lo que conduce el pensamiento humano, y si el lenguaje empezó hace dos millones de años, ¿cómo puede ser esto?" (213)
No hay causa evolutiva convincente para el origen mismo del lenguaje que no sea el reclutamiento a distancia para aprovechamiento de carroña. Pero lo malo es que esto parece contradecirse con la tesis de una coevolución armoniosa del desarrollo cultural y del cerebral. La hipótesis de una larga prehistoria de cazadores-recolectores con una cultura material simple pero una cultura lingüística "moderna" como las de las tribus de cazadores-recolectores actuales no parece convincente a Bickerton: supondría que la especie, aunque era capaz de desarrollar un potencial complejo de alterar su comportamiento, no lo hizo—algo inaudito. "Así que la idea de una especie lingüística pero con tecnología casi nula es tan problemática como al idea de una especie que haya desarrollado el lenguaje a partir de cero en una fecha muy reciente" (215) (—entendiendo por "muy reciente" los últimos 100.000 años).
El reclutamiento de carroñeros no era un "arbolito" del lenguaje, ni siquiera un brote. Era sólo una bellota: algo con potencial de desarrollo, con buena suerte y alimento. Suponía romper los límites de los sistemas de comunicación animal habituales, por primera vez no con un cerebro de hormiga o de abeja, sino con el de un mamífero altamente encefalizado. Pero en ese primer paso no existía ni de lejos la noción de los usos, aplicaciones y desarrollos que podría llegar a tener el lenguaje; no sabían los homínidos lo que habían hecho.
Las señales de reclutamiento tenían una referencia funcional, similar a la de los gritos de alarma de los monos vervet, pero tenían además desplazamiento con respecto a la situación de referencia (pues se referían a un lejano cadáver por explotar); eran señales creadas y aprendidas culturalmente, no instintivas, y contenían protonombres y quizá también protoverbos (por ej. señales imperativas). Pero esto es previo a incluso a un protolenguaje. Las limitaciones que aún tenían eran que:
- Las señales seguían unidas a una situación concreta y específica (si bien desplazada),
- Iban unidas a una situación presente (un presente extendido, por así decirlo: aquí sugiere Bickerton que la capacidad narrativa no estaba desarrollada, pues no estaban desarrolladas las señales que la hiciesen posible).
- Y también iban unidas las señales a la aptitud de supervivencia competitiva.
El desarrollo de un protolenguaje requería ir más allá, rompiendo esta conexión con la aptitud, el presente y las situaciones específicas. (Es decir, y aquí le pongo palabras en la boca a Bickerton, requiere el desarrollo de un mundo lingüístico virtual, un mundo de las ideas y de otros tiempos y espacios, un mundo alternativo como el que se da en las narraciones. Obsérvese que las abejas puede que tengan lenguaje de señales con desplazamiento, y los delfines puede que tengan una rica gama de señales sociales, pero nadie ha sostenido nunca que abejas, ni delfines, ni hormigas, ni chimpancés ni monos diana se cuenten historias — por muchos sentidos y hasta referencias que intercambien. Como teorizador de la narración, un poquito habré de barrer para casa aprovechando esta teoría tan a propósito de Bickerton, y defender a la narración como un rasgo muy específico de lo humano. Por supuesto que no niego que haya otros, como por ejemplo el desarrollo de herramientas complejas, y de la sintaxis, o una teoría de la mente y de la alteridad, o la capacidad de planificar la acción. De hecho tanto la narración como la sintaxis son herramientas complejas, y requieren una capacidad mental especial de manejo y recombinación de bloques de signos tomados como unidades. Algo que también está implícito en el desarrollo de una teoría mental compleja. Estas capacidades de combinación compleja de signos pueden estar más relacionadas entre sí de lo que parecería a simple vista).
Se suele hablar de la arbitrariedad, y no tanto del desplazamiento, como la característica primordial de los signos lingüísticos. O de la capacidad de combinación (sintaxis, etc.). De la complejidad. Pero Bickerton insiste en el carácter esencial y primordial del desplazamiento, un rasgo definitorio crucial que separa a las mentes prehumanas de las humanas. Para explotar su potencial, se requeriría el desarrollo de los conceptos: "símbolos mentales de referencia ya no ligados a casos particulares de las cosas a que se refieren" (217)—(el "mundo de las ideas", podríamos decir en terminología platonizante). "Sólo con tales símbolos abstractos puede uno vagar mentalmente, libremente, por el espacio y por el tiempo, como hacemos hoy tanto con lenguaje como en pensamiento" (217) (Es esto mismo lo que en otro artículo llamábamos "el lenguaje como realidad virtual").
De la señal a la palabra: Las señales protolingüísticas de reclutamiento de aliados carroñeros no eran palabras. Eran todavía signos icónicos e indiciales. Pero la distanciación exigía representar de algún modo el animal a que se referían, y eso permitía extender su uso a otros contextos ajenos al reclutamiento, otras circunstancias relacionadas con esos animales. Quizá con la ausencia misma del animal, por el fracaso de la expedición, o con la enseñanza del término a los pequeños—la mímica es esencial para esta evolución, y quizá el ritual repetido. Así se va separando esa "palabra" de la situación que la hizo surgir; y a la vez se forma en el cerebro una representación estable del sonido de esa palabra. No son procesos que resulten de "genes" evolucionando por sí mismos: es una evolución guiada por la propia actividad deliberada de la especie, para explotar mejor su nicho ecológico de carroñeros de primer orden.
La construcción de nichos impulsa el lenguaje. Un cambio en el comportamiento alimenticio de la especie conllevó un uso diferente del territorio (en el Homo erectus): se pasa de la explotación local intensiva de un pequeño terreno a la explotación colaborativa de un amplio territorio (posibilitada, se entiende, por cambios en el lenguaje y cambios concomitantes en la organización social. También habría que añadir a esto los cambios anatómicos del homo erectus, adaptado a la marcha de largas distancias). Y este nuevo uso del territorio conduce, a su vez, a una relación diferente con la fauna y a una intensificación de la actividad semiótica:
De este modo las señales originalmente icónicas se van convirtiendo en símbolos a medida que se usan en contextos cada vez más diversos—incluida la enseñanza de las señales a la nueva generación. De este modo la explotación proactiva del nicho ecológico específico lleva al desarrollo de las capacidades comunicativas que mejoren esa explotación—algo que conlleva la desvinculación gradual de las señales, independizándolas de un contexto presente y de una situación concreta.
Completando la triple desvinculación— O sea, desvincular las señales de las situaciones, del momento presente, e incluso de la aptitud competitiva inmediata. Esta última es la más difícil de lograr—hasta desarrollar la capacidad de impartir información por la información misma, no inmediatamente relevante (y se abre así la puerta, a la vez que a la humanidad moderna, a la invención, a la ficción, o a la divagación poética). Según Jean-Louis Dessalles la competitividad típica de los primates se desvió en primer lugar a la competitividad social por proporcionar información relevante—anotándose puntos por ello (y en eso seguimos, podríamos decir, sólo que con unos criterios de relevancia contextual cada vez más complicados y especializados).
El desarrollo de la negación también sería un paso significativo—pues es algo ajeno a la comunicación animal y supone una "irrealidad" y desvinculación del significado de la situación inmediata. (Hace poco tiempo, sin embargo, se describía una especie de protosintaxis combinatoria de gritos de alarma en una especie concreta de monos—gritos incompatibles que combinados vienen a anularse y a significar una interrupción de la actividad en curso. —ver aquí una noticia de 2006 en el Times. Sería otro dato a tener en cuenta para el origen del "como si" y de la negación).
Enfatiza Bickerton que, en base a los datos de que disponemos, esta fase de protolenguaje primitivo, a mitad de camino de la comunicación animal, debió durar cientos de miles de años. Es la ilusión de la perspectiva la que nos hace suponer la posibilidad de un desarrollo rápido. Pero el lenguaje era algo tan nuevo, tan sin precedentes, que no hay manera de presuponer sus usos ni la dirección de su evolución, antes de que esta se diese lenta y penosamente, partiendo de un principio poco más elaborado que el lenguaje de las hormigas. (Queda por explicar, entonces, qué es lo que ’hizo clic’ en la cabeza de los Homo sapiens hace menos de cien mil años, para dar lugar al desarrollo por asi decirlo súbito de una cultura simbólica. Ese clic se vuelve tan difícil de comprender como el origen primigenio de un protolenguaje, que es en lo que se centra Bickerton).
Los pidgins al rescate—esta vez de verdad. La solución al estancamiento, y al desarrollo posterior, es el surgimiento de la sintaxis—que hizo posible la organización del pensamiento innovador. Bickerton ha sido un teorizador de los pidgins enormemente influyente. Y sostiene ahora que hay una cierta similaridad entre el pidgin y el protolenguaje. (Ver también a este respecto mi artículo sobre "Integrationalism, Hinsight bias and the Pidgin Primordial Soup"). Hoy están desapareciendo los auténticos pidgin, dice Bickerton: "El inglés está matando a los pidgins aún quizá más deprisa de lo que está matando a los idiomas establecidos. ¿Para qué intentar emprender un nuevo lenguaje si ya hay uno ya prefabricado que se extiende por todo el planeta como la mala hierba?" (224)
Con el pidgin, sin apenas sintaxis, se pueden pensar y expresar ideas complejas, si bien de forma vaga. Claro que los hablantes de pidgin se basan para eso en otro idioma que dominan. Pero ¿podría un pseudo-pidgin protolingüístico haber persistido durante todo el paleolítico sin desarrollo aparente? La hipótesis de Bickerton es que esto indica que en efecto el protolenguaje paleolítico no llegaba ni siquiera al nivel de complejidad de un pidgin, hasta el surgimiento de nuestra propia especie... o que, por alguna razón aún desconocida, la capacidad de conectar palabras a nivel elemental para mensajes simples no conllevó, durante mucho tiempo, la capacidad de combinar conceptos en secuencias de pensamiento coherentes. Una cuestión indecisa.
Cosas que se pueden hacer con palabras: Como Terrence Deacon, Bickerton cree ahora que es el simbolismo, y no la sintaxis, la que marca el límite entre humanos y no humanos. (La cuestión, me temo, es que no hay, o mejor dicho, no había, un límite definido—¡es lo que se llama evolución!). El simbolismo es previo a, y requisito necesario, para la sintaxis. Habría ahora que estudiar, dice Bickerton, la relación entre vocabulario básico y las actividades y necesidades de una sociedad protohumana. Un aspecto descuidado—nadie se ha preocupado de especificar cuáles podrían haber sido las primeras palabras del vocabulario básico ni su relación con las presiones selectivas concretas de esa sociedad (Esto es mucho decir, me parece. El terreno está mucho más ocupado de lo que sugiere Bickerton. Desde luego todos los estudios de vocabulario comparado del indoeuropeo, por ejemplo, van en direcciones no muy diferentes a ésta. O véase sin más este artículo mío sobre protolenguaje infantil: "Pop & pap: Mamá y mamar / Papá y papilla"). Y aboga el autor por estudios experimentales de uso de vocabularios básicos.
Conexión nuevamente: Aquí arguye Bickerton que la conectividad entre palabras es posible cuando hay palabras, pero imposible entre señales de ACS, pues éstas no tienen sentido combinadas, y además son completas en sí mismas. (En este punto hay una cierta petición de principio en el razonamiento de Bickerton, pues en cuanto las señales se combinan... ya ni son completas en sí, ni tienen su sentido aislado. Así que habría que matizar esto con los recientes hallazgos sobre la combinatoria de gritos de alarma "virtualizados" en al menos una especie de monos, a lo que antes me refería).
Con la evolución del protolenguaje incipiente al "pidgin primigenio", se produciría gradualmente el crecimiento y la organización del vocabulario y de la fonología, dos procesos interconectados:
El protolenguaje sería inicialmente tanto manual como gestual y hablado, pero las "palabras" serían sonidos no combinados ordenadamente, y desorganizados. Esto tendría que dar lugar con el tiempo a una estructura organizada basada en una fonología estandarizada.
—(En esta noción de la autonomía lingüística hay parte de la herencia chomskiana en esta fase tardía del pensamiento de Bickerton. También me recuerda mucho a una noción que mi padre gusta de repetir sobre el desarrollo y evolución del lenguaje: que el lenguaje se selecciona a sí mismo, que se organiza como un proceso autónomo sobre la base de múltiples contextos de uso repetidos en muchos hablantes. Por ejemplo, en la selección de vocabulario, cuál permanece y cual no—pero también a muchos otros niveles). Las capacidades genéticamente codificadas de la especie tienen una flexibilidad, según el comportamiento: interactúan con las experiencias y comportamiento de los individuos para generar comportamiento nuevo y más específicamente orientado: "Así funciona la evolución" (231). Y así surgiría la primera sintaxis incipiente, basada en el principio de "el sujeto primero": la combinación de una información conocida con una modificación de la misma—algo que se predica sobre ella. Pero para mayor complejidad hace falta pasar a otra fase ya no protolingüística...
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