Ni Darwin, ni FitzRoy, a photo by JoseAngelGarciaLanda on Flickr.
Charles Darwin emprendió el viaje del Beagle, que le llevaría a dar la vuelta al mundo y a desarrollar su teoría de la evolución, como gentilhombre compañero para el capitán del navío, Robert FitzRoy. Por aquello de que el capitán de un barco no podía mezclarse con la tripulación. De hecho, el anterior capitán del Beagle se había suicidado; FitzRoy mismo sufría de accesos de depresión violenta (y terminaría él mismo suicidándose años más tarde). La relación con Darwin no fue tan bien como era de desear, pues los dos hombres tenían intereses, prioridades y creencias muy diferentes, aunque se soportaron tolerablemente durante los años que duró el viaje. La historia de FitzRoy (y Darwin) está contada en una memorable novela, excelentemente documentada, de Harry Thompson: This Thing of Darkness (2005), en español Hacia los confines del mundo. Es la única del autor, que murió justo después de publicarla, y no hay que perdérsela. Me ha llamado la atención este detalle de la nota final de Thompson, donde comenta sus fuentes. Es, casi, estremecedor. Están, claro, las propias obras de Fitzroy y de Darwin. El viaje del Beagle de Darwin y El origen de las especies están disponibles en muchas ediciones. En contraste, el Libro del tiempo atmosférico, las Observaciones sobre Nueva Zelanda y la Narración del viaje del HMS Beagle son difíciles de encontrar fuera de la biblioteca Bodleiana (los ejemplares de la biblioteca de estos últimos volúmenes todavía tenían sus páginas sin cortar—nadie se había molestado en leerlos en 165 años).
A saber cuántos libros pasarán de la imprenta al reciclaje sin nadie que los lea... Muchos de los nuestros, sin duda. Y también hay personas a las que nadie lee, en toda su vida.
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