Una canción del pasado
Ayer nos fuimos un trío de -as/-es a ver esta película del sur profundo, dirigida por Shainee Gabel. Va sobre unos personajes dejados de la mano de Dios que se regeneran y encuentran sentido a su desastrosa vida. Scarlett Johanson va a Louisiana, al funeral de su madre Lorraine, a quien no ve desde hace muchos años, pues era mala influencia, promiscua cantante de bar y un tanto alcohólica, al parecer, y la niña se crió con la abuela. La madre ya está enterrada, y no la vemos ni muerta en toda la película, pero sí a su círculo de blancos empobrecidos y negros cantantes de blues, todos aficionados a darle al bebercio mal vestidos sentados en sillones delante de caravanas desvencijadas. Conoce Scarlett a varios amigos y amantes de su madre, y entre ellos a su padre, Travolta cojo, alcohólico y viejo, profesor de literatura con mucha vida interior/anterior, y la vida familiar en concreto hecha unos zorros. Despedido de la universidad por agredir al sobrino del decano (y por zorrizo, supongo). Travolta vive con Gabriel Macht, casi una pareja de hecho, pareja homosocial: cuando descubrió que su amigo Macht se estaba acostando con la misma mujer que él (Lorraine seguramente), zurró al chivato (el sobrino ese) y se fue a vivir con Macht -- amor sellado para siempre compartiendo mujeres. Encima está intentando Macht, antiguo pupilo del ex-brillante profe Travolta, escribir su biografía, sin éxito. Se emborrachan juntos, y ahora comparten a Scarlett, pero sin sexo. Ella quiere que se vayan de la casa que los tres han heredado de la madre de ella, y al final descubre no sólo que la casa era sólo suya, sino que Travolta era su padre. Y menos mal que no ha habido insecto, aparte de las cucarachas que seguramente ha matado Scarlett, a la vez que les limpia la cocina y les pinta la casa. Poco a poco enderezan todos juntos: van dejando el alcohol, visitan al médico, se matriculan en la Universidad (esa es Scarlett, que era mala estudiante pero se ve recriminada por un Travolta al que de repente le sale el docente entre las botellas vacías). Bueno, al final descubre que ni siquiera la tenía tan abandonada su madre, pues le escribía muchas cartas que no le enviaba, y hasta le escribió una canción. Scarlett y Travolta evitan que Macht se vaya a vivir con una amiga sólo por sexo y cobijo, y se queda con ellos a merecer el auténtico amor de Scarlett, y a terminar su novela, y a ponerla en la tumba de Travolta, junto con la canción del pasado, una vez ha muerto feliz por haber recuperado un sentido en la vida, y haber dado gracias a Dios. Bueno, a pesar de todo, la peli se ve muy bien. A veces fallan los dos actores homosociales, pero las conversaciones y situaciones atrapan el interés, la fotografía es bonita, y la banda sonora blusera está impresionante, y le sirve de ritmo de fondo a la película. Un bonito sueño -- un tanto diría cristiano baptista si no porque me recuerda a Herzog de Saul Bellow -- un sueño de regeneración, reconciliación, penitencia, recuperación de la inocencia, publicación de la magna obra inédita... como si estas cosas fuesen posibles así todo a mogollón. Bueno, para que te pase tendrás que ir al sur más profundo, a comer mantequilla de cacahuete con lacasitos, entre otras delicias, y leer mucho clásico amarilleado de la literatura nortamericana (la canción en cuestión se titula "My heart was a lonely hunter", en alusión al libro que Travolta le regaló a Lorraine). It makes you a better person. Aunque tampoco estaría de más entretanto cuidar a los niños, y no dejar que se mueran mientras tú estás de ligue y bebiendo, o sería un detalle mandar alguna de esas cartas que escribes tan amorosamente... En fin, película de historia de tocar fondo y remontar, y de cómo gente que se aborrece a primera vista acaban haciéndose amigos primero y familia después. Es bonito, a mí también me gustaría vivir sin pegar chapa entre montones de libros en una casa preciosa, vieja, y sucia, y descubrir que la gente te va cogiendo aprecio, y cantar blues con la guitarra mientras te van limpiando la casa, y beber para olvidar, y luego olvidarse de beber, y descubrir hijos ya criados... Y tener intensas relaciones destructivas con mis amigos, pero nada, lo homosocial por lo menos se me da muy mal. En fin, una utopía, como la del paraíso blanquinegro cantando blues, ya se vio que también en la Nueva Orleans multirracial cocían habas, y ahora están las calles con un metro de barro, fue sólo un sueño, pero las biografías sobre las tumbas cuentan la historia como quieren, claro, para eso están. Yo quiero que me escriba el epitafio el mismo biógrafo, por favor.
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